martes, 25 de noviembre de 2014

CAPITULO 14




En tanto Pedro se duchaba ella se puso en la tarea de encontrarse algo de ropa, para su desgracia el hombre no parecía del tipo que llevaba prendas ajustadas. Todo le quedaba enorme, los pocos pantalones de gimnasia que encontró en su armario le quedaban como bolsas y sin importar cuanto doblaras las perneras, seguía arrastrándolos. Harta de la situación, se resignó a ponerse unos bóxers que en ella lucían como pantalones cortos. Al menos así cubría su trasero y no tenía que estar ventilándolo por la casa de ese hombre.


Pedro—Llamó dando ligeros golpecitos a la puerta del baño, él no contesto.


Paula podía oír la cascada de la ducha en el interior, podía ser posible que en realidad no la escuchara o solo se estuviese haciendo el desentendido, para que ella abriera la puerta. Pero estaba decidida a salir de esa casa con la dignidad lo más intacta posible, si podían haberse acosta… ¡Dios! Ni pensar la palabra podía. Con el rostro ruborizado, volvió a llamar a la puerta. Tan solo quería salir de allí ¿Era mucho pedir?


— ¡Pedro!—Nada, él seguía ignorándola, pues ella había gritado lo suficientemente fuerte como para que los vecinos de la escoria la oyeran—¡¡Pedro!!


— ¿¡Qué!?—Entonces la puerta se abrió y Paula no se desmayó, por el simple hecho de que era lo bastante osada como para disfrutar la vista sin remordimientos. ¡Dios lo tenga en la gloria! Estaba así, como Adán en su vendito Edén pero sin la hoja de parra, por supuesto él no se tomaría el trabajo de detenerse en esas nimiedades.


— ¡Oh!—exclamó una vez que supo, debía reaccionar— ¿Por qué sales así? Eres…


—Bien que te detuviste a mirar—Paula se volteó en tanto él decía aquellas palabras, era un degenerado, no tenía pudor ni decencia. ¿Y ella? Y ella doblemente degenerada, por haber estado mirándolo con tanto apetito — ¿Qué quieres? Ya te dije que si te daba ganas solo entraras.


— ¡Mierda Pedro! ¡Cierra la boca! Pues no tendré reparos en matar a tus próximas generaciones.


—Histérica.


—Idiota.


—Niñita llorona.


— ¡Asqueroso puerco!—Frente a esa frase Pedro hizo silencio, por un segundo Paula se creyó vencedora en esa disputa, una pena que el instante fuese efímero.


— ¿Qué cosa?—Él estaba detrás de ella, desnudo, reposando sus manos sobre su cadera, desnudo, hablándole al oído, desnudo y demasiado cerca para que ella lo ignorase. ¿Ya he dicho desnudo?


Pedro


—Hmm…—Tan solo tenía que dar un paso atrás y las cosas se irían completamente de sus manos. ¿Dónde había quedado la chica tímida y recatada? ¿De aquí a cuando su mente le jugaba tantas malas pasadas?


—Suéltame.


— ¿No quieres acompañarme con el final de mi ducha?—La nota sugestiva estaba plantada, ella solo debía asentir. Tal vez él solo se burlaría de ella, diciéndole algo como “Ni muerto me ducho con una viuda negra” pero entonces también cabía la posibilidad de…«No, esto no podía pasar…Otra vez» ¡Ay! ¿Pero sería tan malo guardar un recuerdito de lo que sería estar con Pedro?


La Paula atrevida luchaba con la angelical, ambas presentaban tan buenos argumentos y hasta la fecha, ella ni siquiera sabía que poseía un lado tan libidinoso.


—Paula.


— ¡No!—Se deshizo de sus manos en un parpadeo, no podía hacerlo. No estando en su sano juicio. Pedro era atractivo, pero era solo eso un envoltorio de carne, bien esculpido debía admitir pero él no sentía nada por ella. Y al menos en su mundo, el sexo debía implicar un mínimo de compañerismo. Algo que entre ellos claramente no existía, no podía, así no funcionaban las cosas.


— ¿No?


—Quiero que me lleves a casa.


— ¿Qué te lleve?—Paula asintió aun de espaldas a él, pero no necesitaba verlo para sentir la nota ofuscada en su timbre—Lo siento cariño, si quieres irte deberás hacerlo por tus propios medios.


