domingo, 30 de noviembre de 2014

CAPITULO 26





Las risas pululaban en el ambiente, las palabras trilladas parecían estar incluidas en la carta y la voz maltratada por el cigarrillo del locutor, no hacía más que taladrarle los tímpanos. Como las diez veces anteriores, Pedro junto sus manos en un aplauso mientras el galardonado le dedicaba su victoria a Dios, sus padres y a quien sabe que otro método de inspiración de moda. Paula sentada a su derecha, sonreía y aplaudía con verdadera entrega.


Donelly había ganado en la categoría de mejor ciencia ficción. Era un premio cantado, todo el mundo sabía que ese tipo se la tenía en la bolsa. No solo por su estupendo último libro, sino también por su “fabulosa” personalidad. Mike Donelly tenía carisma, talento y un ego que necesitaba de su propia silla en la mesa. Y ella lo admiraba.


Por supuesto Paula no tuvo que decírselo, Pedro podía leerlo en sus ojos. Incluso se atrevía a decir que lo había votado a él como mejor escritor del año. No es que le interesara el premio, pues le daba exactamente lo mismo ganar o no. Pero estando allí presente, no tenía mucho interés de ver pasar a Donelly una vez más al escenario, para vanagloriarse de su insospechada fama. Lo único que lo fastidiaba es que ese reconocimiento interno, ayudaba a Donelly a posicionarse mejor frente a los del nobel. Era el problema de ser escritor anónimo, si bien frente a los otros era reconocido como parte del mundo literario. No podía sumarse puntos, con su rostro o su capacidad de llenar una librería en una firma de autógrafos. Pedro no tenía la posibilidad de hacerse propia publicidad y ahí Donelly le sacaba ventaja. Pero no por eso cambiaría su modo de presentarse al público, había decidido que sería su talento el que le granjeara la fama, no su rostro o una imagen creada por un profesional.


—Suerte—Una mano se aferró a su antebrazo izquierdo, y al reaccionar se dio cuenta que Julieta le estaba sonriendo. Le correspondió por mera diplomacia y entonces obligo a su distante atención a dirigirse hacia el escenario.


En ese momento el adicto a la nicotina, también conocido como “el locutor”, anunciaba los nominados para la categoría de escritores de series. Escucho su nombre, el de Paula y el de otro tres nominados. Pedro observo hacia su derecha, a la joven de cabello ondulado y rostro pétreo, casi sonríe al verla tan concentrada. Y mientras él se dedicaba a capturar en una fotografía mental su expresión, el locutor anunciaba al ganador. Pero algo no fue como lo esperaba, aun así…


—Paula Chaves.






La respiración se le atoro en una parte que desconocía de su anotomía, sus piernas se volvieron pesadas, más pesadas que todo su cuerpo en conjunto. Alguien la llamó por su nombre, alguien agitó una mano delante de sus ojos, pero ella no reaccionaba. ¿Acaso el hombre del escenario la había nombrado? ¿Acaso esa luz blanca no era Dios y solo se trataba de un reflector? ¿Debía moverse? ¿Se despertaría si lo hacía?


— ¡Paula ganaste!—Julieta la sacudía por los hombros, tratando de despertarla de su repentino estado autístico— ¡Sube! ¡Anda!


De alguna forma logró incorporarse y fue cuando se topó con unos ojos azules, fijos en su anonadada figura. Pedro se puso de pie para darle paso y ella incapaz de decir nada, tan solo camino al mejor estilo Terminator. 


Mirando a todos a su alrededor, sintiendo que parte de su cuerpo volaba hasta el escenario. No se concentró en nadie, tan solo recibió su primer y único premio, con rostro de quinceañera a la que le plantan su primer beso de amor.


 Podría parecer una estupidez, pero ni en sus mejores y más fantasiosos sueños, habría imaginado ganarle a Pedro en algo. Y allí estaba él, observándola desde la mesa con un gesto que no podría considerarse feliz, pero tampoco triste. Era difícil leer sus emociones, tal vez con eso encontraba una razón más para odiarla, tal vez encontraba una razón para admirarla. Estaban al fin y al cabo en un mismo nivel, y ahora los escritores ingleses pensaban que ella era mejor que él en algo. ¿Estúpido? Sí tal vez, pero es que ganar tiene un sabor demasiado irresistible. Estando de pie en el escenario, solo hizo lo que le dicto su alegre espíritu. Agradecer, sin importarle a quien podía molestar con ese acto. Después de todo era su momento de gloria.


