sábado, 29 de noviembre de 2014

CAPITULO 24




Evento parte 2



— ¿A quién votaste como mejor en ciencia ficción?


—A nadie—Ella lo observó de soslayo sin comprender del todo su respuesta.


— ¿A nadie?—repitió incrédula.


—Pienso que nadie se merece el premio—Paula rodó los ojos incapaz de seguir su razonamiento, e intentando parecer normal alzó una mano para saludar a alguien en la mesa de junto. No que lo conociera pero sin sus lentes, esa persona podía ser un desconocido como también podía ser uno de sus hermanos. Y como bien dice el dicho: mejor prevenir que...bueno, lo que sea. Ella sabía que no podía “curarse” la vista, así que ese estúpido dicho, no cuadraba en esa escena.


—Había muy buenas historias nominadas en esa categoría ¿Cómo es que ninguna consiguió tu aprobación? —Pedro se encogió de hombros, volviendo el rostro unos milímetros para murmurarle la respuesta.


—El mejor era Donelly, pero como ser humano me desagrada y no pienso darle mi voto a un idiota egocéntrico como él—Tuvo que ahogar una carcajada irónica al oír aquello.


—Claro, tú solo aceptas que tu ego sea el que se infle por los aires, pero no el de los demás.


—Exacto.


—Estúpido—Pedro la miró frunciendo el ceño.


— ¿Acaso esperas que lo ayude a ganar un premio? Él no va a votarme a mí.


— ¿Cómo lo sabes?


—Solo lo sé —Eso no era una respuesta. Paula se cruzó de brazos indignada por lo lento que avanzaba todo, por la horrible comida que les habían servido y porque Pedro no estaba siendo amable con ella— ¿Tú votaste por mí?—Ella no respondió.


No le daría el gusto de oírla admitir que sí lo había hecho.


 Pues sí, podía haber ciento de disparidades entre ellos, pero ella aun pensaba que era un excelente escritor y sabía que ganaría aquel evento. Sabía que no era competencia para Pedro, quien tenía más premios que la selección brasileña de futbol.


—Estos mariscos huelen raro.


—Es pescado ¿De aquí a cuando el pescado huele bien? —De acuerdo, el cambio de tema había sido patético. Hablar de comida o del clima, es como caer en el más ridículo de los cliché cinematográficos.


Pero no es como si su coprotagonista se la estuviese haciendo fácil, Pedro se había comportado extraño todo el camino al gran salón de eventos. Y una vez que ocuparon su mesa, no dejo de mascullar comentarios mal logrados para cada escritor que veía. “Ese se acostó con la mujer de aquel” “Esa le robo la idea a su hermana…ahora es tan rica que da asco y su hermana está desaparecida o muerta” Y así fue toda la maldita velada, era como si necesitara llenar el silencio entre ambos con sandeces. Ella sabía que Pedro no quería contarle aquellas cosas, pero no encontraban nada más que decirse. Como si de alguna forma cualquier otro tema que tocaran, pudiera ser potencialmente peligroso.


Para cuando Julieta y Javier dejaron de repartir besos y halagos, ellos dos parecían niños impacientes por comer algo de azúcar. Sacudían las piernas por debajo del mantel, golpeaban cucharitas y bebían agua con excesiva urgencia. Estaba fluctuando entre ellos esa necesidad invisible de mantenerse ocupados, pero ¿Para qué? ¿Para no mirarse? ¿Para no decir algo que los comprometiera? ¿Para no despertar al fantasma de la carretera? Cuando había aceptado dejar todo en el olvido, no reparo en el detalle de que debería pasar los siguientes meses de su vida, padeciendo el recuerdo de algo que tenía enfrente. Era como darle una botella de vino a un alcohólico y golpearlo en las manos, cada vez que intentara bebérsela.


En este caso Paula se sentía como la persona en abstinencia, mientras que su Cabernet Sauvignon cosecha 1986, parecía ponerse más delicioso conforme pasaban los segundos.


— ¡Esto se pone mejor cada año!—Ni ella ni Pedro, fueron capaces de añadir algo a esa aseveración. Julieta se dejó caer en la silla junto a él y lo miró con una enorme sonrisa en sus labios rebosantes de carmín—Aunque no se vería mal, que salieras a socializar un poco—Ahora la sonrisa se posaba en ella.


Paula frunció el ceño, pero no replicó. Prefería dejar las tonterías de falsas amistades a Julieta, ella era perfecta fingiendo admirar a alguien, parecía que en la escuela de agentes la materia “besar culos” se dictaba en tres niveles distintos. Y ella se había graduado con honores.


Pedro nunca ha sido muy dado a hablar con otros escritores—Ambos miraron a Javier, quien siempre parecía hablar de Pedro como si se tratara de un pequeño mimado y consentido.


—No se me dan las adulaciones—Corroboró éste, mareando a su bebida dentro de la copa. Paula seguía los movimientos de sus manos como hipnotizada, estaba segura que en cualquier instante le fallaría y terminaría volcándola sobre el mantel.


—No por supuesto, algunos escritores solo esperan recibir halagos hacia su trabajo. Es comprensible que alguien con tu talento, se reserve dar a conocer sus gustos específicos.


Ella miró a su agente tratando de cuadrar aquel comentario. ¿Qué se suponía que significaba? ¿Si se poseía el talento de Pedro uno tenía derecho a ser desdeñoso? Paula no estaba segura de que él hubiese aceptado las palabras de Julieta, pero como siempre fingía ante ella le obsequio una sonrisa cortes, antes de volver su atención a la copa.


Lo que había podido deducir de ese intercambio; fue que era correcto ser antisocial e incluso algo antipático, si eres un gran escritor que no necesita de la aprobación del resto del mundillo literario para sobresalir. Pero en cambio, si eres una escritora que apenas llega a pagar la renta de su departamento en el centro y que aun esperas por ganar la lotería para poder comprar tu primer automóvil, entonces tu anti sociabilidad es una patología que debe ser curada.


 Curioso que dicho razonamiento, haya sido traído a colación por su amigable agente. Seguramente también había sobresalido en la clase “Como hacer sentir igual que una mierda a tu escritor de turno”

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