Ella no pudo más que volverse para verlo con el rostro estupefacto, Pedro sabía que no tenía como regresar. No podía montarse en un taxi con esas ropas y mucho menos caminar hasta su casa, la única opción que tenía era llamar a Flor pero eso también implicaba darle explicaciones a ella.


—Por favor—murmuro con los ojos fijos en esos duros y fríos orbes azules. Por un instante pensó que realmente le había molestado su negativa, pero ¿Es que acaso no comprendía su postura? Un error de ebrio era algo,
pero cometer la misma estupidez dos veces, sería igual que apretarse los dedos con la puerta por diversión.


—Estoy a mitad de mi ducha—Fue la respuesta que le soltó, antes de darse la vuelta y meterse una vez más al cuarto de baño.


A Paula se le atoro la réplica en la garganta, ese maldito hijo de p… Pero fue incapaz de dejar salir eso por su boca, se limitó a soltar un bufido y con el poco orgullo que le quedaba, salió de esa habitación como alma que lleva el diablo. Pero ¿Quién diría que la solución a su problema se encontraría reposando tiernamente en la alfombra?








Mientras la cascada de agua fría golpeaba su espalda, Pedro intentaba apartar de su mente todo pensamiento racional. Era difícil pero casi lo estaba logrando, ya no estaba pensando en su cuerpo ligero descansando sobre el suyo propio, ya no estaba viéndola contonearse por su habitación cubierta por una de sus camisas, ya casi y se había quitado el aroma a melocotón que expedía su piel. Solo una o dos horas más de agua fría y él estaría como nuevo.


En ese momento la puerta del baño se abrió y tras el vidrio templado de la mampara, reconoció su figura moverse por el lugar.


— ¿Cambiaste de opinión?—No pudo evitar que una sonrisa jugara en sus labios frente a la idea, incluso su cuerpo incremento la temperatura del agua helada que lo estaba rozando. Saber que solo había una puerta de cristal separándolos, activo cada uno de los sentidos que la ducha estaba intentando dormir— ¿Paula?—inquirió al notar que ella no respondía.


Entonces la puerta se cerró, pero Pedro dejo de ver la silueta de ella al otro lado.


— ¿Paula?—Con lentitud descorrió la portezuela de la mampara para encontrarse completamente solo. Frunciendo el ceño salió de la ducha dispuesto a preguntarle para qué había entrado, pero un diminuto papel pegado en el espejo lo detuvo en seco.


“Si lo quieres devuelta ven a buscarlo, gracias por el favor…Paula” Y justo debajo de su firma, dejaba una dirección que en un principio Pedro no comprendió.


El ruido en el exterior, fue todo lo que necesito para comprender la nota.


— ¡No…no, no, no!—Corrió a la ventana para verla salir a toda velocidad por los portones de su casa— ¡No mi Lexus!
—Exclamo dispuesto a ir detrás de ella con lo que llevaba puesto en ese instante, O sea nada.


Era oficial esa niña no volvería a respirar, si le hacía un mísero rayón a su auto él la degollaría y gustoso la echaría a los buitres.

CAPITULO 13




Así Juego Yo.




Uno nunca esperaría sentir la necesidad física de arrancarse la cabeza, pero allí estaba ella, demostrando que a veces incluso la mente está en desacuerdo con lo que dicta la lógica.


Había ciertas partes de su cerebro, que parecían estar despertando lentamente a la sobriedad, algunas otras seguramente no volverían a ver la luz del día. Paula estaba casi segura de haber matado, más de la mitad de sus neuronas con ese condenado alcohol etílico. Porque no podía ser otra cosa que eso, nadie se ponía tan ebrio con licores buenos. Maldito doctor, maldita Cata, maldito Pedro…malditos sean todos los que la pusieron en aquella situación.


Pero bien, de nada valía injuriarse por el pasado. Estaba en su cama, estaba sana y salva; y a partir de ese segundo estaba por comenzar a invernar, hasta sentir que todo en su mente volvía al cause común. Se prometió en ese instante no volver a tocar el alcohol, incluso si se cortaba prefería morir de tétanos antes de intentar desinfectarse con él. Dios la cabeza le daba vueltas y su estómago parecía contraído en una diminuta bola, sentía que con cualquier estimulo se activaría como la noche anterior y le sería imposible contener los vómitos. Asco, ella era un asco. ¿Cómo había caído tan bajo?


Se removió un tanto incomoda y soltó un quedo gemido al aire ¿Podía ser posible que incluso aquello le hiciera retumbar las sienes? Sí podía ser.