Besando dos de sus dedos lo apunto justo a él, como diciendo “Toma parte de mi amor, hoy puedo ser generosa”
premiación. Incluso le había contado que los premios que ganaba normalmente se los enviaban a su casa, porque él ni se molestaba en ir a recibirlos. Debía de sentirse un poquito mal, después de haberse presentado por primera vez y no haber ganado nada.


—Este es un estupendo gran paso—Decía su agente, completamente ajena a sus pensamientos—Significa que finalmente estas obteniendo reconocimiento de tus pares. 


Claro esto tiene mucho que ver con la fusión de las historias…de alguna forma sabía que asociándote con Alfonso lograrías despegar tu carrera—En ese instante no pudo evitar, regresar su mirada hacia Julieta tratando lo humanamente posible de no sentirse ofendida.


Le fastidiaba que hablara de ella de esa forma, no es como si no existiera para el resto de los escritores antes de relacionarse con Pedro. Si bien su fama estaba más ligada a la fidelidad de sus lectores, también tenía algo de peso en el mundo literario. De apoco se estaba ganando el respeto que sus escritos merecían. Tal vez no al mismo nivel que Pedro o incluso Donelly, pero tampoco era tan patética como para no haber ganado sin esa asociación ¿verdad?


—Espero que Pedro no este molesto.


—No digas tonterías, es perfecto para ambos—La acalló Julieta sonriendo casi con diablura—Javier hará que esta derrota, se vuelva algo como… una muestra de caballerosidad—Una vez más Paula tuvo que sostenerse de su silla, para no mandar a su bocona agente al demonio—Esto nos sirve a ambos, te lo aseguro.


—Si…supongo—Sabia que si cedía a esa charla, terminaría diciendo una grosería y luego se vería en la embarazosa tarea de disculparse por algo en lo que llevaba la razón. Era irónico, pero así funcionaba la relación entre ella y su agente. Paula era consciente de que Julieta le tenía mucha paciencia, pues había que ser atrevido para mancharse las manos con sus escritos. Algo que ya de por si era difícil de vender, incluso a las feminista más orgullosas de todo Inglaterra.


Julieta la había rescatado del poso de los don nadie, Julieta le había abierto las puertas a su sueño. Por eso Paula podía pasar por alto, tonterías como comentarios que solo parecían ataques continuos a su escaso talento.


—Tenemos que avanzar lento, pero pienso que la presentación a la prensa será todo un éxito. Si tan solo pudiésemos lograr que Pedro se presentara…


—Él es un escritor anónimo, sabes que no da conferencias o lecturas…—Ann sacudió una mano en el aire, como si ese detalle fuese ínfimo para sus maquiavélicos planes.


—Oh no creo que este feliz con la victoria de Donelly, seguramente después de esto Javier lo hará entrar en razón.


— ¿A qué te refieres?—instó confusa. Julieta se inclinó ligeramente, como si estuviese por compartirle el secreto de su sonrisa eterna y ese carmín a prueba de licores.


Pedro ha cosechado fama con todo el asunto de Sir Alfonso, pero con esto vera que el anonimato solo lo está limitando. Admito que en parte es culpa de Javier, siempre lo deja hacer lo que quiere…como agente debe mostrarle cual es el camino correcto hacia la fama—hizo una mueca
desdeñosa, antes de continuar—Pero en fin, es un escritor demasiado bueno como para vivir en la sombras. Si tan solo fuese más dado al contacto con otros seres humanos, seria nominado al nobel de literatura, al de medicina, al de la paz. Te lo aseguro…solo necesita del estímulo adecuado.


Por alguna razón no le gusto la malicia que decoraba los ojos pardos de Julieta, a veces podía ser bastante obstinada cuando se le metía algo en la cabeza. Un rasgo estupendo en un agente que busca una editorial para vender una obra, pero no tan bueno cuando se trata de inmiscuirse en la privacidad de las personas.


—Entiendo lo que dices, pero eso es asunto de ellos—Julieta la miró con la sonrisa helada en el rostro, seguramente no se esperaba una respuesta…o al menos no esa.


—Por supuesto que lo es—rió brevemente—Yo solo digo lo que me parece seria lo adecuado. Ya sabes, tú también podrías intentar mostrarle a Pedro el camino…


— ¡No!—La detuvo, cuando hubo conectado cada pieza de ese puzzle—No pienso interferir, si Pedro es escritor anónimo sus razones debe tener y eso no nos concierne.


—Paula ¿Acaso no lo ves? Podrías llenar Waterstone's, si tan solo lo instaras a que te acompañara en la promoción del libro.


