Verdaderos Escritores.
Si la incertidumbre pudiese pesarse, la de Paula ya estaría catastróficamente obesa. No importaba en qué posición se colocase, parecía que la visión de su computador completamente estático, la atormentaría por cualquier flanco.
Esperar la llamada de Pedro había sido tan desilusionante, como aquella vez en que descubrió a Papá Noel enfundado en una de las batas de su madre, mientras le enseñaba una sonrisa cómplice y le susurraba en la penumbra del pasillo «Yo también recibo obsequios en navidad» En esa ocasión se había limitado a asentir, pues nunca había tenido el coraje de contarle a su madre esa experiencia.
No importaba cuanto intentara disfrazarlo, el mismo Papá Noel llegaba incluso en fechas en que no tocaba festejarlo.
Si bien aquello había sido bastante chocante para su infantil inocencia, ahora ya no le cabía duda de lo que ese hombre hacía con su madre. Por lo que no tenía sentido mostrarse indiferente a la respuesta muda de Pedro, las pruebas estaban a la vista. Él le estaba aplicando la ley de hielo y por primera vez ella no sabía cómo reaccionar.
Si bien aquello había sido bastante chocante para su infantil inocencia, ahora ya no le cabía duda de lo que ese hombre hacía con su madre. Por lo que no tenía sentido mostrarse indiferente a la respuesta muda de Pedro, las pruebas estaban a la vista. Él le estaba aplicando la ley de hielo y por primera vez ella no sabía cómo reaccionar.
Con las esperanzas nunca resignadas, había aguardado pacientemente hasta las siete de la tarde. Pero llegado ese momento, no había podido mantener ni siquiera su propio engaño. Él no le respondería. Y ella con la decisión tristemente aceptada, envió el único email que fue capaz de redactar. Con las ideas contraídas a meros versos improvisados, le dio un acabado mediocre a aquel capítulo imberbe. No había nada allí que aportara algo a la historia, ni una palabra, ni un párrafo u oración. A decir verdad, parecía el lamento patético de alguien que se vio en un enorme apuro y sin posibilidades de salir airoso, término por abrazar la más penosa de las oportunidades. La resignación.
Eso había enviado, ahora se arrepentía. Incluso estúpidamente, abrigaba la esperanza de poder retractarse. Decir que todo había sido una broma o una equivocación, algo que simplemente la excusara por un segundo. Pero ¿Qué? ¿Cómo?
No es que no se sintiera capacitada, sabía que como escritora no tenía nada que envidiarle a Pedro (aunque lo hacía en lo más profundo de su ser). Pero su mente se había cerrado, bloqueado; y cualquier escritor sabe que no hay peor estadio, que ese que te roba las palabras. Se encontraba en disconformidad con su alma y en esos momentos, no existía estimulo o amenaza suficiente que lograra robarle una frase coherente. Ella lo sabía y no podía negarlo, el capítulo apestaba tanto como las manos y mente que lo habían redactado.
Era tan frustrante, Pedro incluso le dinamitado su única vía de expresión libre. No tenía palabras, éstas la habían abandonado a su suerte y sin ellas se sentía al borde de un abismo. ¿Y por qué? ¿Por qué? No podía comprenderlo, no sabía decirlo, simplemente… no sabía.
Tenía que salir de allí, si continuaba mirando el computador sus ojos estallarían, tal como ocurre en los cuentos que los padres sueltas a sus pequeños, con el estúpido propósito de demostrar su superioridad.
Llevaba dos horas sin noticias, ya no pestañaba eso lo dejaba para momentos de pereza. No podía apartar la vista, los editores normalmente no demoraban tanto en responder.
Y ella no pedía mucho, solo el maldito mail de recepción avisándole que ya podía volver a respirar, que ya podía pestañar. Pero nada.
Y ella no pedía mucho, solo el maldito mail de recepción avisándole que ya podía volver a respirar, que ya podía pestañar. Pero nada.
La mente le daba brincos, diciéndole: o te tiras conmigo por ese balcón o lo hago yo sola. Paula intentaba ignorarla, no era el fin del mundo. Tal vez solo de su carrera, pero no es como si no pudiese cambiarse el nombre y comenzar todo de cero ¿verdad?
Había sido una estúpida, por supuesto que ella no podría imitar el estilo de Pedro. Tendría que haberse mantenido firme, dejar que los editores pensaran que solo ella trabajó en el capítulo. Pero no pudo, porque sabía que aquello solo le acarrearía problemas a él y por extraño que sonase, no quería que Pedro tirara su gran carrera al traste por incumplir ese estúpido contrato. Estúpido, estúpido, estúpido el momento en que decidió plasmar su firma en la línea punteada.
