martes, 25 de noviembre de 2014

CAPITULO 13




Así Juego Yo.




Uno nunca esperaría sentir la necesidad física de arrancarse la cabeza, pero allí estaba ella, demostrando que a veces incluso la mente está en desacuerdo con lo que dicta la lógica.


Había ciertas partes de su cerebro, que parecían estar despertando lentamente a la sobriedad, algunas otras seguramente no volverían a ver la luz del día. Paula estaba casi segura de haber matado, más de la mitad de sus neuronas con ese condenado alcohol etílico. Porque no podía ser otra cosa que eso, nadie se ponía tan ebrio con licores buenos. Maldito doctor, maldita Cata, maldito Pedro…malditos sean todos los que la pusieron en aquella situación.


Pero bien, de nada valía injuriarse por el pasado. Estaba en su cama, estaba sana y salva; y a partir de ese segundo estaba por comenzar a invernar, hasta sentir que todo en su mente volvía al cause común. Se prometió en ese instante no volver a tocar el alcohol, incluso si se cortaba prefería morir de tétanos antes de intentar desinfectarse con él. Dios la cabeza le daba vueltas y su estómago parecía contraído en una diminuta bola, sentía que con cualquier estimulo se activaría como la noche anterior y le sería imposible contener los vómitos. Asco, ella era un asco. ¿Cómo había caído tan bajo?


Se removió un tanto incomoda y soltó un quedo gemido al aire ¿Podía ser posible que incluso aquello le hiciera retumbar las sienes? Sí podía ser.


—Voy a morir —susurro aletargada, mientras hundía el rostro en la almohada y se dejaba embriagar por ese aroma tan particular.


Que extraño que su almohada oliera a hombre, teniendo en cuenta que su cama era como la superficie lunar, el último avistamiento masculino databa de mil novecientos sesenta.


No le dio mucha importancia y prosiguió con su labor de hundir el rostro, en la suave, tibia y musculosa superficie. 


¡Aguarden! ¿Musculosa? Paula abrió los ojos abruptamente, para encontrarse con piel… ¡Piel! No, no solo con piel, sino con todo un hombre completo debajo de ella. Corrección, un hombre completamente desnudo.


—Ay Dios…—soltó en un suspiro, plantando las manos en el pecho de aquel hombre para incorporarse. Pero fue ese único movimiento el que finalmente termino por despertarlo y de ser posible Paula, paso de avergonzada y confundida a literalmente estupefacta.


—Buenas—Saludo él con una sonrisa de suficiencia en sus labios, ella no respondió, no respiro, no...
Solo se quedó allí, mirándolo sin dar crédito de que él estuviese ocupando su cama. Todo despeinado el condenado, con el torso — ¡Sí! El de Botticelli— expuesto en toda su gloria y esos ojos azules resplandeciendo de vivacidad, como si cargara una lámpara a un lado para crear ese efecto devastadoramente apuesto.


— ¿¡Qué demonios haces aquí!?—exclamo cuando sus adormecidas neuronas, terminaron de conectar los sucesos.


Pedro frunció el ceño y sin hacerle caso, la empujo a un lado para darse la vuelta y volver a conciliar el sueño. Paula observo su espalda, observo como los músculos se le tensaban por un instante, para luego dar paso al típico respirar acompasado propio del descanso. Ella puso los ojos en blanco y soltó un sonoro suspiro, antes de asestarle un golpe y luego otro y otro, hasta que él decidió devolverle la atención.


— ¡Quieres detenerte ya!—Le grito tomándola por las muñecas, hasta tumbarla en la cama y presionarla con el peso de su cuerpo de gorila.


—Suéltame—Pidió notando como su respiración se había ido a las nubes con ese simple cambio de posiciones, pero a decir verdad esa la dejaba a ella en marcada desventaja— ¡Pedro suéltame!


— ¿Y si no quiero?—Paula se mordió el labio con impotencia y él soltó una carcajada, liberándola al mismo tiempo—Miedosa.


—No tengo miedo.


—Claro que sí.


— ¿Qué haces en mi cama?—Él volvió a reír, pero de un modo que le erizo hasta los vellos de la nuca.


—Mira otra vez cariño—Con un ademan le apunto la habitación y ella como una estúpida, siguió el movimiento con sus ojos para nuevamente encontrarse perdida. Paula escrudiño todo con calma, sin reconocer los colores de ese cuarto, los muebles o siquiera la cama donde estaba sentada.


— ¿Qué…?—inquirió con la voz en un susurro— ¿Dónde…?


—En mi casa.


Las palabras de Pedro se colaron por sus oídos, deteniéndole el corazón al mismo tiempo. Su casa ¡Su casa! ¿Qué demonios hacia ella en su casa? Peor ¿Por qué estaba acostada con él? ¡No podía ser cierto! ¿¡Con Pedro!?


No sabía que la molestaba más, haberse acostado con él ebria o el no recordarlo en absoluto.


— ¿Tú y yo…?—preguntó con la garganta seca, repentinamente la sentía como si intentara pasar arena por entre sus cuerdas vocales.


