domingo, 7 de diciembre de 2014
CAPITULO 42
Tres consejos para la cita perfecta.
—¿Qué tal luzco?—Paula se volvió en dirección a Flor, quien la observó críticamente desde el sofá.
—Nada mal—respondió con un leve asentimiento—¿Cuándo debes colocarte la venda?—Ella frunció el ceño de manera interrogante.
—¿Qué venda?—No recordaba ningún accidente, pero tal vez Flor veía algo en ella que valía la pena ser cubierto.
Pensaba que su falda celeste cubría lo suficiente de sus piernas y que su camiseta si bien enseñaba algo de escote, parecía bastante recatada y correcta para una primera cita.
—Bueno ya sabes—dijo su amiga poniéndose de pie y haciéndole una seña para que se diera vuelta.
Paula obedeció a tiempo que sentía las manos de Flor tomando los mechones de su cabello, para darle un acabado ligeramente decente a sus bucles. Ese día no lo había planchado, Pedro en más de una ocasión le había mencionado que le agradaba su cabello al natural, por lo que estaba dispuesta a lucir sus rulos con orgullo. Al menos esa vez, no prometería nada de las próximas veces.
El asunto con su cabello era algo que tomaría años de terapia, para poder aceptarlo tal y como es. Pero era un buen primer paso.
—¿Qué sé?—inquirió aplacando una mueca, cuando Flor “accidentalmente” le volvió el rostro hacia adelante.
—Una cita a ciegas—informó como si con eso dejara todo claro.
—No te entiendo. —Flor bufó.
—Si serás tonta, es una cita a ciegas lo que significa que uno de ustedes dos no debería ver al otro. Pedro conducirá así que supuse que tú serias la de la venda. —Su amiga finalmente liberó su cabello y Paula tuvo que volverse para mirarla con el mayor de los desconciertos. No podía estar hablando en serio. Pero un vistazo a su rostro lo confirmó, ella realmente creía que así funcionaban las citas a ciegas.
Un recuerdo muy fugaz golpeó su mente y fue entonces que no pudo aguantarlo un segundo más, rompió en una profunda y llorosa carcajada ante el serio semblante de su amiga. Flor se cruzó de brazos bastante molesta y esperó hasta que a ella se le pasara la pataleta, pero por más que lo intentaba la risa volvía a burbujear en su interior hasta liberarse por sus labios intensamente. Entonces su amiga le dio un golpe en la cabeza y todo en ella se silencio abruptamente.
—Eso ha sido grosero—Se quejó arreglándose nuevamente el peinado—Sabes que no es fácil trabajar con esto.
—Pues no te rías de mi, mocosa. —Paula se mordió el labio para contenerse. —Tú me hiciste ir así a una cita a ciegas.
—Es que…—Las lágrimas de risa humedecían sus pestañas, esto iba a ser más duro de lo que pensaba—Aquella vez que te mande con una venda en los ojos, era porque sabía que tú no querías salir con Fer y los dos nos habíamos devanado los sesos pensando una manera. Entonces se me ocurrió que si te decía que era una cita a ciegas y que debías llegar al restaurante, y colocarte una venda en los ojos tú le darías tiempo suficiente para que él hiciera lo suyo—Se silenció al ver las chispas que saltaban de sus ojos verdes. —Lo que si me preguntas, funcionó de las mil maravillas.
—¿O sea que me hiciste sentar como una idiota con los ojos vendados, sólo porque él es un idiota inseguro?—Paula sonrió asintiendo con cuidado.
—Es el idiota inseguro que amas ¿no? ¿Cuál es el problema?
—¡El problema es que voy a patearte en cualquier momento y tal vez termines necesitando un lazarillo que te lleve a tu cita!
—Eres demasiado agresiva, amiga, yo intentaba hacerte feliz—Flor la miró con ojos en rendija, esa era su señal para “corre o esto terminara mal”
Afortunadamente golpearon la puerta y Paula salió disparada a abrir, olvidándose momentáneamente del articulo que había leído el día anterior, en donde se aconsejaba tener al hombre esperando en el umbral algunos segundos, de ese modo una no se mostraba tan desesperada por verlo. Era una ley universal para las mujeres, en donde se estipulaba claramente que: “Jamás debes contestar la puerta, al primer timbrazo” conocimiento de secundaria, según remarcaba la escritora.
Ella estaba segura que debía seguir esas palabras, pues una columnista de una prestigiosa revista femenina no hablaría porque si. Seguramente estaría más que calificada para afrontar una cita, al menos más que ella. Pero en ese instante, tuvo que desecharlo todo pues el instinto de supervivencia apremiaba. Y Flor no se veía muy dispuesta a perdonarle la pequeña broma.
—Hola Paula, hola Flor —Ella lo jaló del brazo y cerró la puerta encaminándose apresuradamente por el pasillo—Adiós Flor. —susurró Pedro quizás algo confundido por las corridas.