—Basta Paula, no te obsesiones —Se susurró mansamente, mientras se propinaba ligeros masajes a sus sienes.
Estaba decidida, no iba a continuar esperando. Saldría a beber un té, a oler las petunias (aunque no sabía dónde hallarlas), a correr, a nadar en el río o…a tomar un helado.
Sí ¿Por qué no? Un helado la calmaría y la heladería, estaba justo enfrente de su edificio. Ni tendría que cambiarse, solo reemplazar sus pantuflas por unos tenis y asunto resuelto.
Sí ¿Por qué no? Un helado la calmaría y la heladería, estaba justo enfrente de su edificio. Ni tendría que cambiarse, solo reemplazar sus pantuflas por unos tenis y asunto resuelto.
Mientras pensaba aquello, iba concretando las acciones.
Pantuflas fueras, tenis atados, llaves en la mano y dinero en el brasier, en una última inspección al espejo se dijo que no podía lucir más horrible. Pero le dio igual, no es como si esperara que ante sus pies se abriera una pasarela. La idea la hizo sonreír y fue exactamente de ese modo, en que la recibió la persona que la aguardaba en el pasillo.
Pantuflas fueras, tenis atados, llaves en la mano y dinero en el brasier, en una última inspección al espejo se dijo que no podía lucir más horrible. Pero le dio igual, no es como si esperara que ante sus pies se abriera una pasarela. La idea la hizo sonreír y fue exactamente de ese modo, en que la recibió la persona que la aguardaba en el pasillo.
—Hola Paula—Con las manos en los bolsillos y una sonrisa decorando sus cincelados labios, él le cubría el único camino hacia su helado de tranquilidad.
Allí estaba el muy desgraciado, después de una semana completa de ignorarla con la menor de las delicadezas.
Paula sintió la necesidad de borrarle aquella sonrisa de una cachetada, pero se contuvo, no supo como pero lo hizo. Lo observó con el veneno pugnando por salir de sus ojos.
¿Cómo se atrevía a presentarse cuando ya todo estaba perdido? ¿Cómo se atrevía a sonreírle con tanta calma? ¿Cómo la miraba de ese modo después de abandonarla a su suerte? ¡Ah no señores! Ella no estaba preparada para verlo, lo único que cruzaba su mente, eran las ansias irrefrenables de arrancarle esos ojos de modelo.
Paula sintió la necesidad de borrarle aquella sonrisa de una cachetada, pero se contuvo, no supo como pero lo hizo. Lo observó con el veneno pugnando por salir de sus ojos.
¿Cómo se atrevía a presentarse cuando ya todo estaba perdido? ¿Cómo se atrevía a sonreírle con tanta calma? ¿Cómo la miraba de ese modo después de abandonarla a su suerte? ¡Ah no señores! Ella no estaba preparada para verlo, lo único que cruzaba su mente, eran las ansias irrefrenables de arrancarle esos ojos de modelo.
— ¿Hola Paula? ¿Hola Paula?—repitió como si aquello fuese el peor de los chistes— ¿Es todo lo que dirás?
—Bueno…la última vez te quejaste de que no soy muy protocolar, así que decidí empezar con lo que la gente normal llama: saludo.
—Vete al infierno—masculló empujándolo para que la dejara pasar—Estoy de salida.
—Qué pena, porque tenemos que hablar—Pedro la arrastró del brazo de nuevo al interior.
—Oye, suelta—Lo miró, para remarcar su desagrado. Él no le puso atención, se limitó a colarse en su casa como si le perteneciera de todo la vida—Toda esta semana busque hablarte y tú no hiciste más que ignorarme…—Plantó los pies en el piso—Sabes ¿Qué? Ahora yo no quiero hablar.
—Es importante—insistió él.
—Me importa un bledo—contrarrestó ella.
—Paula.
—Pedro—Y con un ademan le apuntó la puerta.
—No me iré, hasta que hablemos.
—Perfecto—Aceptó dirigiéndose a la salida—La basura se recoge los miércoles, procura esperarlos en la puerta así no los haces subir por ti.
—Muy graciosa—Él avanzó hasta bloquearle una vez más el camino—Intento ser paciente.
—Pues intenta en otro lado.
— ¡Bien! ¡Es todo! Eres una mujer insoportable, vine aquí para pactar contigo pero tú no tienes caso.
— ¿¡Yo no tengo caso!?—Exclamó, incapaz de contener el sarcasmo— ¿Y qué me dices tú amigo? Me abandonaste, tuve que escribir todo el capítulo sola y…
—Y fue lamentable—Argumentó Pedro, dejándola pasmada ¿Cómo la sabia? —De eso quiero hablarte.
