viernes, 28 de noviembre de 2014
CAPITULO 21
Mente y Cuerpo
—Amm…—Paula inspeccionó los alrededores, como si de allí pudiese obtener una respuesta— ¿Cómo te ayudo?
Finalmente opto por evadirse, haciendo de cuenta que no lo veía de reojo, mientras él se desabotonaba la camisa para evitar mancharla. No se la quitó, pero ¿Qué diferencia hacia? Llevándola abierta solo impulsaba a cualquier mujer que pasara por allí, a investigar su cuerpo deslizándosela por los hombros, para luego maravillarse descubriendo los contornos que ocultaban las mangas.
Suspiro y se obligó a poner atención, Pedro le había dicho algo, pero su mente no lo había procesado. A decir verdad, dejó de procesar tras la liberación del primer botón.
—Se supone que hay una tuerca de seguridad—Decía él, acuclillándose junto al neumático defectuoso. «¡Oh bendito neumático! En tu inocencia, no sabes lo que has hecho» —Búscala en el maletero…—Paula no reacciono— ¿Paula?—Dio un respingo, cuando él decidió increparla con su mirada.
—Sí, voy—Sus pies obedecieron sus órdenes, afortunadamente, y se dirigió a la parte trasera del auto en busca de la tuerca de seguridad.
Tuvo que descorrer los bolsos para poder revisar cada esquina, intentando por todos los medios ignorar los movimientos que efectuaba el auto, cada vez que Pedro ejercía fuerza con la llave de cruz. Adelante y hacia atrás, era como una irónica broma del destino. Y la maldita tuerca no estaba. ¡Ah! Bingo.
—Ten…—Él estiro una mano, sin ponerle mucha atención y Paula se contentó de ello. Al menos uno de los dos estaba manteniendo la compostura.
—Te dije tuerca—Ella parpadeo momentáneamente confundida.
—Eso te di—Pedro soltó un suspiro irritado.
—Esto no es una tuerca, es un destornillador—Frunció el ceño, sí bueno era nula en lo que a herramientas se refiere, pero sabía cómo lucía un destornillador y ese no era uno.
—Si ya—Le respondió mordazmente, él enarco una ceja incorporándose de su posición junto al neumático. Paula se sintió por un segundo en desventaja, Pedro le sacaba mucha altura y cuando se proponía lucir intimidante, lo lograba sin mucho esfuerzo.
—Es un destornillador—Repitió, y tomando el pequeño tubo negro presiono la parte posterior haciendo que una punta metálica se liberara desde uno de los extremos. Justo como una navaja de campaña. Ella abrió la boca para replicar, pero se la tuvo que guardar en el bolsillo, efectivamente la punta metálica tenía la forma de un destornillador.
—Oh bueno ¿Cómo iba a saber que a tu destornillador le gusta camuflarse? —Se lo arrebato de las manos y volvió a tirarlo en el interior del maletero. En ese instante le llego el murmullo de la risa de Pedro y sin quererlo realmente, sonrió también.
Buscó por todas partes, estaba casi segura que nada de lo que tenía apartado a un lado era una tuerca. Al menos que la tuerca de Pedro, también tuviese complejo de camaleón.
—Paula ¿Y la tuerca?
—No la encuentro.
— ¿Buscaste bajo los bolsos?—Ella puso los ojos en blanco, la creía estúpida ¿o qué?
—Busque bajo los malditos bolsos, no hay nada.
—Imposible—Paula se apartó del maletero para ir hasta su lado, lo observo con los brazos cruzados al pecho en claro gesto de molestia.
—No, no es imposible. No hay nada, tú no metiste la condenada tuerca en el maletero.
—Paula…—Dijo él, pero repentinamente calló y mesándose el cabello con una mano sucia volvió a incorporarse—Déjalo…yo la buscó—Paso a su lado, haciendo alarde de su férreo control. Ella soltó un bufido entre dientes, no era tonta, la tuerca no estaba.
—Pues perderás tú tiempo.
—Yo me preocupo de mi tiempo, tu del tuyo. Metete adentro, terminare más pronto…—Obviamente iba a añadir algo más, pero tal vez su ceño profundamente fruncido lo disuadió.
—No soy boba, se buscar y la tuerca no está. Maldición, nos vamos a quedar aquí y no llegaremos…y luego Julieta se las agarrara conmigo…
—De acuerdo, cálmate ¿Quieres? —Frente a su recriminación, tuvo que hacer un alto. Realmente estaba actuando a la defensiva, cuando él no estaba haciendo nada malo o censurable. Se estaba encargando de la situación y a ella solo la atacaban los reproches ¿Por qué? No es como si Pedro, hubiese planeado que el neumático perdiera el aire.