—No preguntes—Lo silenció Paula y él asintió, caminando detrás de ella como era su costumbre. Una miradita a su atuendo, le dijo que esa costumbre se estaba volviendo una de sus favoritas.
Una vez que sortearon a los reporteros y hallaron el deportivo de Pedro, estacionado a dos tortuosas calles de distancia, Paula se sintió tranquila de poder arrebujarse en su interior. Él colocó esa música suave de pianos y violines, haciéndola comprender lo poco que sabía de Pedro. No tenía idea cuales eran sus gustos musicales o el por qué de escuchar clásicos mientras conducía, tampoco sabía nada de su vida antes de ser escritor o para el caso si había hecho algo mas en sus veintiséis años. Él llevaba cuatro años en el negocio, pero ¿Y antes? Eran preguntas que estaba dispuesta a descubrir ese día, la cita había comenzado temprano por lo que ella descartaba una cena romántica a la luz de las velas. A menos que él estuviese pensando en llevarla en su jet privado a alguna isla tropical, donde fuese de noche o mejor aun, a una función de opera como en Mujer Bonita. Ella no conocía la opera, sería un detalle por demás encantador y podría poner en practica eso de las reacciones. O la amas y te emocionas, o la odias y jamás te llega al corazón.
Pero apresuraba conclusiones, quizás él ni tenía un jet privado. ¿Para qué lo querría? No es una estrella de rock.
—¿Tienes un jet privado?—Se volvió para mirarla un instante, tal vez cerciorándose de que ella había soltado esa pregunta tan poco común.
—¿Un jet privado?—Asintió esperando a que respondiera—¿Para qué querría un jet privado?
—No lo sé ¿Qué ustedes los ricos no tienen lujos innecesarios?
—Creo que estas pensando en un escalafón más alto del mío. Eso de los jet privados, se reserva para los empresarios ¿no?—Volvió a mirarla en un intento de confirmar su punto—Ya sabes, los magnates de los negocios que siempre tienen un jet privado, para sacar a su chica de turno a una sorprendente cita romántica…—Él se silenció abruptamente, como si una idea acabara de tocar su puerta neuronal—No estarás pensando que te montare en un avión, para llevarte a la opera o algo así ¿verdad?—Paula se sonrojó sin negar o afirmar nada, Pedro sacudió la cabeza sonriendo—Tranquila, no es tu culpa…al parecer Julia Roberts y su cuento de hadas, alteró el cerebro de varias generaciones.
—Oh no seas idiota, sólo me estoy preguntando a dónde vamos. No es como si al finalizar esto, me recompensaras con tres mil dolores. —Él la miró de soslayo, sonriendo socarronamente.
—Si mal no recuerdo, ella cobraba por prestar un servicio—Paula enarcó una ceja, pensando lo que sus palabras implicaban.
—Tienes razón, debí cobrarte por adelantado—Pedro sacudió la cabeza riendo y ella se mordió el labio, incapaz de refrenar los golpeteos de su corazón. Se sentía irreal que estuviese comparando aquella cita, con una película y aun más irreal, comparar a Pedro con Richard Gere. No que el actor no le gustara, pero el hombre que tenía a su lado no debía llevarla a la opera, o hacer nada tan ostentoso. Ella con verlo sonreír, hasta ya se sentía como su Mujer Bonita—. Entonces ¿no me dirás a dónde vamos?
—Es un secreto, no sería cita a ciegas sino. —Paula pestañó, pensando ¿Cuál sería el verdadero significado de una cita a ciegas?
—¿Qué no se supone que si es una cita a ciegas, no deberíamos conocernos?
—¿Entonces como lo haríamos? ¿Te levanto de la carretera y fingimos que somos dos desconocidos?—Ella puso los ojos en blanco. —Incluso puedo pagarte.
—¿Tres mil dolores?
—Eso se va de presupuesto.
—Entonces olvídalo, lo haremos a la antigua. —Pedro rió, esperando a que se explicara. —Tenemos que pretender que no sabemos nada del otro.
—De acuerdo. —Aceptó bajándole el volumen a la música.
—¿De qué trabajas?
—Soy escritora ¿tú?
—Vendo droga en la puerta de las escuelas.
—¡Pedro!—Se quejó sin hallarle gracia a su comentario.
—Bien, también he escrito algún que otro soneto cuando los niños comenzaron a descubrir que el éxtasis era mejor que el crack.
—No eres gracioso.
—Tú ya sabes de que trabajo, Paula—Ella se cruzó de brazos y volvió su atención hacia la ventana, lo escuchó suspirar quedamente—En los primeros años de mi carrera, realmente escribía sonetos en Italia.
—¿En serio?—Lo miró con la curiosidad renovada.
—Así es y podías hacerte acreedor de uno, por el escaso valor de una lira.
—Eras barato—Él se encogió de hombros.
—No lo hacía por el dinero, supongo.
—¿Trabajabas con los gondoleros?