— ¿Cómo…?—empezó pero él pareció no oírla.
—Tienes suerte de que pude solucionarlo, es que… ¿En qué pensabas? Ese capítulo no sirve para nada, las frases son incongruentes y los personajes parecen muertos en vida. ¿Cómo se te ocurrió enviar eso?
— ¡Oye! ¡Todo es tu culpa!
— ¿Mi culpa? ¿Y porqué me culpas a mí por tu falta de talento?
—Yo podría haber hecho algo mejor, pero no podía concentrarme… ¡Porque me dejaste sola! Se supone que somos un equipo ¿En dónde estuviste toda la semana? ¿Con quién se supone que discuta las ideas? ¿Con tu maquina contestadora?
—Oh vamos Paula, no eres tan mediocre como para no poder concretar por ti misma una idea…—Suficiente, ella no continuaría esa conversación.
—Eso ya no importa—Lo esquivó.
—Claro que sí, porque tienes que saber de los cambios.
— ¿Cambios?—instó súbitamente interesada, en ese preciso momento el monitor de su computador se iluminó anunciando la llegada de un nuevo mail.
Paula se olvidó de Pedro, de sus palabras, de su presencia incluso de su colonia… ¡Rayos! porque debía de usar una, nadie podía oler tan adictivamente delicioso. Es decir, nada…ella se había olvidado de eso también, bien…no tanto, un poco, quizás de eso no después de todo.
Sacudió la cabeza, en un intento de aclarar sus ideas ¿Realmente estaba pensando en el aroma de ese idiota? Tendría que hacerse revisar, eso era masoquismo y estupidismo en su máximo exponente. Fue hasta su computador, la respuesta la aguardaba atrapada en un pequeño sobre de color amarillo. Se imaginaba que diría algo así: Señorita ¿Acaso esto es una broma? Atentamente, sus ex editores.
No debió enviarlo ¿En qué estaba pensando? Bueno ya era tarde, mejor saber la respuesta de una vez por todas, siempre podía añadir la experiencia a su curriculum.
Pero algo no iba bien, cuando la página se desplego frente a sus ojos, las palabras que leyó una y mil veces no le entraban en la cabeza. ¿Les había gustado? No era posible, al menos que sus editores estuviesen ebrios o demasiado desesperados, ella sabía que el capítulo había sido patético.
¿Cómo podía haberles gustado? ¿Y qué era eso del resumen? ¿Qué resumen? Si ella no había enviado ninguno.
¿Cómo podía haberles gustado? ¿Y qué era eso del resumen? ¿Qué resumen? Si ella no había enviado ninguno.
Soltó un bufido de incredulidad, allí algo no cuadraba. Hasta que…por supuesto, tenía que ser él.
—Era de lo que te quería hablar—musitó a sus espaldas, también inclinado en dirección del monitor. Paula lo miró por sobre el hombro y Pedro volvió a sonreírle con completa docilidad. Pero ella no estaba dócil ¿Qué demonios significaba todo eso?
—No comprendo.
—Tuviste suerte de que pude arreglar eso que habías enviado, le añadí un pequeño resumen, para que estuviesen al tanto de cómo continuaríamos la historia…
— ¿Continuaríamos…?—repitió sin sentido.
—Es un poco de lo mismo, pero supongo que es exactamente lo que quieren—Miró el monitor—Parece que lo trillado, vende.
— ¿Cómo…?
—Eso son detalles, mejor mira el resumen—Paula lo detuvo en seco.
—No, dime ¿Cómo fuiste capaz de enviarle mi capítulo arreglado? Yo no te lo envié a ti—Pedro se encogió de hombros.—Detalles.
—Dime.
—No.
— ¡Dime!
—Bien—suspiró cancinamente—Los emails que tú envías, viajan a mi casilla antes que a su verdadero destino. Yo lo intercepté, lo arregle y lo envié—Paula se quedó muda por un largo segundo, luego todas las fichas comenzaron a caer en su lugar.
—Tú…—Pero a la primera no le salió nada— ¡Tú! —Pedro retrocedió un paso, alzando las manos en paz—Eres… ¡Dios! ¡Eres un puerco! ¡Fuiste tú!
—Paula…
— ¿¡Cómo pudiste!? ¡Invadiste mi privacidad! ¡Podrías ir preso por eso!
—Estas exagerando, de no haberlo hecho ahora ambos estaríamos en problemas por la estupidez que enviaste.
