domingo, 30 de noviembre de 2014
CAPITULO 25
Paula tomo asiento en un escalón, dejando que su cabeza descansara sobre las palmas de sus manos. Él se quedó de pie a su lado, observándola. Parecía un niño pidiendo limosnas con esa chaqueta negra y los pantalones de chándal de su pijama. Se quedaron en silencio por largo rato, Pedro no se hacía una idea de lo que ella pudiese estar pensando y a decir verdad no quería saberlo. En algún momento un hombre pasó a su lado y ella lo detuvo para pedirle algo, él no logro oír el rápido intercambio pero cuando el extraño se metió en el hotel, ella tenía un cigarrillo en la mano.
—Pensé que no fumabas.
—Adquirí el mal hábito de escucharte—hizo una pausa dando una calada—Si puedo manejar eso, te aseguro que puedo manejar esto—Pedro presionó la mandíbula para guardarse una réplica mordaz. Tenía la intención de explicar el pequeño incidente de la mañana y sabía que peleando no conseguiría nada.
—Paula…tenemos un trabajo que nos liga, en el evento de mañana habrá escritores y editores que esperan vernos juntos—No la miraba, pero sabía que ella tenía los ojos fijos en su perfil—Aunque estés molesta conmigo, deberás superarlo para mañana en la noche.
Ella soltó un silbido entre dientes que claramente denotaba su ira, él continuó hablando antes de que decidiera ignorarlo nuevamente.
—No tiene que gustarte, no tiene que hacerte feliz. Pero bien sabes que no todo es como nosotros queremos…—Paula no dijo nada y él no se atrevió a enfrentar su escrutinio—Estamos juntos en esto, lo quieras o no. Mañana te pasare a buscar por tu habitación a las ocho y espero que estés lista para montar nuestro número.
—Eres un imbécil—No iba a negar aquello, no podría aunque así lo quisiera.
Metió las manos en los bolsillos de su sudadera y volvió la mirada al piso, a la pequeña mujer que le hablaba desde las escaleras.
—Ya te dije que no me importa si te agrado o no, tenemos que…
— ¡No tenemos nada!—exclamó poniéndose de pie repentinamente. Pedro le sacaba varios centímetros de altura, pero a pesar de ello Paula casi lucia imponente—No puedo…
—Paula, tienes un contrato…tenemos un contrato.
—No me importa, no quiero trabajar contigo. ¡No puedo! —Ella lo miro con la desilusión trasluciendo en sus ojos. Y él tuvo que admitir para sus adentros que estaba haciendo todo mal. Pero ninguna palabra salía de sus labios para redimirlo, era como si algo lo detuviera, lo censurara. Paula sacudió la cabeza y se dio la vuelta para entrar en el hotel.
—Olvídalo todo, olvida lo que dije y lo que hice—Ella se detuvo pero sin volverse—Eso…eso ya no importa. Empecemos de nuevo, solo…—Caminó hasta posarse a su lado—Olvidemos esta mañana
— ¿El beso? ¿O lo idiota que fuiste después? —Pedro suspiro pesadamente, pero de alguna forma sabía que debía tomar ese camino.
—Ambos.
Paula proyecto la mirada al frente y tras lo que pudo ser un eterno minuto, asintió.
—Entonces, ambas cosas están olvidadas—Su voz fue el reflejo de la suya propia, carente de entonación o emoción.
— ¿Mañana…?—Comenzó y ella lo interrumpió antes de que lograra exponer su duda.
—A las ocho, estaré lista para la ceremonia.
La vio alejarse a paso rápido por los amplios corredores del hotel, hasta que comprendió que de alguna forma volvían a cero. Pero ¿Qué tanto se podía olvidar algo así?
— ¡Pasa! ¡Aun me falta!—Sonrió casi con ironía, con o sin modo de predicción sobrenatural, Paula ya se había vuelto alguien demasiado familiar para él.
Entró en la habitación esperando encontrar un desorden y eso fue exactamente lo que lo recibió, en un momento ella paso pitando en dirección a la habitación. Pero su silueta se perdió tan rápido que Pedro, no pudo precisar su atuendo o nada más que una sombra medio roja huir en dirección sur.