—Yo no necesito de él, para promocionar el libro. Además así lo habíamos acordado desde el principio—replicó algo afectada por sus argumentos—Julieta, nunca necesite de alguien más para llegar a mis lectores.


—El problema es que ya no te dirigirás a tus lectores, te dirigirás a los de él también. Sus fanáticas, están comprando tus libros porque esperan conocer a la perfección a la mujer que ganara el corazón de James.


— ¿Qué demonios estás sugiriendo?—La increpó exaltada.


—No te alteres Paula, solo estoy señalando lo obvio. Desde que el rumor corre en la red, las ventas de tus libros han ido en aumento. Esto no tiene nada de malo…


—Claro—Interrumpió con sarcasmo—Solo me aconsejas sabiamente, el camino que debo tomar para colgarme de la fama de alguien más.


—Yo no…


—Déjalo Julieta, simplemente dejémoslo ahí—Se puso de pie y tomo su premio con las manos temblorosas.


Se sentía insultada en su gran noche, Paula sabía que había ganado porque lo merecía y no tenía nada que ver con una estrategia publicitaria de Julieta y Javier. Al menos quería creer con todas sus fuerzas que así había sido.


Caminó por los pasillos abrazada a su pequeño libro de bronce en su delicado pedestal. Se dijo una y mil veces que no debía dejarse afectar por lo que dijera Ann, seguramente no intentaba ser malvada. Eso era algo que le salía tan natural como respirar, o las flatulencias. Sus palabras apestaban como las ultimas y aun así, nadie podía condenarla por ello. Pues al fin y al cabo era algo involuntario.


—Ese es el rostro de una campeona—Paula dio un respingo buscando al emisario de ese comentario.


Y tras escudriñar el pasillo en penumbras, logro divisarlo de pie junto a la puerta de las escaleras de emergencia


—Hola…—Saludo, tratando de no hacer evidente su malestar en su rostro.


— ¿Qué pasa?—Pedro avanzó hasta detenerse a pocos centímetros de ella, por un instante Paula pensó que la tocaría, pero su mano termino por caer a un lado de su cuerpo como un peso muerto.


—Nada…—mintió con poca convicción. La idea de que no hubiese sido por su talento y que solo había ganado por mera planeación, le estaba estrujando las entrañas.


—Ok, ahora vamos con la verdad— Ella sonrió muy a su pesar.


—No importa…esto, no es importante—Se evadió, pidiendo en silencio que no la interrogara.


—Bueno, si no me quieres decir lo comprendo—Paula clavo la vista en uno de los botones de su camisa, incapaz de mirarlo a la cara—Pero… ¿Qué te parece si festejamos?


— ¿Qué festejaremos?


—Tú victoria.


—Pero…—Se detuvo un segundo, cualquiera creería que para pensar sus siguientes palabras, obviamente ese cualquiera no conoce muy bien a Paula—Te gané —Pedro sacudió la cabeza y al mirarla nuevamente, una centellante sonrisa decoraba sus labios.


—Sí, creo que eso lo sabemos todos.


— ¿Y no estas molesto?


— ¿Molesto?—Si estaba actuando, ella iba admitir que el tipo la tenía bien ensayada. Pues por un instante, realmente se creyó que él no comprendía la razón de su pregunta— ¿Por qué iba a estar molesto?


—Bueno…—Lo miró con cierto grado de desconfianza—Estábamos nominados para el mismo premio—Realmente la risa de Pedro podía curar el cáncer, en eso iba darle un punto a Julieta. Si lo escucharan reír, seguro le dan el nobel de medicina.


—Soy consciente de eso y creo que ha ganado el mejor—Admitió sofocando aun su risilla.


— ¿Estas drogado?—Debía preguntar, una nunca podía descartar ninguna hipótesis.


—Vamos Paula, intento ser un buen perdedor ¿Por cuánto tiempo seguirás humillándome? —Poniéndolo de ese modo, ella casi se sintió como el lobo que se comía a Blanca nieves. Aunque…el lobo, se comía a la de vestido rojo ¿o esa era la de la manzana? ¡Demonios! Debía darle una repasada a sus cuentos de princesas.


—Ok…—Y hasta ahí llegaba su raciocinio, más cuando cierto escritor de ojos azules ponía carita de cachorrito regañado.


—Entonces…tengo un Champagne en mi habitación—Con un ademan de su mano le apunto el elevador. Ella dudo un segundo, solo un segundo antes de seguirlo.


—Soy más dada al Cabernet.


—Veremos que podemos conseguir—Las puertas del elevador se cerraron y ella se permitió analizar aquello un instante.