— ¡Prefiero eso a trabajar con un malnacido como tú!—exclamó encolerizada—Encima lo dices tan suelto de lengua, como si todo esto fuese mi culpa. ¡No tienes moral!
— ¡Tú robaste mi auto!—contraatacó él. Paula puso los brazos en jarra y con una irónica mirada, lo disuadió de ir por ese camino.
—Es todo, te largas de aquí.
—Vamos Paula, lo solucione ¿o no?
— ¿Cuándo? Cuando yo creí que perdería mi carrera, cuando ya todo estaba echado a la suerte. Cuando ni siquiera tuviste la decencia de responder un puto email. ¡Sí! ¡Claro que lo arreglaste! Siempre cuando a ti se te pega la regalada gana, pero no amigo, así no son las cosas. ¡Renunciaste!
— ¡Yo no renuncie! —La miró severamente—Y te merecías estar sola, porque te pasaste de la línea. Tal vez para ti no sea importante, pero era mi auto ¡Mi auto!
—Una mierda de auto ¡Métetelo en el cu…!—Pedro estiró una mano rápidamente para cubrirle la boca, Paula casi se muerde la lengua en el instante en que él la detuvo por la cintura para que no se le escapara.
—Cuidado Paula, hasta cierto punto te lo permito. Pero no creas que no responderé…—Ella lo observó decidida, no le importaba cuan amenazante luciera—Te hablo enserio—Apartó la mirada reacia —Paula, no lo hagas más difícil. Podemos seguir bien a partir de ahora, hablamos de la historia y como personas civilizadas escogemos la manera de proceder con los capítulos. Ninguno puede renunciar, tenemos un contrato…—Ella siguió mirando hacia abajo—Mírame—No lo hizo—Mírame Paula—Y tras un segundo completo de no hacerlo, termino por fulminarlo con sus ojos chocolate—Buena chica.
Tal vez no tenía la boca libre, pero si las manos. Por lo que con un gesto de su dedo mayor, le mostro que tan buena era.
—Eso no es necesario, cariño—La rabia se le escapó por la tangente frente a esa única palabra, Pedro la observaba fijamente y el tono sugerente de su voz, la transporto a un lugar del que creía haber escapado. Las imágenes de la semana anterior invadieron su mente de a tropel. Recordó a Pedro bajo su cuerpo, cubierto por las sabanas, completamente delicioso en esos bóxers ajustados.
Se sonrojó, no…peor aún, su corazón comenzó a bombear como loco y la mano con la que tapaba su boca empezó a verse demasiado tentadora. ¿La apartaría si ella le pasaba la lengua por la palma? ¿Cómo reaccionaría él? ¿Estaría sintiendo esa electricidad que despertaban ambos?
—Paula…—Oh sí, él también lo sentía.
Su voz ligeramente ronca, le dejaba claro que aquella situación lo incomodaba tanto como a ella. Quitó su mano.
Pedro esperaba su respuesta, la mente de ella tan solo le decía que lo olvidara todo. Podían reconciliarse de la forma clásica, un beso furtivo y cada uno dejaba sus pesares perderse entre las sabanas. Al menos ahora lo recordaría, valía la pena el intento. Pero ¡No! ¿En que estaba pensando? «Quítate esas ideas, él no es para ti»
Pedro esperaba su respuesta, la mente de ella tan solo le decía que lo olvidara todo. Podían reconciliarse de la forma clásica, un beso furtivo y cada uno dejaba sus pesares perderse entre las sabanas. Al menos ahora lo recordaría, valía la pena el intento. Pero ¡No! ¿En que estaba pensando? «Quítate esas ideas, él no es para ti»
—No— ¿Se lo decía a Pedro o a ella misma? No lo sabía, pero que importaba. Funcionaba—Es diferente, tú has irrespetado mi intimidad…yo no fui tan…
—Sí, lo sé…lo siento—Ambos se quedaron callados. Paula no podía creer lo que había oído, seguramente él tampoco.
— ¿Qué cosa?
—Vamos.
—No, quiero oírlo—insistió, Pedro chasqueó la lengua.
—Venga, lo siento ¿sí? Estuvo mal y le quitare el maldito bloqueo ¿Estas feliz?
—La verdad es que no, pero es un inicio—Le sonrió, pero su interlocutor al parecer no compartía su dicha—Tan serio.
— ¿Podemos hablar ahora?
—No—respondió limpia y llanamente. Pedro rió sin gracia, ella lo ignoró tomando una vez más su camino, lo apartó a un lado y salió al pasillo.
— ¿Por qué no?
—Porque tengo que tomar un helado.
—Me estas jodiendo…—Lo observó un segundo antes de encaminarse al ascensor.
—Cree lo que quieras.
