viernes, 21 de noviembre de 2014

CAPITULO 6




Fer y sus compañeros, se retiraron una vez que ella les agradeció inmensamente la ayuda. Sabía que Pedro estaba en punto de ebullición, pero todo había valido la pena, no se borraría jamás de su mente la expresión que él llevaba al ingresar en el departamento. Paula tuvo que contenerse para no romper en una carcajada, pero bien… él se lo había buscado. Quiso jugar con fuego cuando claramente, no estaba listo para soportar la llama, de nada podían culparla.


—Bien, ahora que ustedes dos ya están bien…yo voy a seguir con mi trabajo—Ella se giró para ver como Javier juntaba su saco, para retirarse. Oh no, no podía quedarse sola con aquel hombre. No cuando lucia como un maniaco a punto de cometer un crimen.


—Pensándolo bien, creo que yo también voy a regresar a mi casa…


—No, tú no te vas—La silenció Pedro, levantándose del sofá en el que llevaba los últimos diez minutos sentado. Ella retrocedió por instinto y él le sonrió socarronamente, notando que había logrado ponerla nerviosa.


—Has tenido un día lleno de agitaciones, lo mejor es que descanses—Miro a Javier en busca de apoyo, éste algo confundido asintió.


—Sí Pedro, con todo esto de la policía y tu desaparición…


— ¡Yo no desaparecí, con un demonio!—Ambos se sobresaltaron por su repentino despertar de emociones. 


Javier fue el primero en reaccionar, afortunadamente, pensó Paula dejando ir un suspiro.


—Lo sé, lo siento…no me refería a eso. Simplemente que ya es tarde, ambos deberían regresar a sus casas y mañana comenzar todo de nuevo. Como si este incidente jamás hubiese ocurrido.


Ella le dirigió una esperanzadora mirada a Pedro, pero por supuesto él no estaba listo para dejarla ir.


—De acuerdo Javier, tienes razón—Sorprendida por su súbito cambio, no pudo más que observarlo anonadada. Él la miro de reojo y ella supo leer en sus ojos azules, que no estaba dejando para nada el combate. Paula se estremeció.


—Bien muchacho—Javier le palmeo el hombro amigablemente— Compórtate.


La saludo con un leve movimiento de su cabeza y entonces se fue. Paula no logro decirle a sus pies que iniciaran la carrera y estúpidamente, permaneció un segundo demás en su sitio.


—Sabes todo esta cuestión de las desapariciones, me dio algunas ideas—Con un respingo se volteó, para ver al hombre de sus pesadillas demasiado cerca de su persona. Pedro sonrió sin un ápice de humor—Me pregunto…—Alzo una mano para tomar una mecha de su cabello y con innecesaria fuerza apartarla de sus ojos, Paula retrocedió frente a la amenaza que auguraba su mirar— ¿Cuánto tardaran en comenzar a buscarte?


— ¡Pedro!—Con un mano puso distancias entre ellos—Tú comenzaste…


—Oh no, mi querida…—Sacudió la cabeza y por un segundo ella se sintió siendo atravesada por su mirada de hielo—No tienes idea…cuando en realidad comience, lo notaras. Ten por seguro que lo notaras.


—Me estas amenazando.


— ¿Acaso te queda alguna duda? ¿No soy claro para ti?—Se inclinó reduciéndola completamente con su exuberante altura—Sí, te estoy amenazando. Por el bien de tu carrera, deja de fastidiarme…sal de mi camino. Nunca permitiré que una sanguijuela como tú, se cuelgue de mi éxito.


— ¿Quién demonios te crees?


—Cierra la boca…


—No me mandes a callar y ni piensen que quiero algo de ti. Jamás…—Paula intento sonar contundente—Jamás vas a oírme renunciar. Tú…—Le clavo un dedo en el pecho—Amigo…serás el que se baje de esta carrera.


—No te daré la satisfacción—Ella sonrió con sorna.


— ¿Esa es tu frase para las conquistas?—Pedro abrió los ojos con sorpresa, para luego presionarlos en finas líneas.


