jueves, 20 de noviembre de 2014
CAPITULO 4
—Por supuesto que lo hice Javier, pero al parecer ella tuvo mejores cosas que hacer.
Pedro metió la mano en el pequeño refrigerador de la cocina y solo por instinto, observó el reloj colgado en la pared. Eran las 2:25 y afortunadamente, la única persona presente en ese estudio era él.
—En realidad no lo comprendo, sé que no dimos una muy buena primera impresión. Pero te disculpaste ¿verdad?
—Sí—hizo una mueca al recordar aquel suceso.
No lo enorgullecía en lo más mínimo tener que estar sonriéndole a la viuda negra, pero siempre y cuando la mantuviera lejos, Pedro sabía que no se vería obligado a escribir en conjunto con ella. Solo tenía que mantener su rostro angelical frente a la tal Julieta y cualquier cosa que decía, parecía ser obra del gran creador. Sabía que esa actitud exasperaba a Paula, pero eso le valía poco. Tenía que quitarla de su camino a como dé lugar y para esto Pedro había adoptado una actitud pasiva, al menos en apariencia. Pues para Javier y Julieta, él parecía ser el hombre más dispuesto para el trabajo. Mientras que a cada oportunidad que tenía, se encargaba en desestimar a la viuda negra. Era cuestión de tiempo, para que Paula pidiera cancelar aquella locura. Pedro debía ser paciente, jugar bien sus cartas y se libraría de la molestia con todo y una nominación.
—Bueno tal vez se retrasó. —prorrumpió su amigo intranquilo.
Él finalmente halló su caja de jugo y se bajó un buen trago, mientras del otro lado de la línea su interlocutor murmuraba posibles razones.
—Vamos Javier, ella no se mostró dispuesta en ninguna de nuestras reuniones…creo que está claro. No quiere hacer esto y yo no quiero obligarla.
—Pero Julieta me dijo que Paula ya tenía un capítulo redactado, seguramente debe ser algo mas. — Maldición, pensó Pedro.
Tenía que convencer a Javier de que la chica no tenía interés, pues él no podía ponerse en el plan de negarse.
Eso sólo le quitaría puntos.
—Soy un hombre paciente, trabajare con ella. Sabes que no te fallaré. —Mientras decía esto, miraba su reflejo ausente en el vidrio de la ventana—Pero tampoco quiero ser un déspota…—Cualquiera que lo escuchara creería que era la persona más considerada del mundo. —No siento que ella este cómoda en mi presencia y no me gustaría forzarla a la situación—Si no lo nominaban para el nobel, el Oscar se lo tenía más que ganado con esa actuación.
—Es cierto amigo, pero ¿Podrías esperarla una hora más? Si no se aparece, llámame que yo me pondré en contacto con Julieta. Tampoco voy a permitir que la muchacha te desaire.
Su buen y protector agente, Pedro sonrió ampliamente frente a sus palabras. Nadie podía negar que Javier no lo quisiera. Estaba dispuesto a protegerlo de las maquinaciones de aquella chiquilla obtusa. Pedro era un sinvergüenza afortunado, de eso ya no le cabía duda.
—Gracias Javier, no quiero fastidiarte con estas cosas…la esperare una hora más. Estoy deseando encontrarme con ella, anoche tuve unas ideas que serían estupendas para la historia. —Eso no era una completa mentira después de todo, la noche anterior se había dormido con uno de los libros de Paula en sus manos. Y su mejor idea llegó al momento de planear un funeral para la protagonista, sin duda los lectores se sorprenderían con ese giro.
—Bien muchacho, compórtate. —Y así la conversación dio por finalizada.
Pedro se metió el móvil en el bolsillo y volvió a espiar la hora. Ese mediodía lo había desperdiciado respondiendo algunas cartas importantes, por lo que aún estaba sin comer. No iba esperar una hora para alimentarse y en aquel lugar no había ni una mísera galleta.
—A la mierda.
Se dijo encogiéndose de hombros, tomó su billetera y salió a comer. La chica jamás llegaría, pues él nunca se había molestado en darle la dirección. Sabía que ella era lo suficientemente orgullosa como para llamar a Javier y en lo que concernía a Julieta, ella tampoco sabía dónde quedaba su estudio. Todo listo. Ella no se presentaba y él quedaba como la pobre víctima, al que habían dejado plantado. Sí, esa era una buena línea para incluir en su disculpa pública a los lectores.
