sábado, 22 de noviembre de 2014
CAPITULO 8
Confusiones de una noche calurosa
—Acaban de confirmar la recepción del email—informó soltando un amplio suspiro de liberación.
Del otro lado de la sala, más precisamente desde la cocina, recibió una simple pero contundente mirada de desprecio.
Paula no hizo caso de él y se puso de pie, para salir de allí cuanto antes. Pedro jugaba con un botellín de cerveza a medio beber, pasándolo de una mano a la otra como si le fuese imposible mantenerse quieto. La siguió en cada paso que daba por el departamento, sin quitarle de encima aquellos odiosos, pero indiscutiblemente sexys, ojos azules.
— ¿Qué?— Le pregunto ya cansada de su actitud. Él se limitó a negar con la cabeza y dando un brinco, descendió de la isla para acercarse lentamente a ella.
— ¿Por qué vistes de ese modo?— Confundida por el súbito cambio de tema, Paula frunció el ceño sin confiarse por completo de ese hombre.
Al sentir sus ojos detallando su aspecto, fue demasiado consciente del fuego que irradiaba aquella mirada. Como si de alguna forma, pudiese ver a través de sus precarias prendas.
—Voy a una fiesta—respondió vacilante.
— ¿A una fiesta de dos?— Ella enarco una ceja, no muy segura de comprender la pregunta.
—No, una de disfraces—Pedro asintió suavemente, mientras una curiosa sonrisa surcaba sus labios. Fue entonces cuando sus neuronas se activaron y frente a la descarada suposición, no pudo más que enrojecer como una virgen insultada.
—Ya veo— decía él, en tanto que Paula comenzaba a transitar una nueva crisis nerviosa.
— ¿Qué ves? ¡Tú no ves nada!— Se dio la vuelta completamente cabreada—Degenerado, libidinoso—murmuro para sí huyendo hacia la puerta.
Al llegar al elevador, se sintió demasiado expuesta como para afrontar al mundo. Puso los ojos en blanco antes de alzar el mentón y meterse una vez más al departamento de la escoria, el apodo que había decidió colocarle luego de que él confesara que pensaba en ella como en una viuda negra. No podía haber sido más despistada, se había dejado la capa en la mesa del computador.
Y precisamente en ese instante Pedro, encontraba dicha locación perfecta para reposar su cadera, atrapando convenientemente su capa en el proceso.
—Eso fue rápido—comentó él socarronamente, observándola ir en su dirección.
—Te puedes…—Pidió rodeándolo sutilmente, pero al parecer él tomo su avance como un posible ataque, pues rápidamente le cogió la mano al vuelo— ¡Bruto!—exclamo Paula soltándose de su fuerte amarre.
— ¿Qué quieres ahora?
—Mi capa.
— ¿Para qué? ¿Sin ella descubrirán tu identidad secreta? —Paula lo fulmino con la mirada, antes de intentar una vez más flanquear su ofensiva.
—Solo muévete.
—No me apetece— Ella bufó, claramente él solo quería irritarla.
—Eres tan maduro Pedro—Él sonrió como si aquello hubiese sido un cumplido para su mente desquiciada—Muévete.
— ¿O qué? ¿Vas a morderme otra vez?
— ¡Muévete!— Exclamó perdiendo la calma por completo.
No estaba dispuesta a salir fuera vistiendo de ese modo, al menos la capa le proporcionaba algo de discreción pero sin ella, alguien la levantaría de la calle pensando cualquier burrada.
— ¿Quién organiza la fiesta?
— ¿Y a ti qué te importa?— Le respondió colérica, sin reparar en el timbre sosegado de su interlocutor.
—Simple curiosidad—repuso Pedro, dejando pasar su infantil reacción—No pareces la clase de persona que se la vive en fiestas.
Ella tan solo lo observo con incredulidad por largo rato.
— ¿Y es que acaso existe un método de reconocimiento? ¿Guardas entre tus ropas un detector de fiesteros?—Él sonrió al ver que una vez más había logrado exasperarla.
—Guardo algunas cosas, pero no es precisamente—Con un ademan comenzó a arremangarse la camisa y antes de que Paula pudiese volver el rostro, la imagen de un abdomen marcado por el ejercicio invadió su sentido más inmediato.