—Nunca lo sabrías, tú pequeña rata de biblioteca. Apuesto que esto, es lo más cerca que nunca estuviste de un hombre.


— ¡Vete al infierno!


—Gustoso, si allí no tengo que ver tu trasero flácido y tu cuerpo de niño de diez años—A Paula se le atoro el aire en los pulmones y antes de soltarte una bofetada a ese rostro de modelo, cogió su bolso para salir corriendo fuera del departamento como una estúpida colegiala.


Los ojos comenzaron a picarle y de un segundo a otro rompió en un patético llanto, al alcanzar el elevador parecía estar a punto de ahogarse con su propia humillación. Ella sabía que no era la más atractiva, sabía que su cuerpo era pequeño y no muy femenino. Había tenido que lidiar con esa clase de acosos desde la escuela secundaria, cuando todas sus compañeras comenzaron a desarrollarse a paso vertiginoso. Mientras ella se mantenía casi igual, con sus diminutos pechos copa B y su trasero esquelético. Al menos así la había descripto su primer y único novio, antes de romper con ella. Había sido una estúpida en buscar provocar a ese idiota, por supuesto que Pedro tenía armas mucho más fuertes con las cuales atacarla. Nunca debió abrir la boca, nunca debió forzarse a romper la imagen perfecta que tenia de él. Pero ya todo estaba echado a perder y aunque quisiera negarlo, sabía que no iba a retractarse.


Podía ser pequeña, fea, común o como él dijo “una rata de biblioteca” pero tenía orgullo. Eso le sobraba y no se iba a dar por vencida, si Pedro pensaba que atacando su autoestima iba a lograr bajarla de la carrera. Pues Paula le iba a demostrar su error, se necesitaba más que una cara bonita para intimidarla. Después de todo llevaba su vida enfrentando a idiotas como él, que Pedro fuese un escritor exitoso no cambiaba nada. Seguía siendo un idiota y uno que merecía un castigo.






Lunes.


Paula tenía su espumoso y humeante café entre sus finos dedos, mientras distraídamente respondía un correo electrónico, que venía retrasando desde hacía una semana. 


Su hermana menor rara vez le enviaba algo, por eso había sido toda una sorpresa encontrarse con un sobrecito anunciando su pronta visita. La razón de seguir retrasando la respuesta se debía, simple y llanamente a su madre. No se imaginaba porque razón Lily, su hermana, quería visitarla. Después de todo, su relación no era la más perfecta y sabía que esa decisión solo pondría de los pelos a su madre. Decisiones, decisiones.


Paseo con la punta del cursor, por la palabra eliminar. 


Siempre podía decirle que no había recibido nada. O evadir la respuesta, aludiendo estar demasiado atareada. Aunque su trabajo no podría estar más tranquilo en esas fechas.


Afortunadamente el estruendoso sonido de su teléfono, la ayudo a escapar de esa complicada decisión.


—Hola—dijo automáticamente, casi enviándole un agradecimiento mudo a la persona que la llamaba.


—El sábado en la noche, tenemos fecha límite—Por supuesto solo un ser humano involucionado como “él”, sería tan obtuso como para siquiera intentar iniciar la conversación con la más elemental cortesía—Envíame tú parte, le hare los arreglos necesarios…—Una pequeña pausa, como si estuviese revisando algo—Tienes dos días, así me darás tiempo de enviarte mi parte y las correcciones.
Paula se guardó un bufido, decía todo aquello como si fuese improbable que él fuese a cometer algún error digno de que ella lo corrigiese.


— ¿Y cuándo te envío mis correcciones de tú escrito?—Claro que lo menciono, ella no le daría el gusto de que pensara que lo creía perfecto. Pedro se quedó en un momentáneo silencio.


—El viernes—Fue todo lo que dijo antes de colgar. Paula sonrió, al menos no habían discutido en esa corta conversación.


Regreso hasta su computador y rápidamente, cerró la ventanita de su correo electrónico. No podía responder en ese momento, pues el trabajo la llamaba. Era tiempo de escribir y tan solo tenía dos días. Aunque ella ya tenía bastante avanzado su parte, no desperdiciaría un segundo y utilizaría su plazo para revisar a fondo cada detalle. No permitiría que Pedro le encontrara fallas, sería perfecto y entonces le demostraría, que podía estar a su nivel.