Pedro puso los ojos en blanco antes de salir tras ella, esa mujer estaba loca.
Mientras saboreaba su helado sentada en una banca de madera, él miraba degustando por sí mismo cada paso de esa lengua sonrosada. Iba y venía, como si intentara encontrar un gusto más debajo del ya conocido. Pedro seguía cada movimiento, no hablaban, no era necesario. Ambos estaban disfrutando, a pesar que él no había tomado ni siquiera un bocado. Pero el simple hecho de mirarla tan enfocada en su tarea, relamiéndose los pequeños vestigios que quedaban en sus labios, era suficiente. Aquí, allá, tenía ganas de decirle que dejara un poco que él lo limpiaría, pero no se atrevía. Era mejor mirarla, era mejor que pensara que no le ponía atención.
Paula tenía los ojos puestos en la calle, miraba a unos niños discutir por algo. A Pedro no le importaba eso, tenía mejores cosas en que enfocarse. Pero entonces ella le devolvió la atención, se apresuró a recuperar la compostura y al parecer Paula no notó su pequeño carraspeo.
Paula tenía los ojos puestos en la calle, miraba a unos niños discutir por algo. A Pedro no le importaba eso, tenía mejores cosas en que enfocarse. Pero entonces ella le devolvió la atención, se apresuró a recuperar la compostura y al parecer Paula no notó su pequeño carraspeo.
— ¿Y bien?
No tenía idea que le estaba preguntado, pero si hablaban se sacaría todas esas sensaciones que venían atormentándolo en la última media hora.
— ¿Qué cosa?—instó evasivo. Paula dio otra lamida a su conito de helado, mierda no podían hablar en esa situación.
— ¿De qué va el resumen?—Pedro observó a los niños, tenía que aplacar de alguna forma toda esas ansias reprimidas.
—Lo mismo de siempre—musitó, viendo como el pequeño rubio le daba un coscorrón al más grande. Paula se movió a su lado, no supo que hizo exactamente hasta que la espió por el rabillo del ojo. Ella estaba enfrentando su perfil, una forma indirecta de reclamar su atención.
— ¿Y qué es eso? —Otra lamida. Pedro presionó las manos en puños y contó hasta diez.
¿Sabría ella lo delicioso que hacia lucir a ese helado?
Seguramente que no, era demasiado inocente para esas cosas. Incluso tal vez pensara que su atuendo la desmerecía, cuando solo despertaba más de una fantasía.
¿Cómo se le ocurría salir a la calle en pijamas? Los pantalones de chándal se ajustaban demasiado a su trasero y esa camiseta de tiras, invitaba a más de uno a jugar a descorrerlas, para ver que tanto soportaban sobre sus hombros blancos y desnudos. El dibujo de la ovejita le otorgaba un toque infantil, pero dulce. Y la frase que quedaba sobre su abdomen “Meeee…voy a dormir” parecía decirle ¿Quieres venir conmigo?
Seguramente que no, era demasiado inocente para esas cosas. Incluso tal vez pensara que su atuendo la desmerecía, cuando solo despertaba más de una fantasía.
¿Cómo se le ocurría salir a la calle en pijamas? Los pantalones de chándal se ajustaban demasiado a su trasero y esa camiseta de tiras, invitaba a más de uno a jugar a descorrerlas, para ver que tanto soportaban sobre sus hombros blancos y desnudos. El dibujo de la ovejita le otorgaba un toque infantil, pero dulce. Y la frase que quedaba sobre su abdomen “Meeee…voy a dormir” parecía decirle ¿Quieres venir conmigo?
—Pedro—Ella lo obligó a enfocarse, la estaba mirando demasiado ¿Qué le estaba pasando? Bien, era linda. Pero había mujeres mucho más hermosas que Paula y no es como si estuviese desesperado.
¿Sería acaso por haber compartido la misma cama con ella y ni siquiera haberla tocado? ¿Eso era lo que lo atormentaba? Haber sentido su cuerpo frágil y suave sobre el suyo propio, su respiración lenta y relajada susurrándole suspiro a su pecho. Tenía que ser eso, tenía que ser la frustración de no haber hecho algo esa noche. Pero no es como si pudiera tampoco, tenía algo de decencia. Y normalmente esperaba que su compañera estuviese dispuesta, jamás se acostaría con alguien que no supiera ni donde está su nariz. Paula podría creer lo contrario, en realidad jugarle esa broma había sido bastante gracioso.
Sabía que ella pensaría una sola cosa y él no tuvo problemas en adornarle la verdad, tal vez algún día le diría lo que realmente había ocurrido. Pero por el momento no, por el momento que ella pensara que la conocía de la manera más íntima posible. Así sus lascivas miradas, podían pasar desapercibidas.