—Voy a morir —susurro aletargada, mientras hundía el rostro en la almohada y se dejaba embriagar por ese aroma tan particular.


Que extraño que su almohada oliera a hombre, teniendo en cuenta que su cama era como la superficie lunar, el último avistamiento masculino databa de mil novecientos sesenta.


No le dio mucha importancia y prosiguió con su labor de hundir el rostro, en la suave, tibia y musculosa superficie. 


¡Aguarden! ¿Musculosa? Paula abrió los ojos abruptamente, para encontrarse con piel… ¡Piel! No, no solo con piel, sino con todo un hombre completo debajo de ella. Corrección, un hombre completamente desnudo.


—Ay Dios…—soltó en un suspiro, plantando las manos en el pecho de aquel hombre para incorporarse. Pero fue ese único movimiento el que finalmente termino por despertarlo y de ser posible Paula, paso de avergonzada y confundida a literalmente estupefacta.


—Buenas—Saludo él con una sonrisa de suficiencia en sus labios, ella no respondió, no respiro, no...
Solo se quedó allí, mirándolo sin dar crédito de que él estuviese ocupando su cama. Todo despeinado el condenado, con el torso — ¡Sí! El de Botticelli— expuesto en toda su gloria y esos ojos azules resplandeciendo de vivacidad, como si cargara una lámpara a un lado para crear ese efecto devastadoramente apuesto.


— ¿¡Qué demonios haces aquí!?—exclamo cuando sus adormecidas neuronas, terminaron de conectar los sucesos.


Pedro frunció el ceño y sin hacerle caso, la empujo a un lado para darse la vuelta y volver a conciliar el sueño. Paula observo su espalda, observo como los músculos se le tensaban por un instante, para luego dar paso al típico respirar acompasado propio del descanso. Ella puso los ojos en blanco y soltó un sonoro suspiro, antes de asestarle un golpe y luego otro y otro, hasta que él decidió devolverle la atención.


— ¡Quieres detenerte ya!—Le grito tomándola por las muñecas, hasta tumbarla en la cama y presionarla con el peso de su cuerpo de gorila.


—Suéltame—Pidió notando como su respiración se había ido a las nubes con ese simple cambio de posiciones, pero a decir verdad esa la dejaba a ella en marcada desventaja— ¡Pedro suéltame!


— ¿Y si no quiero?—Paula se mordió el labio con impotencia y él soltó una carcajada, liberándola al mismo tiempo—Miedosa.


—No tengo miedo.


—Claro que sí.


— ¿Qué haces en mi cama?—Él volvió a reír, pero de un modo que le erizo hasta los vellos de la nuca.


—Mira otra vez cariño—Con un ademan le apunto la habitación y ella como una estúpida, siguió el movimiento con sus ojos para nuevamente encontrarse perdida. Paula escrudiño todo con calma, sin reconocer los colores de ese cuarto, los muebles o siquiera la cama donde estaba sentada.


— ¿Qué…?—inquirió con la voz en un susurro— ¿Dónde…?


—En mi casa.


Las palabras de Pedro se colaron por sus oídos, deteniéndole el corazón al mismo tiempo. Su casa ¡Su casa! ¿Qué demonios hacia ella en su casa? Peor ¿Por qué estaba acostada con él? ¡No podía ser cierto! ¿¡Con Pedro!?


No sabía que la molestaba más, haberse acostado con él ebria o el no recordarlo en absoluto.


— ¿Tú y yo…?—preguntó con la garganta seca, repentinamente la sentía como si intentara pasar arena por entre sus cuerdas vocales.


—Oh si, toda la noche—Eso era todo, oficialmente estaba muerta.


Sí, su corazón ya no latía, sus pulmones habían colapsado cual víctima de accidente automovilístico y su cerebro… ¿Qué cerebro? Solo una estúpida descerebrada se acostaría ebria, con el hombre con el que se supone debe trabajar. Se sentía como una de esas secretarias busconas, las mismas que usaban su cuerpo para obtener un aumento. Solo que ella obtendría una patada en el trasero y un “gracias por los servicios prestados” Estúpida, era una palabra demasiado bonita para definirla.


—No puede ser…—murmuro resignada. Pero entonces la confusión dio paso a un sentimiento mucho, mucho más liberador. La ira— ¿¡Por qué!?—Increpo mirando a su compañero de cama— ¿Por qué hiciste eso? ¿Acaso…acaso eres idiota?