Martes.


—Hola Pedro.


—Matias, necesito que hagas algo por mí—Del otro lado de la línea, el joven soltó un suave suspiro—No te pongas a rezongar, es algo que tal vez te divierta.


—Bien, dispara—dijo el otro más animado.


— ¿Aun tienes esa fijación por los computadores?


—Mierda amigo, si vivo de eso—respondió con un deje burlón. Pedro sonrió.


—Correcto… ¿Qué tan difícil se te haría bloquear una cuenta de correo electrónico?


—Pan comido.


—Pero con algunas condiciones—señalo cauteloso.


Su plan era bastante simple, haría que los emails suyos entraran en la casilla de Paula pero los de ella jamás salieran. Entonces él aduciría tiernamente, que ella nunca le había enviado su parte del escrito y que tampoco había tenido la delicadeza de darle el visto bueno al suyo propio. 


Tanto Javier como Julieta, recibían los emails de ambos, para poder vigilar su progreso. Los de Pedro por supuesto que viajarían sin ningún problema, pero los de Paula jamás llegarían a destino. Resultado, la chica quedaba como una completa irresponsable sin ningún interés por el trabajo que ambos debían hacer. Y Javier ya no lo obligaría a desperdiciar su tiempo, con ese espécimen de mujer.


 ¡Perfecto!


— ¿Qué?—insto su antiguo amigo hacker. Desde que estaban en la escuela, Matias había mostrado un claro interés a infringir los controles tecnológicos, desde registros escolares hasta cajeros automáticos. No para robarlos, sino para demostrar que con su cerebro podía burlar al sistema. En esos momentos ya no se dedicaba a cosas ilícitas, pero de tanto en tanto siempre podía tentárselo con algún trabajo sencillo.


—Necesito que los emails que salgan de esta casilla, solo me lleguen a mí y los que entran desvíalos a cualquier parte, pero que los míos le lleguen ¿Comprendes?—No sabía si eso podía hacerse, pero si la oportunidad existía, sabía que Matias la conocería.


—Un camino de una vía, es una sencillez—prorrumpió su amigo, con voz arrogante. Siempre que se hablaba de computadores, el hombre resultaba ser un erudito— ¿A quién bloqueamos? ¿Una fanática? ¿Una acosadora? ¿Un esposo sobre protector?—Pedro rió con esa última suposición.


—No, nada de eso. Solo es una simple broma—Que con suerte le quitaría de encima a una pequeña alimaña llamada Paula.


— ¿Nombre?


—Paula Chaves.







Viernes.


A Paula no le sorprendió en lo más mínimo encontrar un email de Pedro, a primera hora de ese día. Al menos podía decirse que en lo que refería a compromisos, era confiable. 


No llegaba puntual, pero si cumplía con lo que decía.


Lo malo era que había leído ese maldito email, alrededor de cuatro veces y aun…no encontraba nada que corregirle. 


¿Tenía que ser tan perfecto en todo? La redacción estaba inmaculada, la descripción exquisita (como siempre), los diálogos graciosos pero sin llegar a ser sosos. Incluso había hecho un vistazo rápido desde el punto de vista de Charlotte y esto, había sido inigualable. Jamás había leído a su propio personaje, expresado a través de las palabras de nadie más que ella. Y por extraño que fuese, sintió en todo momento que ella misma era la que escribía. Pedro había logrado capturar su estilo al escribir, pero dándole ese toque académico y sofisticado que poseían sus escritos.


—Maldito bastardo—susurro, sacudiendo la cabeza con hipocresía. No podía negar que estaba un tanto celosa de su talento, tan natural.


Como Pedro, no estaba registrado como escritor bajo su nombre real. Era difícil encontrar información que fuese autentica, algunas fanáticas escribían tonterías que querían hacer sonar como reseñas bibliográficas. Pero la historia de vida de él era un completo misterio. Por lo que Paula, no tenía idea si tenía preparación académica, si habría estudiado en una gran Universidad o si su talento era algo innato. Nada, ella no sabía nada de él.