Sabía que ella pensaría una sola cosa y él no tuvo problemas en adornarle la verdad, tal vez algún día le diría lo que realmente había ocurrido. Pero por el momento no, por el momento que ella pensara que la conocía de la manera más íntima posible. Así sus lascivas miradas, podían pasar desapercibidas.
—Hmm…—En su idioma, eso era igual que hacer tiempo—Bueno, ya sabes.
—No, no lo sé—Y si no terminaba ese helado de una buena vez, jamás lo sabría.
—Paula, nos pidieron que hagamos una relación…básicamente eso fue lo que puse en el resumen. La manera en que se conocen y llegan a concretar su romance—Ella presionó los ojos en finas líneas, tal vez analizando sus palabras. Por un instante dejo el helado de lado y Pedro contuvo un suspiro de alivio.
— ¿Solo eso?—Su tono un tanto recriminante.
—Pues si—Encogió un hombro con desinterés—Expuse el problema y eso…
— ¿Un romance? ¿Así como así? —Pedro frunció el ceño confundido.
— ¿Qué más quieres? Eso pidieron ¿o no?
—Si pero…—No continuó, él la apremió a seguir—Es que… ¿no te parece demasiado simple? ¿Banal?
—Puede…—respondió sin entusiasmo—Pero ¿Qué más da? A ellos le gustó, a los fans también les agradara.
— ¿Y desde cuando escribes para agradarle a los fanáticos?—Ella aguardó su respuesta, pero por un instante Pedro prefirió callar—Eso…es lamentable. Yo no quiero eso.
—Paula, no empieces.
—No empiezo nada ¿Es que acaso tú lo quieres? Este será el último libro de la saga de James Alfonso ¿Quieres que tenga un final tan mediocre?
—Vende.
— ¿Y qué importa? —Paula parecía realmente cabreada por su actitud, él comprendía lo que ella decía. Pero era demasiado arriesgado cambiar las cosas, los habían contratado por el capricho de los fanáticos, darles algo que no querían tan solo haría que las cosas se caldearan inútilmente.
—La gente hizo un pedido, no estamos escribiendo porque lo queramos. Lo hacemos porque nos obligan…
— ¿Y solo por eso le daremos lo que piden? Puede que nos obligaran a escribir, pero nadie nos dice cómo hacerlo. Ese es nuestro trabajo, nosotros creamos esos personajes y es nuestra responsabilidad darles un final acorde—Pedro negó— ¡Por Dios! James es tu gran creación ¿le darás la espalda por un par de billetes?
—Si es lo que quieren…puedo escribir otras cosas más adelante, respetando mi manera. En esta ocasión, tenemos trazado un camino y no podemos…
— ¡Claro que podemos!—Su vehemente reclamo lo calló—Yo no pienso darle un romance de telenovela a Charlotte, ella tiene una forma de ser y la respetare. Pedro…
— ¿Qué?—La miró a regañadientes.
— ¿Quién está siendo mediocre ahora? Te estas vendiendo…—Eso lo dejo pasmado—Charlotte es una viuda que juega con los hombres y James es un libertino sin remedio. ¿Crees que una frase bonita y un beso dulce, hará que ellos pierdan la cabeza?
—No—respondió honestamente.
Esos personajes eran incompatibles, el arreglo que tenía planeado dejaría de lado lo más elemental de ambas historias. La personalidad de cada uno. Para que los romances ocurriesen, siempre debía existir una parte que fuese frágil y otra parte fuerte. Pero ¿Cómo hacer que funcione cuando ambas partes son inquebrantables? Era un trabajo duro y esa clase de historias, en la que los protagonistas sufrían más que el mismo Jesucristo, no vendían. Al público le gusta leer besos apasionados, promesas estúpidas y un “y vivieron felices para siempre” Las personas no quieren una muestra honesta de lucha y dolor, porque eso ya lo tienen que vivir día a día. La idea de leer un libro es encontrar un escape de lo cotidiano y tener que enfrentar eso en una historia ficticia, choca con la esencia de los romances.
—Nos pondrán trabas.
— ¿Y? ¿No estás dispuesto a ensuciarte las manos?—Pedro sonrió, le agradaba como pensaba ella.
—Niña, yo nací con las manos sucias—Paula le respondió con una gran sonrisa, él notó en ese instante una pequeña marquita en su barbilla, helado. Extendió una mano por inercia y con su pulgar la limpió metódicamente, Paula se congeló bajo su tacto.