¿Estaría bien subir a su habitación? ¿Los dos solos? ¿Otra vez? Paula sabía las respuestas a todas esas preguntas y aun así, no le importó. Quería en su noche de victoria, ganar de todos los modos posibles. Y con todo el calor del momento por la discusión con Julieta, la presencia de Pedro en ese diminuto ascensor y la promesa de su vino 1986 a punto, esperando ser puesto en la mesa. Ella no sentía que algo estuviese mal, aunque muy probablemente las cosas cambiarían cuando las puertas del cuarto 38B la transportaran a un mundo solo habitado por ellos. Pero ¿Para qué cuestionarse antes de tiempo? Todavía quedaban seis pisos, antes de llegar a destino.

CAPITULO 25




Paula tomo asiento en un escalón, dejando que su cabeza descansara sobre las palmas de sus manos. Él se quedó de pie a su lado, observándola. Parecía un niño pidiendo limosnas con esa chaqueta negra y los pantalones de chándal de su pijama. Se quedaron en silencio por largo rato, Pedro no se hacía una idea de lo que ella pudiese estar pensando y a decir verdad no quería saberlo. En algún momento un hombre pasó a su lado y ella lo detuvo para pedirle algo, él no logro oír el rápido intercambio pero cuando el extraño se metió en el hotel, ella tenía un cigarrillo en la mano.


—Pensé que no fumabas.


—Adquirí el mal hábito de escucharte—hizo una pausa dando una calada—Si puedo manejar eso, te aseguro que puedo manejar esto—Pedro presionó la mandíbula para guardarse una réplica mordaz. Tenía la intención de explicar el pequeño incidente de la mañana y sabía que peleando no conseguiría nada.


—Paula…tenemos un trabajo que nos liga, en el evento de mañana habrá escritores y editores que esperan vernos juntos—No la miraba, pero sabía que ella tenía los ojos fijos en su perfil—Aunque estés molesta conmigo, deberás superarlo para mañana en la noche.


Ella soltó un silbido entre dientes que claramente denotaba su ira, él continuó hablando antes de que decidiera ignorarlo nuevamente.


—No tiene que gustarte, no tiene que hacerte feliz. Pero bien sabes que no todo es como nosotros queremos…—Paula no dijo nada y él no se atrevió a enfrentar su escrutinio—Estamos juntos en esto, lo quieras o no. Mañana te pasare a buscar por tu habitación a las ocho y espero que estés lista para montar nuestro número.


—Eres un imbécil—No iba a negar aquello, no podría aunque así lo quisiera.


Metió las manos en los bolsillos de su sudadera y volvió la mirada al piso, a la pequeña mujer que le hablaba desde las escaleras.


—Ya te dije que no me importa si te agrado o no, tenemos que…


— ¡No tenemos nada!—exclamó poniéndose de pie repentinamente. Pedro le sacaba varios centímetros de altura, pero a pesar de ello Paula casi lucia imponente—No puedo…


—Paula, tienes un contrato…tenemos un contrato.


—No me importa, no quiero trabajar contigo. ¡No puedo! —Ella lo miro con la desilusión trasluciendo en sus ojos. Y él tuvo que admitir para sus adentros que estaba haciendo todo mal. Pero ninguna palabra salía de sus labios para redimirlo, era como si algo lo detuviera, lo censurara. Paula sacudió la cabeza y se dio la vuelta para entrar en el hotel.


—Olvídalo todo, olvida lo que dije y lo que hice—Ella se detuvo pero sin volverse—Eso…eso ya no importa. Empecemos de nuevo, solo…—Caminó hasta posarse a su lado—Olvidemos esta mañana


— ¿El beso? ¿O lo idiota que fuiste después? —Pedro suspiro pesadamente, pero de alguna forma sabía que debía tomar ese camino.


—Ambos.


Paula proyecto la mirada al frente y tras lo que pudo ser un eterno minuto, asintió.


—Entonces, ambas cosas están olvidadas—Su voz fue el reflejo de la suya propia, carente de entonación o emoción.


— ¿Mañana…?—Comenzó y ella lo interrumpió antes de que lograra exponer su duda.


—A las ocho, estaré lista para la ceremonia.


La vio alejarse a paso rápido por los amplios corredores del hotel, hasta que comprendió que de alguna forma volvían a cero. Pero ¿Qué tanto se podía olvidar algo así?






— ¡Pasa! ¡Aun me falta!—Sonrió casi con ironía, con o sin modo de predicción sobrenatural, Paula ya se había vuelto alguien demasiado familiar para él.