Se rindió tras pasar dos horas, releyendo las diez páginas que le había enviado. Simplemente tuvo que morderse la lengua y aceptar que en esa ocasión, no podría remarcarle errores. Lo bueno, al menos, fue que Pedro al parecer no tenía errores que remarcarle a ella tampoco. Pues no le había enviado sus “correcciones”, tan solo el email con su parte. Eso la había dejado mucho más tranquila, se había pasado mucho tiempo vigilando hasta la última coma. Y se contentó, sabiendo que su arduo trabajo no había sido en vano.




Sábado.



— ¿Paula?


Su puerta se abrió, sin darle tiempo a responder a la persona del otro lado. Fer ingreso a su departamento cargando algunas bolsas transparentes, las mismas que se utilizan para trasportar trajes o vestidos.


—Sí—dijo ausentemente, mientras se retiraba las gafas que utilizaba para escribir.


—Pues aquí tengo los disfraces, te digo que te encantara lo que escogí para ti—Fer hablaba tan rápido, que a ella normalmente le costaba seguir el hilo de sus peroratas.


— ¿Para mí?


—Para la fiesta de Cata, ya sabes la que nos dijo que estaba preparando— Asintió recordando la reunión del club de lectoras, donde ella había sido invitada de honor el mes anterior. A pesar de llevar los últimos tres años, siendo parte del grupo.


Cata, una de las mujeres que asistía. Les había comentado de la fiesta de disfraces que organizaría para su cumpleaños o para su graduación de algo, o ¿Quién sabe para qué? Ella quería festejar y quería disfrazarse, la razón no importaba mucho, siempre y cuando se llevara a cabo.


—Oh… ¿Ya escogió fecha?—pregunto sin muchos ánimos.
No era muy proclive a las fiestas y mucho menos a los disfraces, bien sabia el mundo que llevar su cara ya era un gran mérito. ¿Adornarla con una máscara? ¿Para qué?


—Bromeas… ¡Ya mando las invitaciones! Por supuesto que nos confirme a las dos… ¿Qué no viste el correo?


—No ¿Cuándo lo envió?—Pensó que quizás las había enviado la noche anterior y por eso, ella aun no las había visto.


—Las mandó el martes—Paula frunció el ceño confundida.


—No, imposible.


— ¡Que sí!—exclamo Flor, sacando de su bolsillo un arrugado papel—Ves aquí…lo imprimí para ver si conocías la dirección.


Paula tomo la hoja entre sus manos y leyó vagamente las palabras en tinta dorada. Sacudió la cabeza y fue hasta su computador, para revisar la bandeja de entrada, la de salida y la de correo no deseado. Nada.


—Tal vez olvido incluirme—murmuro intentando no evidenciar su alivio, sin invitación no se vería en la ridícula tarea de disfrazarse.


— ¡Claro que sí! Ya te dije que yo confirme por las dos y ella dijo que estaba feliz de que fuéramos.


—De acuerdo—Accedió con un suspiro— ¿Cuándo?


—Esta noche tontita, así que…—Sacudió las bolsas que traía en sus manos—Escoge ¿Sexy enfermera o vampiresa? 


—Paula puso los ojos en blancos, ambos disfracen parecían ser ideales para trabajos poco honorables.


— ¿Y el de prostituta lo llevaras tú?—Le preguntó en broma, Flor la miró con los ojos en rendija pero terminó por sonreír. Después de todo había conseguido arrastrarla a aquel lamentable evento ¿no?




Estaba parada enfrente de su espejo colocando la última gota de sangre en su labio, por supuesto era una vampiresa. Pues el carmín rojo y las lentillas celestes casi blancas, le sentaban a la perfección a su rostro pálido.


No necesito colocarse ningún maquillaje, como no salía mucho al sol su tez era normalmente blancuzca y las sombras negras alrededor de sus ojos, incluso la hicieron lucir de mirada misteriosa.