— ¿Idiota? ¿Y eso porque? Anoche no pensabas lo mismo, es mas no dejaste de decirme cuanto me adorabas y que esta era la única forma en que podrías pagarme...


— ¿Pagarte?—Lo interrumpió chillando.


—Sí, ya sabes. Te encontré vagando por las calles, sin calzado y bastante desorientada. Cuando llegamos aquí, no dejabas de lanzarte a mis brazos diciéndome lo guapo que era y que toda la noche habías esperado tenerme así de cerca.


— ¡Eso es mentira!


—Claro ¿Y tú lo recuerdas mejor que yo?—insto irónico, a sabiendas que llevaba la razón en ese punto.


Paula se cruzó de brazos con rabia, pues no lo recordaba. 


No recordaba nada después de haber dejado la fiesta con el doctor e incluso esos recuerdos, estaban como metidos en una nebulosa.


¿Cuándo se había encontrado con Pedro? ¿Realmente había estado vagando por las calles? ¡Oh Dios! Esto era peor de lo que imaginaba, lo único que le faltaba era estar en deuda con la escoria.


—Incluso si eso fuese cierto ¿Por qué no te comportaste como un caballero? —La recriminación era bastante pobre, teniendo en cuenta que ella no se había comportado como una dama. Pero a decir verdad era más fácil echarle la culpa a Pedro, que admitir que en esa ocasión ella tenía todas las de perder—Ni siquiera te gusto…—musitó con las lágrimas oscilando peligrosamente en sus ojos. Llorar, eso era como la frutilla del postre ¡Estupendo!


—Vamos, no seas tan…—Pedro se detuvo a media frase y Paula noto el instante en que fijo la vista en sus ojos— ¿Por qué lloras? No es para tanto…no es como si te hubiese robado… la virginidad—La última parte casi y pareció dudarla, pero ella no reparo en el pequeño traspié de su interlocutor. Estaba demasiado ensimismada en su propia miseria.


—No se trata de eso, es sobre los principios ¡Tú no tienes códigos! —Le apunto con un dedo acusador—Ningún hombre que merezca ser llamado así, se aprovecharía de una mujer ebria ¡Ni el doctor quiso forzarme cuando me negué!


— ¿Te negaste?—Paula sintió la urgencia de arrojarle algo al rostro, ella intentaba transmitirle su confusión y él se burlaba como si todo se tratara de un simple chiste.


— ¿A ti que más te da? ¡Eres repugnante!


—Paula…


—No, no me toques.


—No decías lo mismo unas horas atrás—Ella lo fulmino con la mirada, ¿cómo se atrevía a seguir provocándola? —Ya deja el drama ¿quieres?


—Vete al infierno—masculló encontrando la fuerza para ponerse de pie y salir de aquella cama a la carrera.


Pero fueron cinco pasos los que dio, para caer en cuenta del atuendo que cubría su desnudez.


— ¿Dónde está mi ropa?—exclamó con los nervios a flor de piel.


—Tranquilízate, probablemente ahora debe estar en el segundo ciclo de lavado—Él se descubrió el resto del cuerpo que aun ocultaba las sabanas y ella dio un respingo volviéndose en la otra dirección—Dudo mucho que quieras usar eso, la decoraste a tu gusto con una buena cantidad de vomito…—Ella cerro los ojos y alzo el rostro al cielo, en una súplica silenciosa. Había caído bajo y Pedro no estaba teniendo reparos en brincar sobre su humillado honor.


Él pasó caminando por su lado y ella no pudo evitar del todo que el cuerpo se le pusiera alerta frente a su cercanía, incluso con los ojos cerrados sabía que él la estaba mirando.


— ¿Qué?


—Voy a darme una ducha, tal vez quieras acompañarme—Paula desplego un parpado y lo miro echando humo por la nariz—Bien…si cambias de parecer…—Le apuntó sutilmente una puerta y luego fue caminado hasta allá, cubierto por un minúsculo bóxer negro que se ajustaba a su trasero como un guante. La iglesia escribiría una plegaria, para ese monumento a la belleza masculina.


Paula permaneció de pie en el centro de la habitación, enfundada en una camisa blanca que le quedaba como cinco números más grande. Lo único que la contentaba, era que él había tenido el detalle de vestirla luego de…Mejor ni pensar en ello.