Entró en la habitación esperando encontrar un desorden y eso fue exactamente lo que lo recibió, en un momento ella paso pitando en dirección a la habitación. Pero su silueta se perdió tan rápido que Pedro, no pudo precisar su atuendo o nada más que una sombra medio roja huir en dirección sur.


—Ya son las ocho—Le informó, aunque estaba seguro que ella lo sabía.


—Lo sé.


— ¿Entonces?


—Solo un minuto—Paula saco una mano marcándole el pedido y un segundo después toda ella emergió de la habitación. Pedro abrió los ojos sin atinar a decir o hacer más—Aun me falta el cabello—Decía conforme se colocaba una gargantilla con las manos temblorosas por la urgencia— ¿Puedes creer que esta maldita cosa no funcione? —Alzo unas pinzas que posaban inocentemente en un tocador y luego volvió a dejarlas con enfado. Él no se fijó que era aquello, tan solo la veía a ella ir de aquí para allá, con ese vestido rojo, con esas zapatillas de tacón y el vaivén de sus deliciosas caderas bajo la tela de satén.


Al admirarla tan endemoniadamente hermosa, las palabras de la noche anterior le cayeron como un golpe en el hígado. 


¿Por qué quería olvidar la sensación de tener ese cuerpo entre sus brazos? ¿Por qué dijo tremenda idiotez? ¿Por qué no se cortaba la lengua y hacia un bien al mundo?


— ¿Qué hago?—Él pestañó con fuerza, obligando a ese pequeño pensamiento traicionero a meter reversa.


— ¿Con qué?—inquirió al notar que ella lo miraba en busca de una respuesta.


— ¡Con mi cabello! ¿Qué no me ves?— ¡Sí por Dios! Eso era lo único que podía hacer, mirar, solo mirar. Se condenaría, pero estaba a nada de arrancarle ese vestidito de coctel y mirar lo que realmente le interesaba ver.


— ¿Qué tiene de malo? —Paula puso los ojos en blanco, como si en verdad lo creyera estúpido. «Pues ya somos dos»


— ¡Es un desastre! No puedo plancharlo ¿Ves esto?—Alzo un bucle entre sus dedos para sacudirlo antes sus ojos— ¡Mira! Parece que me di una descarga eléctrica—Frente a esas palabras, no pudo más que reír. Claro que ella no pensaba igual y le envió una mirada de advertencia, que tuvo el efecto contrario en él.


—No veo cual es el problema, te queda muy bien—Se acercó para fingir analizarlo en detalle. Pero solo aprovecho aquella cercanía para emborracharse de su aroma, no sabía que Paula tenía el pelo rizado y a decir verdad le gustaba más de ese modo. Lo tenía húmedo, quizás acababa de ducharse. Y esa idea trajo consigo, unas imágenes pecaminosas que mejor prefirió patear al lado oscuro de la fuerza.


— ¿Esta de broma? ¡Agg! ¡Lo odio! ¡Odio mi cabello!—Paula se le escapo, al momento que él decidía despachar toda la puesta en escena del día anterior y reclamar sus adictivos besos.


— ¿Qué quieres hacer entonces? Si tu cosa no anda… ¿No puedes llevarlo simplemente así?


—No uso el cabello de este modo, desde que algún buen samaritano invento el alisador. Salir a un evento público luciendo así, es como si el Homo Sapiens volviera a su etapa de Neandertal ¿Le pedirías un salto de ese tipo a la historia? ¿Lo harías?


Como escritora ella sabía defender sus posiciones con argumentos bastante contundentes, aunque no veía la relación entre el cabello de una mujer y la evolución del ser humano.


—No tengo idea de lo que estás hablando—Y era honesto al decir aquello—Luces preciosa, tal y como estas…—Ella alzó las cejas hasta el nacimiento de su ondulada caballera y Pedro se mordió la lengua demasiado tarde—Digo…


—No, esto…gracias—Paula intentó pasar el comentario por alto, pero el sonrojo que cubrió sus acaloradas mejillas pareció solo caldear más el tenso ambiente— ¿Realmente piensas que no me veo ridícula?


Él sonrió de medio lado y con cautela, volvió a observar cada hebra y mechón que enmarcaba su rostro de rasgos delicados.


—Te ves muy bien—Aseveró y ella le correspondió con una dudosa sonrisa. Pedro le extendió una mano, pero Paula decidió entrelazar su brazo al de él.


—Terminemos con esto.


—Estoy de acuerdo.


Y aunque no se dijeron más que eso, ambos sabían que no se referían al evento.