“La impetuosa Paula Chaves, le había vuelto la cara cuando más deseaba trabajar con ella”
Eso lo haría lucir estupendo y si esas palabras no llamaban la atención de los hombres del nobel, nada lo haría. Tan solo necesitaba publicidad, pues el mundo entero sabía que no se era requerimiento ser un gran escritor. Solo alguien reconocido. Y Pedro lo era, pero no lo suficiente. No aun por lo menos.
Cerró la puerta detrás de sí, mientras entonaba una alegre melodía con sus labios. Había dispuesto las cosas para que quedaran perfectas, tal vez luego le enviaría algún obsequio a Paula por su aporte. Después de esto ella ya no sería competencia para él, pues no había nada que odiaran más los lectores que a un escritor altanero y soberbio.
Llegó a su restaurante favorito quince minutos antes de las tres, por supuesto que comió con deliberada lentitud e incluso se permitió degustar uno de los vinos de la casa. Volvería al estudio a eso de las cinco, para llamar a Javier y actuarle que había estado esperando a la chica por horas; y que ella ni siquiera había tenido el detalle de telefonearlo.
Esa sería la cereza de su pastel, Paula quedaría como la mala de la película y él como la humilde víctima.
En algún momento el vibrar de su celular, lo abstrajo de su regocijo. Pedro espió el número de la pantalla, confirmando que solo se trataba de su agente.
Se imaginó que lo llamaba para verificar si la reunión, había podido llevarse a cabo. Pero Pedro no tenía ganas de interrumpir, su momento de catarsis hablando de aquella mujercita. Apagó el aparato y volvió a guardarlo en su bolsillo. Tenía media hora más de espera, lo mejor sería afrontarla con otro dulce vino. Y así lo hizo, la manecilla grande del reloj llegó finalmente al número doce, mientras la pequeña se detenía a hacer su siesta en el cinco. Tiempo de regresar se dijo a sí mismo, mientras pedía la cuenta.
— ¿Pedro Alfonso?—instó una voz extraña, a una corta distancia obligándolo a clavar sus ojos en la persona que hablaba.
— ¿Si?—Lo miró con desconfianza, no conocía a ese hombre, ni tampoco a los otros dos uniformados que lo acompañaban.
— ¿Tendría la amabilidad…?—Le hizo un gesto para que se pusiera de pie, Pedro no pudo evitar ver el arma que se descubrió bajo su saco al realizar aquel ademan.
— ¿Por qué?—La desconfianza ya hasta se podía palpar en su voz.
—Soy el agente Landock y usted señor, ha sido notificado como persona desaparecida.
— ¿¡¡Qué!!?—chilló con ojos desorbitados. ¿Desaparecido?
¡Oh esa arpía se lo iba a pagar! ¡Iba a matarla!
CAPITULO 3
Enemigos… Privados
— ¡Es que digo…! ¿Te lo puedes creer?
Florencia Laberini abrió la boca en toda su longitud, incapaz de contener un bostezo. Los últimos seis días solo había oído quejas y apelativos bastante groseros acerca de un escritor. No es que no quisiera a su amiga, pero en pocas y tontas palabras, Paula tendía a exagerar las cosas.
— ¿Qué fue lo que hizo?—Se guardó el “esta vez” para no evidenciar su aburrimiento.
— ¡Pues! ¡¡Arr!!—El gruñido que dejó ir Paula, la hizo sonreír pero rápidamente lo oculto, pues su amiga le sacaría los ojos si notaba que se estaba burlando— ¡Es detestable!—Paula clavó sus opacos ojos chocolate en ella, por un instante pensó que estarían a un solo estimulo de estallar.
—No entiendo…dijiste que se mostró muy dispuesto en la reunión que tuvieron en el café. ¿Qué cambio?
— ¡Eso exactamente! No voy a trabajar con un manipulador, embustero. —Se apuntó el pecho con una mano—Yo sé muy bien lo piensa de mí, pero el muy bastardo le armó una bonita pantomima a Julieta. Y ella por supuesto que lo compró todo ¡Todo! La muy perra parece enamorada de ese demonio.
—Paula…—suspiró cansinamente— ¿No crees que exageras?
— ¡Por supuesto que no! En la reunión que tuvimos ayer, volvió a poner en escena el numerito de encantador hijo de perra…pero cuando estábamos despidiéndonos me murmuró al oído. “Más vale que te retractes o te hare retractar” ¡Me amenazó! ¿Te lo puedes creer?—Su amiga no paraba de dar vueltas de un lado a otro en el apartamento, Florencia sacudió la cabeza sin entusiasmo. —Si piensa que yo me voy a echar para atrás, para que la bronca de los lectores caiga en mi espalda ¡Está muy equivocado!