Fue un solo segundo en que sus miradas se encontraron, la de ella denotaba confusión y ¿anhelo? La de él, solo deseo.
Pero no pudo mantenerla más que ese segundo, si quería trabajar con ella realmente, debía quitarse todas esas maquinaciones de su cabeza. Apartó la mano.
Pero no pudo mantenerla más que ese segundo, si quería trabajar con ella realmente, debía quitarse todas esas maquinaciones de su cabeza. Apartó la mano.
—Para que esto funcione, deberás aprender a manejar a James—Paula se aclaró la garganta, el cambio de tema tan marcado solo daba una cosa a entender. El momento se había diluido, era tiempo de ponerse a trabajar.
—No creo que sea capaz—Pedro sonrió de medio lado.
—Claro que lo eres, solo necesitas práctica.
—No sé cómo—A decir verdad su intento había sido bastante lamentable, pero él guardaba algo de esperanzas. Había habido tan solo un problema, Paula lo había querido imitar y allí todo se fue al traste.
—Eres una gran escritora, pero no fuiste fiel a tu estilo. Quisiste escribir como yo…
—Lo sé—Admitió avergonzada—No sé cómo hacer que funcione, no siento que puedo manejar a tu personaje.
—Claro que puedes, pero tienes que apropiarlo. Siéntelo como tuyo…la única manera es que lo hagas a tu modo. No intentes moverte en agua salada si eres pez de río—Ella lo miró con el asomo de una sonrisa, pero claramente no le había gustado su comentario—No digo que un pez de río sea menos importante, solo que…—Paula seguía viéndolo fijamente, Pedro suspiró. —Bien olvida la analogía de los peces, es un mal ejemplo.
—No entiendes, yo no…no conozco las formas de James, no sé cómo expresar su felicidad o su enfado, no sé cómo piensa, deduce, ríe, juega, besa…
—De acuerdo, entonces te enseñaré. —La tomó de una mano instándola a ponerse de pie, la noche a su alrededor lentamente iba dejando las calles vacías. La heladería les proporcionaba una tímida luz y las voces de su interior, prontamente fueron silenciándose.
—Pedro, tenemos estilos muy distintos…no…—Él colocó su dedo índice sobre sus labios.
— ¿Quieres saber cómo besa James? ¿Quieres saber cómo lo haría con Charlotte? —Ella no respondió, sabía que él se lo diría independientemente de lo que quisiera.
»Hay dos caminos posibles, puedes optar por el modo descriptivo. Empezando con acciones tales como: “Él posó dos dedos bajo su barbilla, obligando a su escurridiza mirada a plantarle cara de una vez por todas…”—Mientras hablaba lentamente le daba a sus palabras un toque de realismo, Paula enmudeció sintiendo sus dedos sosteniéndola con firmeza— “Ella algo renuente le obsequia lo que esperaba fuese, un verdadero gesto de censura. James sonríe y las ganas de desalentarlo, mueren en su propio nacimiento.
La estudia por un instante, engullendo con sus ojos cada una de sus facciones. Esta molesta, quiere apartarlo, la enardece su cercanía y al mismo tiempo la repele. Lo quiere abrazar, lo quiere más cerca. Quiere saber porque la mira de ese modo ¿Qué cambio entre ellos? Quiere preguntárselo, pero él no le da tiempo… se inclina. La tiene justo donde la desea.
¿Huir? Se pregunta por ínfimo instante ¿Por qué? Le responde aquella misma voz, por hoy solo por hoy, esos labios le pertenecen.
Un roce, dos…casi una coqueta insinuación. No lo resiste, la excita, lo quiere todo o no quiere nada. Lo amarra por el cuello de la camisa, anclando esos juguetones labios a los propios, él se deja hacer. Se prueban, se degustan cual catadores en su primer sorbo de vino. Sé pelean uno con el otro, se abrazan y se sueltan. Él quiere marcar el ritmo, ella quiere que le obedezca.
Un roce, dos…casi una coqueta insinuación. No lo resiste, la excita, lo quiere todo o no quiere nada. Lo amarra por el cuello de la camisa, anclando esos juguetones labios a los propios, él se deja hacer. Se prueban, se degustan cual catadores en su primer sorbo de vino. Sé pelean uno con el otro, se abrazan y se sueltan. Él quiere marcar el ritmo, ella quiere que le obedezca.
Él la presiona posesivamente contra su cuerpo, ella lo acepta con un gemido de derrota. Y tras un periodo de paz, terminan descubriendo su lenguaje. Allí se encuentran ambos luchadores, rendidos a los embistes de la lengua del otro. Una danza, un ballet, un juego de amantes, un idioma que solo ellos logran hablar sin palabras” —Paula perdió el sentido común, por un largo momento no pudo articular una frase.