Se mordió el labio con fuerza, procurando que el dolor le llegara al cerebro y comenzara la irrigación sanguínea. ¿Qué le pasaba? Ellos estaban bien ¿Por qué quería pelearle? ¿Por qué?
—Si no encuentras la tuerca ¿Qué haremos?
—No lo sé—Su respuesta le llego algo amortiguada, cuando espió la razón, se encontró a Pedro metido casi de cuerpo completo en el maletero del auto.
—No quiero quedarme en medio de la nada, no hay baños, ni comida y…—Sacó el teléfono del interior de su chaqueta—Y no hay señal… ¡Pedro no hay señal!—Exclamó como si decirlo dos veces fuese de alguna ayuda.
—Paula…—Volvió decir él, logrando que ella se exasperara. Su tono evidenciaba cierto cansancio, algo enmascarado tras un velo de condescendencia. Parecía un padre, dándole una explicación de etiqueta a una chiquilla revoltosa.
— ¡No me hables así! —Pidió frustrada—No me gusta que me hables así.
—Perfecto.
— ¡Ash! Lo estás haciendo de nuevo—Pedro emergió del maletero y la miró con una ceja enarcada.
— ¿Qué hago?
—Me hablas como si fuese una niña.
— ¿Sera porque te estas comportando como una?—La increpo perdiendo la tranquilidad de momentos antes— ¡Demonios Paula! ¿Es que no sé qué rayos ocurre contigo?
— ¿Qué no sabes? ¡Por culpa de tu maldito auto estamos varados!
— ¿¡Ahora es mi culpa!? —exclamó haciéndola sobresaltar—No es algo que me haga gracia, pero escuchar tus quejas no hace las cosas más llevaderas. Si no estás dispuesta a ayudar, metete dentro y cierra la boca.
— ¡No me mandes a callar! Ya decía yo que esto era demasiado bueno, tú sumiso ¡Ja! Es como pedir sumisión a Hitler—Él le obsequio una muy irritada miradita, y sin decir nada volvió su atención al interior del maletero— ¿Qué pretendes encontrar allí? ¡Es obvio que no hay nada! Tu tuerca no está, acéptalo amigo—Entonces el maletero se cerró de un bandazo, ella brinco en su lugar y cuando se encontró con sus ojos, no supo decir que emoción relucía en ellos.
—Es todo ¿¡Qué demonios ocurre!? —Le gritó apabullándola con su presencia, Paula retrocedió hasta que su trasero golpeo la superficie brillosa del auto— ¿Acaso te propusiste sacarme de mis casillas el día de hoy? ¿Estás aburrida o qué? No solo llegaste tarde, no solo roncaste la mitad del camino, sino que también me vas a molestar por cada estupidez que cruce tu mente.
— ¡No son estupideces, tú insistes con la puta tuerca! Y no quieres aceptar que nos vamos a quedar aquí…sin posibilidades de ser salvados, por si no te diste cuenta solo hay vacas y pasto—Apunto los alrededores enfatizando sus palabras. Pedro sacudió la cabeza y presiono los ojos en líneas al mirarla—Ni creas que me intimidas ¿Tú estás molesto? ¡Yo llevo esta falda torturando mi abdomen desde hace tres horas!
—Haberlo dicho antes—Y antes de que pudiese reaccionar, Pedro avanzó logrando que ella se aplastara contra el auto. Estiro una mano y Paula se encogió en sí misma. No reparó en las cosas, mientras él movía su mano por sus caderas en una insinuante pero tímida caricia que se deslizo hasta sus muslos y continuó el viaje hasta sus rodillas.
Contuvo el aliento, no se movió, no dijo nada…solo sintió el instante en que él rasgaba el lateral de su falda, abriendo un corte perfecto en toda la longitud de su pierna izquierda.
Era como si lo hubiese realizado un profesional, no pudo más que asombrarse de ello. Automáticamente el aire acaricio su muslo y sintió como disminuía la presión de la falda en su cuerpo. Bajó la vista para inspeccionar los resultados y boqueó sin poder conectar un pensamiento claro, al encontrar la mano de Pedro reposando en la parte que aun unía toda la pieza.
—Rompiste mi falda—susurró sin ningún sentido.
Porque esperaba de alguna forma que las palabras, la ayudaran a pensar con claridad. No en su cercanía, no en el calor de su mano sobre su cuerpo, no en sus atormentadores ojos azules brillando con descaro por la hazaña realizada. No, no debía pensar en ello y aun así su respiración se aceleró presa de una emoción embriagadora.
«¡Mal!» Le grito alguna parte de su subconsciente… aun consiente. Pero otra voz más clara y firme, se manifestó con un eufórico «¡Hurra!» Que prácticamente expresaba todo lo que se venía guardando desde hace tiempo.
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