— ¿Y qué piensas hacer entonces?
A la joven le chispeó la mirada, Flor frunció el ceño en claro gesto de desacuerdo. Paula podía ser la persona más tranquila del mundo, pero cuando le tocaban una fibra sensible, saltaba dispuesta a dar batalla con todas sus armas.
—Yo no voy a retractarme, pero me asegurare de que él lo haga.
—Bueno mientras planeas tu venganza, estilo medio evo…—Levantó un papelito para alcanzárselo, Paula en ese momento había parado de dar vueltas pero aun parecía muy nerviosa. Florencia le había aconsejado que se diera un baño de inversiones para calmar los nervios, pero la chica parecía incluso más volátil.
— ¿Qué es esto?—preguntó, notando finalmente la presencia del papel que le extendía.
—Un amigo tuyo llamó mientras te bañabas…un tal Pedro, dijo que te esperaba en su estudio a las 2pm y que no llegaras tarde…
— ¿¡Pedro!?—Flor sonrió por su expresión, Paula había palidecido al menos dos tonos.
—Sí… ¡Hey! no me dijiste que estabas viéndote con alguien.
— ¿Acaso no me escuchaste quejarme de él en la última semana?—Ella negó lentamente sin comprender, hasta que sus neuronas hicieron sinapsis.
—Aguarda un momento ¿Ese Pedro es Rhone? —Su voz era la viva expresión de la incredulidad. ¡Había hablado con Rhone! Su madre no se lo creería.
— ¿¡Quién más si no!?—exclamó una exasperada Paula, sacando a relucir su genio de ogro. Flor se encogió en si misma ¿Cómo esperaba que ella lo supiera?
— ¡No lo puedo creer!—Le importó poco la molestia de su amiga, pues había hablado por teléfono con el escritor más famoso y ovacionado de Inglaterra. Que la partiera un rayo, ella había oído la voz de Rhone. — ¡Paula! ¡Hable con sir Rhone! Mi madre se hará en los calzones, cuando se lo diga.
—No es la gran cosa—masculló su amiga, comprendiendo al fin el motivo de su júbilo.
— ¡Claro que lo es! Si tú no cabías es ti misma, cuando supiste que lo conocerías.
—Pues me retracto de haber sido tan estúpida, es un genio…pero incluso los genios pueden ser idiotas.
— ¿Qué dices? Estoy segura que solo fue tu impresión.
— ¡A la mierda las impresiones! Flor la miró con una mueca.
—Te comportas como una cría, tienes la posibilidad de codearte con una celebridad, con el mejor escritor del momento…
—Muchas gracias…—musitó su amiga, claramente ofendida.
—Oh cariño, sabes que admiro tremendamente tu talento. Y por eso tienes que aprovechar esta oportunidad, dos grandes mentes no se unen todos los días.
Paula observó fijamente los limpios y sinceros ojos verdes de Flor, ella tenía razón. Se estaba comportando como una chiquilla, cuando podría conseguir mucho de esta experiencia. Tan solo debía soportar a Paula, pues lo único que a ella debía importarle era tratar con Rhone. No con el arrogante, déspota y ególatra que se mostraba al mundo, si no con la mente brillante que había creado los mejores casos policiacos, llenos de misterio y acción. Ese hombre debía conocer, siempre y cuando pudiera mantenerse lejos de aquel demonio de ojos azules, ella estaría bien.
—De acuerdo—suspiró— ¿Cuál es la dirección de su estudio?
Florencia enarcó una ceja contrariada.
—Dijo que tu sabrías a donde ir—La boca de Paula cayó hasta el piso y ella incapaz de mantenerse imperturbable, soltó una maldición al cielo y a ese hijo de su mala madre.
— ¡No sé dónde queda!—exclamó.
Porque por supuesto que él lo había hecho apropósito. La haría faltar a esa importante reunión, para que pareciera que a ella no le importaba.
—Tranquila Paula, son las once…estoy segura que hallaremos su dirección para las 2pm.
Pero Paula estaba dispuesta a hacer mucho más que solo encontrarlo, una vez que lo tuviera en frente. Lo degollaría. No, eso era muy asqueroso. Mejor lo pateaba en la espinilla…o en la entrepierna. Dios sabía que esa clase de personas, no debía perpetuar linaje.
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