Pedro acababa de redactar al paso un beso que la descoloco por completo. Finalmente el escritor que ella tanto admiraba, mostraba su rostro. Estando tanto tiempo relegado a la oscuridad, Paula había temido que ni siquiera existiera, que tan solo fuese producto de su imaginación.
Pero no, él era real. Pedro realmente sabía crear momentos y trasportar a cualquiera al lugar que él lo desease.
Pero no, él era real. Pedro realmente sabía crear momentos y trasportar a cualquiera al lugar que él lo desease.
— ¿Y la otra?—inquirió con un hilo de voz. Pedro le enseñó su sonrisa más tentadora, parecía esconder un sinfín de significados.
—La otra es la metafórica, la otra no dice nada y a la vez lo dice todo.
—Enséñame—Pedro la liberó, como si recién se percatara de lo cerca que estaban uno del otro. Pero no se apartó, ella esperaba que diera un paso atrás, pero por primera vez se alegró de que no fuese un hombre predecible.
—Bien…te enseñare como piensa James, la mejor forma es haciéndolo en primera persona—Ella asintió intranquila, en realidad entusiasmada y no le importó mostrarse de ese modo. Pedro clavó sus ojos azules en ella, quizás pensando cómo dar inicio y sin previo aviso comenzó a relatar—“No sé cómo llegamos a ésta situación, de pie uno frente al otro, casi tocándonos pero sin llegar a romper la barrera de las distancias. Tus ojos transmiten un solo mensaje, el mismo que mis labios contienen firmemente dentro de mi garganta. Bésame, tócame, quiéreme, aíslate conmigo en esta intima soledad. Dos es mejor que uno, dos significa juntos.
Distancia trémula, ínfima, me atrevo a doblegarte.
No me temas, no te alejes, deja que mis manos te consuelen, deja que mis labios te quiten esa indecisión. Mujer demoniaca, mujer que me roba el sentido comparte conmigo esos pecados tan bien callados, ábrete a mi inquisición.
Suave, suave suspiro de aceptación, eres mía por ahora.
Manos soy esclavo de sus acciones, hoy no me pertenecen, hoy yo les pertenezco.
Labios, beban y succionen, no se priven pues a través de ustedes vivo este momento.
Piel absorbe su calor, guárdalo todo para cuando ella se marche.
Y ojos no se atrevan a desplegarse, porque entonces sentiré que esto no ha sido más que un sueño.
Pero no, estas y estamos; y al apartarme de tu lado veo tus parpados fuertemente apretados. Me permito saborear la idea, de que al igual que yo también temes despertar…”
Paula abrió los ojos al mismo instante en que él terminaba su descripción. ¿Qué podía decirle? Jamás lo había leído en primera persona, era una sensación completamente nueva.
Y más teniendo en cuenta que lo había oído de sus propios labios. Era oficial, ella nunca podría escribir de ese modo.
—Estoy bien jodida.
—Oh vamos—Le cruzó un brazo por los hombros, amigablemente—Tenemos toda la noche para practicar—Ella lo observó asustada y ¿Por qué no? También algo, curiosa—Hablo de la escritura, pervertida.
—Yo no dije lo contrario.
—No necesitas hablar, el deseo se refleja en la mirada.
—Pues será el tuyo que resplandece como cartel de neón, porque mío no es—Él rió, sacudiendo la cabeza en una negación.
—Digamos que por hoy, te creo—Paula frunció el ceño molesta por su condescendencia.
—Digamos que por hoy, te creo…—Lo remedó haciendo un intento de imitar su voz burlonamente, él volvió a soltar una musical carcajada—Estúpido.
—Bien, practicaremos escritura por unas horas y luego seré tu esclavo sexual. ¿Podrás esperar hasta entonces?—Ella se liberó de su brazo y lo empujó a un lado ¿Es qué no se podía hablar seriamente ni un segundo con él?
—Me voy a dormir.
—Son las diez.
— ¿Y qué?
—Que pensé que ya habíamos dejado de lado estas niñerías—Soltó un bufido y pateó el piso con la punta de sus tenis.
—Bien—Aceptó de mala gana—Pero si haces alguno de esos comentarios nuevamente, te pateo el trasero hasta dejarlo en compota.
—Extraño concepto, pero…entiendo.
—Camina.
—Voy detrás de ti—Le respondió en tanto que se detenía un segundo, para castigar a su mirada con el suave vaivén de ese culito de pasarela. ¡Dios! Esa noche iba a terminar muy distinta a la anterior, de eso no le cabía duda.