—A veces, pero casi siempre estaba en la Fontana di Trevi. —Paula intentó imaginarse a un Pedro mas joven, sentado junto a la hermosa fuente escribiendo para los enamorados que echaban sus monedas y sus deseos al agua. Ella habría sido más osada y financiado su día de trabajo con las mismas monedas de la fuente, pero obviamente Pedro tenía más entereza de carácter.
—¿Hablas italiano?—Allí iba otro detalle del cual ella no tenia idea.
—Sí, viví varios años en Italia. —Pablo abrió la boca para hacer otra pregunta, cuando el sonido de un teléfono la interrumpió. Él respondió la llamada con un botón en el mismo volante.
—Pedro Alfonso.
—¿Así qué es cierto?—preguntó, una voz femenina que ni se molestó en el protocolar saludo. —Estaba en el salón de bellezas hoy…—Continuó ella sin aguardar respuesta, Pedro rodó los ojos casi imperceptiblemente pero Paula lo había captado. —Peinando a esa fofa señora O´Donell, cuando escuché que irías a ver a Oprah. ¡Dime que es cierto! —Una vez mas la desconocida al otro lado de la línea, siguió sin esperarlo a él—Porque si vas con Oprah debes asegurarte de conseguirme su autógrafo y decirle que soy su mayor fan en el mundo, además…
—Luciana ¿Por qué en el nombre de Dios, iría yo a ver a Oprah?—La interrumpió Pedro finalmente.
—No lo sé, ahora estas en las noticias ¿Por qué ella no te invitaría a su programa?
—En primera, porque ella entrevista celebridades, en segunda porque…Oh no lo sé ¡Estoy como a un océano de distancia! —Paula ahogó una risilla al oírlo tan irónico y por primera vez no con ella, era bueno saber que al menos ese trato desdeñoso no era algo personalizado.
—No seas grosero, niño rata. Hay muchas noticias dando vueltas sobre ti y en realidad me duele ser la ultima en enterarse de todo. —Luciana había bajado la voz como si realmente estuviese dolida al respecto—Tú única hermana, debe estar escuchando los chismes de las viejas brujas
porque tú no te dignas a darme un maldito aviso. ¿Habría sido mucho decirme que te estabas revolcando con tu colega?
—¡Luciana!—La acalló, mirándola con algo muy parecido a vergüenza.
—¡Oh Pedro! No soy tan estúpida, sé que no te estas guardando para el matrimonio. Así que no me vengas con esas babosadas.
—Juro que si no te callas…—La amenazó, pero su hermana estaba a años luz de descifrar su tono de aviso o quizás, simplemente le daba lo mismo.
—Quiero conocerla, parece mona en las fotos y Dios! Si que parecía estar con hambre de ti…o sea como te tenia pegado, maldición si hasta pensé que era una revista para niños cochinos.
—¡Voy a colgar!
—¡No! Aguarda—Paula se sintió ligeramente azorada ¿En realidad lucia tan hambrienta?—Tengo un mensaje de mi padre. —Por la forma en que lo anunció, daba a entender que no era el mismo que el de Pedro.
—¿Y qué dijo?—preguntó él estirando una mano en su dirección para atrapar la suya, Paula sonrió tímidamente y le devolvió el apretón.
—Dijo si aun querías hacer eso que le dijiste que tenias planeado hacer. ¿Por qué tanto misterio? ¿Estas planeando matar a alguien?
—Calla estúpida, dile que sí.
—No me digas estúpida, pequeña rata peluda. —Pedro sacudió la cabeza, soltando un suspiro completamente dirigido hacia su hermana.
—¿Algo más?—No se esforzó en lo mas mínimo por ocultar su tono exasperado.
—Sí, también dijo que eras adoptado y que no te quería mas… ¿Sabes? Yo le había pedido un perrito, por lo que fuimos a la perrera más cercana y tú estabas allí. Aun no entiendo por qué no nos trajimos ese Cocker Spaniel, ciertamente era más…—Y entonces Pedro colgó, se volvió para mirarla un instante para luego sonreír tranquilamente.
—Sigue escapándose de los neuro—siquiátricos. —Diciendo eso, dio por zanjada esa cuestión.
Paula se mordió el labio para no reír o seguir preguntando, optando por asentir concienzudamente. Tal y como el consejo número dos decía: “No lo presiones mas de la cuenta, cuando un hombre se siente seguro comparte sus pensamientos. Si lo presionas, solo lograras ponerlo a la defensiva”
Con las palabras del artículo dando vueltas en su mente, prefirió no ahondar en el tema de su hermana. Aunque desde ese instante decidió que Luciana le agradaba y mucho.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Muy bueno,seguí subiendo!!!
ResponderEliminarJajajaja me mató Lucíana! Buenísimos caps! Espero ansiosa los prox! Bsoo @GraciasxTodoPYP
ResponderEliminarEspectaculares los 2 caps. Ansiosa por leer los de mañana jaja
ResponderEliminarQue buenos capítulos.. y Luciana genial jajajajajja
ResponderEliminarGeniales los 2 capítulos! a dónde la llevará??? Y Luciana es genial! igual que el padre!
ResponderEliminar