Su traje consistía en un corsé negro de una tela brillosa que se pegaba a su cuerpo, parecía cuero pero no era tan caluroso y claro que era más liviano. Se cerraba con una cremallera al frente, que quedaba perfectamente oculta entre las líneas de la pieza. En la parte inferior lucía una falda hasta medio muslo, también negra y desgraciadamente más corta de lo que ella hubiese querido.


 Las botas negras parecían cubrir más piel que aquella minúscula falda, pues le abrazaban la pierna hasta culminar en sus rodillas. Cualquiera pensaría que estaba a punto de salir a montar. Su traje se veía completado por una capa negra que afortunadamente, la cubría casi hasta la mitad de su pierna. Tenía unos colmillos falsos, pero prefirió guardarlos para más tarde. Para cuando tuviera que alimentarse.


— ¿Qué tal?—insto mirando a Flor, quien estaba de la risa vestida de enfermera sexy. Sus atuendos eran bastante similares, pero su amiga llevaba una chaquetilla en vez de un corsé y por supuesto que una cofia. Demás está decir que ella vestía de blanco, pues habrase visto una enfermera de negro.


—Oh Paula, los hombres harán fila para que les hinques el diente.


—Tonta—murmuro sonrojándose con la idea—Vámonos de una vez—Pero fueron esas palabras, las que terminaron por despertar al teléfono de su letargo. Paula puso los ojos en blanco y descolgó el aparato cansinamente.


— ¿Diga?


—Paula… ¡Oh que bien que te encuentro en casa!—Julieta parecía estar más alterada que de costumbre, quizás su compañía telefónica había subido las tarifas. Después de todo, la mujer se la vivía colgada de esos aparatitos.


—Pues estoy de salida—dijo a modo de llevarla al asunto, sin tantos preámbulos.


—Mira cariño, Pedro me telefoneo hace una hora—Alguien debería quitarle los medios de comunicación a ese idiota también, al parecer la fastidiaba incluso a la distancia.


—Aja.


— ¿Cómo es eso de que no le enviaste su parte? Digo…entiendo que no me la hayas enviado a mí, por lo corrido que estamos con las fechas. Pero Paula, esto es importante, él debía enviar todo ya unido para que le dieran el primer vistazo los editores. Esto no habla bien de ti…


—Aguarda—musito sin poder hilvanar un pensamiento— ¿A qué te refieres con que no lo envié? Si yo le mande todo, el martes—Del otro lado Julieta, soltó un amplio suspiro. No supo saber si de exasperación o de alivio.


Pedro dice que nada le llegó, que estuvo esperando hasta este momento pensando que necesitabas más tiempo y…—Su agente continúo hablando, pero Paula ya no escuchaba. 


Su vista viajo de su computador, a la invitación que había dejado Flor reposando en la mesa y una vez más a su computador.


Ella había recibido el email de Pedro y cuando le envió el visto bueno, no obtuvo respuesta. Tampoco su hermana le había confirmado su visita y eso a ella le había extrañado, pero termino por creer que la muchacha ya no estaba interesada. Pero entonces pensó una vez más en la invitación de Cata que se suponía tendría que haberle llegado el martes, el mismo día que ella le envió a Pedro su escrito. Algo no estaba bien allí.


— ¿Hasta cuándo tengo plazo?—interrumpió, sin preocuparse en ser grosera.


—Pues Pedro planeaba enviar todo a las nueve de la noche, al menos eso era lo que había arreglado pero…—Paula miro su reloj fugazmente, eran las 8:35.


—No te preocupes, me asegurare de que tenga mi parte—espeto firmemente, antes de colgar.


— ¿De qué hablas?—inquirió Flor con las cejas enarcadas.
—Tengo algo que hacer, te alcanzo en la fiesta—Y sin decir más cogió las hojas que había impreso la noche anterior y salió a la carrera de su departamento. ¿Acaso Pedro tenía algo que ver en todo esto? Ella no podía asegurarlo, pero algo en su interior le dijo que no podía confiarse de aquel individuo. Después de todo aun le debía lo de la desaparición.













2 comentarios:

  1. Muy buenos los 2 capítulos! se va a llevar los papeles vestida de vampiresa! jajaja

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