—Ya son las ocho—Le informó, aunque estaba seguro que ella lo sabía.
—Lo sé.
— ¿Entonces?
—Solo un minuto—Paula saco una mano marcándole el pedido y un segundo después toda ella emergió de la habitación. Pedro abrió los ojos sin atinar a decir o hacer más—Aun me falta el cabello—Decía conforme se colocaba una gargantilla con las manos temblorosas por la urgencia— ¿Puedes creer que esta maldita cosa no funcione? —Alzo unas pinzas que posaban inocentemente en un tocador y luego volvió a dejarlas con enfado. Él no se fijó que era aquello, tan solo la veía a ella ir de aquí para allá, con ese vestido rojo, con esas zapatillas de tacón y el vaivén de sus deliciosas caderas bajo la tela de satén.
Al admirarla tan endemoniadamente hermosa, las palabras de la noche anterior le cayeron como un golpe en el hígado.
¿Por qué quería olvidar la sensación de tener ese cuerpo entre sus brazos? ¿Por qué dijo tremenda idiotez? ¿Por qué no se cortaba la lengua y hacia un bien al mundo?
— ¿Qué hago?—Él pestañó con fuerza, obligando a ese pequeño pensamiento traicionero a meter reversa.
— ¿Con qué?—inquirió al notar que ella lo miraba en busca de una respuesta.
— ¡Con mi cabello! ¿Qué no me ves?— ¡Sí por Dios! Eso era lo único que podía hacer, mirar, solo mirar. Se condenaría, pero estaba a nada de arrancarle ese vestidito de coctel y mirar lo que realmente le interesaba ver.
— ¿Qué tiene de malo? —Paula puso los ojos en blanco, como si en verdad lo creyera estúpido. «Pues ya somos dos»
— ¡Es un desastre! No puedo plancharlo ¿Ves esto?—Alzo un bucle entre sus dedos para sacudirlo antes sus ojos— ¡Mira! Parece que me di una descarga eléctrica—Frente a esas palabras, no pudo más que reír. Claro que ella no pensaba igual y le envió una mirada de advertencia, que tuvo el efecto contrario en él.
—No veo cual es el problema, te queda muy bien—Se acercó para fingir analizarlo en detalle. Pero solo aprovecho aquella cercanía para emborracharse de su aroma, no sabía que Paula tenía el pelo rizado y a decir verdad le gustaba más de ese modo. Lo tenía húmedo, quizás acababa de ducharse. Y esa idea trajo consigo, unas imágenes pecaminosas que mejor prefirió patear al lado oscuro de la fuerza.
— ¿Esta de broma? ¡Agg! ¡Lo odio! ¡Odio mi cabello!—Paula se le escapo, al momento que él decidía despachar toda la puesta en escena del día anterior y reclamar sus adictivos besos.
— ¿Qué quieres hacer entonces? Si tu cosa no anda… ¿No puedes llevarlo simplemente así?
—No uso el cabello de este modo, desde que algún buen samaritano invento el alisador. Salir a un evento público luciendo así, es como si el Homo Sapiens volviera a su etapa de Neandertal ¿Le pedirías un salto de ese tipo a la historia? ¿Lo harías?
Como escritora ella sabía defender sus posiciones con argumentos bastante contundentes, aunque no veía la relación entre el cabello de una mujer y la evolución del ser humano.
—No tengo idea de lo que estás hablando—Y era honesto al decir aquello—Luces preciosa, tal y como estas…—Ella alzó las cejas hasta el nacimiento de su ondulada caballera y Pedro se mordió la lengua demasiado tarde—Digo…
—No, esto…gracias—Paula intentó pasar el comentario por alto, pero el sonrojo que cubrió sus acaloradas mejillas pareció solo caldear más el tenso ambiente— ¿Realmente piensas que no me veo ridícula?
Él sonrió de medio lado y con cautela, volvió a observar cada hebra y mechón que enmarcaba su rostro de rasgos delicados.
—Te ves muy bien—Aseveró y ella le correspondió con una dudosa sonrisa. Pedro le extendió una mano, pero Paula decidió entrelazar su brazo al de él.
—Terminemos con esto.
—Estoy de acuerdo.
Y aunque no se dijeron más que eso, ambos sabían que no se referían al evento.
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