—Oh si, toda la noche—Eso era todo, oficialmente estaba muerta.


Sí, su corazón ya no latía, sus pulmones habían colapsado cual víctima de accidente automovilístico y su cerebro… ¿Qué cerebro? Solo una estúpida descerebrada se acostaría ebria, con el hombre con el que se supone debe trabajar. Se sentía como una de esas secretarias busconas, las mismas que usaban su cuerpo para obtener un aumento. Solo que ella obtendría una patada en el trasero y un “gracias por los servicios prestados” Estúpida, era una palabra demasiado bonita para definirla.


—No puede ser…—murmuro resignada. Pero entonces la confusión dio paso a un sentimiento mucho, mucho más liberador. La ira— ¿¡Por qué!?—Increpo mirando a su compañero de cama— ¿Por qué hiciste eso? ¿Acaso…acaso eres idiota?


— ¿Idiota? ¿Y eso porque? Anoche no pensabas lo mismo, es mas no dejaste de decirme cuanto me adorabas y que esta era la única forma en que podrías pagarme...


— ¿Pagarte?—Lo interrumpió chillando.


—Sí, ya sabes. Te encontré vagando por las calles, sin calzado y bastante desorientada. Cuando llegamos aquí, no dejabas de lanzarte a mis brazos diciéndome lo guapo que era y que toda la noche habías esperado tenerme así de cerca.


— ¡Eso es mentira!


—Claro ¿Y tú lo recuerdas mejor que yo?—insto irónico, a sabiendas que llevaba la razón en ese punto.


Paula se cruzó de brazos con rabia, pues no lo recordaba. 


No recordaba nada después de haber dejado la fiesta con el doctor e incluso esos recuerdos, estaban como metidos en una nebulosa.


¿Cuándo se había encontrado con Pedro? ¿Realmente había estado vagando por las calles? ¡Oh Dios! Esto era peor de lo que imaginaba, lo único que le faltaba era estar en deuda con la escoria.


—Incluso si eso fuese cierto ¿Por qué no te comportaste como un caballero? —La recriminación era bastante pobre, teniendo en cuenta que ella no se había comportado como una dama. Pero a decir verdad era más fácil echarle la culpa a Pedro, que admitir que en esa ocasión ella tenía todas las de perder—Ni siquiera te gusto…—musitó con las lágrimas oscilando peligrosamente en sus ojos. Llorar, eso era como la frutilla del postre ¡Estupendo!


—Vamos, no seas tan…—Pedro se detuvo a media frase y Paula noto el instante en que fijo la vista en sus ojos— ¿Por qué lloras? No es para tanto…no es como si te hubiese robado… la virginidad—La última parte casi y pareció dudarla, pero ella no reparo en el pequeño traspié de su interlocutor. Estaba demasiado ensimismada en su propia miseria.


—No se trata de eso, es sobre los principios ¡Tú no tienes códigos! —Le apunto con un dedo acusador—Ningún hombre que merezca ser llamado así, se aprovecharía de una mujer ebria ¡Ni el doctor quiso forzarme cuando me negué!


— ¿Te negaste?—Paula sintió la urgencia de arrojarle algo al rostro, ella intentaba transmitirle su confusión y él se burlaba como si todo se tratara de un simple chiste.


— ¿A ti que más te da? ¡Eres repugnante!


—Paula…


—No, no me toques.


—No decías lo mismo unas horas atrás—Ella lo fulmino con la mirada, ¿cómo se atrevía a seguir provocándola? —Ya deja el drama ¿quieres?


—Vete al infierno—masculló encontrando la fuerza para ponerse de pie y salir de aquella cama a la carrera.


Pero fueron cinco pasos los que dio, para caer en cuenta del atuendo que cubría su desnudez.


— ¿Dónde está mi ropa?—exclamó con los nervios a flor de piel.


—Tranquilízate, probablemente ahora debe estar en el segundo ciclo de lavado—Él se descubrió el resto del cuerpo que aun ocultaba las sabanas y ella dio un respingo volviéndose en la otra dirección—Dudo mucho que quieras usar eso, la decoraste a tu gusto con una buena cantidad de vomito…—Ella cerro los ojos y alzo el rostro al cielo, en una súplica silenciosa. Había caído bajo y Pedro no estaba teniendo reparos en brincar sobre su humillado honor.


Él pasó caminando por su lado y ella no pudo evitar del todo que el cuerpo se le pusiera alerta frente a su cercanía, incluso con los ojos cerrados sabía que él la estaba mirando.


— ¿Qué?


—Voy a darme una ducha, tal vez quieras acompañarme—Paula desplego un parpado y lo miro echando humo por la nariz—Bien…si cambias de parecer…—Le apuntó sutilmente una puerta y luego fue caminado hasta allá, cubierto por un minúsculo bóxer negro que se ajustaba a su trasero como un guante. La iglesia escribiría una plegaria, para ese monumento a la belleza masculina.


Paula permaneció de pie en el centro de la habitación, enfundada en una camisa blanca que le quedaba como cinco números más grande. Lo único que la contentaba, era que él había tenido el detalle de vestirla luego de…Mejor ni pensar en ello.

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