¡Madre mía! Parecía una escultura de Botticelli, aunque…tal vez Botticelli solo era pintor. Bien, pero de haber podido inmortalizar el cuerpo de este hombre en piedra, sin duda se habría hecho escultor para el cometido.
La injusticia de la vida una vez más sacaba a relucir su horrible rostro. No solo guapo, inteligente y locuaz ¿Si no que también cuerpo de guerrero romano?
— ¿Tienes qué ser siempre tan despreciable?—Lo increpo cubriéndose los ojos con las manos. Aunque a decir verdad, no pudo evitar del todo que algunos dedos se separaran por unos centímetros aquí y allá.
— ¿Qué? ¿Tú puedes enseñarme tu trasero y yo no puedo levantarme la camisa?—Paula brinco en su lugar, frente a esa acusación.
— ¡Yo no te enseño el trasero!
—Sé que te dije que era flácido la otra vez, pero no tenías que armar todo este circo para quitarme de mi error—Camino unos pasos hasta que no hubo mucho margen entre sus cuerpos—Admito que me equivoque, tu trasero no es flácido—Se inclinó ligeramente de lado, como si con ese gesto pudiese verla de atrás, aunque claro estando de frente eso era imposible ¿verdad? —En realidad…
— ¿Qué?—pregunto dudosa de querer saber lo que pensaba realmente.
¿Qué podría decir de su trasero? ¿Qué era bonito? ¿Qué no estaba escuálido? ¿Qué finalmente todo el ejercicio al que lo había sometido rindió sus frutos?
Atrapada en su propia inquisición mental, no fue consciente del momento en que Pedro avanzo un nuevo paso, escrutándola desde su prominente altura como si tan solo observara a una hormiga. Paula alzo la mirada y se encontró con esos ojos, ¡Dios que ojos! « ¡Basta Paula!»
—En realidad no puedo hacer un juicio completo, hasta no…—Y sin siquiera tener la decencia de acabar su frase, le poso una mano completamente abierta en el trasero.
Ella respingo, pero estúpida, estúpida, estúpida, no se movió de su lugar. Pedro la apretó ligeramente con sus esbeltos y largos dedos, y ella casi se hace agua en ese mismísimo instante. La calidez de su mano, traspasaba por completo la fina tela de su faldita y parte de ella pensaba, que debían deshacerse de esa barrera inútil. ¿Cómo se sentiría la piel de él contra la de ella? « ¡Ya! ¡Paula, contrólate!» Es cierto ¿Qué estaba haciendo? Ella detestaba a ese hombre, no podía permitirle ese garrafal atrevimiento.
Paula tomo una bocanada de aire y proyectando todos sus pensamientos en un sentido más claro, le dio un fuerte empujón con el que pretendía liberarse de su amarre. Pero Pedro era doblemente más fuerte que ella. La tomo por la cintura y la atrajo una vez más, colocando sus labios a escasos milímetros de los suyos propios.
—No me dejaste terminar—Acusó él, denotando un tono de ofensa en su timbre.
—Suéltame Pedro—susurro con nada de convicción.
Mientras en un intento de poner distancia, plantaba sus manos inertes sobre el escultural pecho de la escoria.
— ¿Por qué?
— ¿Por qué?—repitió sin siquiera saber la respuesta.
Quizás porque le aterraba sobremanera tenerlo tan cerca, quizás porque si él se acercaba solo un milímetro más ella terminaría cometiendo una locura. Quizás porque si pasaba otro segundo, él ya no podría decidir nada y ella lo jalaría a la alfombra para hacerle lo que le venga en gana.
Sí, estaba dejando volar su imaginación y hasta parecía una mujer desesperada, pero diablos, no era de madera. Por ahí había oído decir que la carne es débil y la de ella es carne de segunda, no podían ponerla en estas situaciones y esperar cordura por su parte.
— ¿Con quién iras a la fiesta?—Paula ni siquiera sabía que rayos le preguntaba. Sacudió la cabeza incapaz de abrir la boca, los ligeros roces de la respiración de Pedro no la dejaban pensar claramente— ¿Con tu novio?—inquirió murmurando cada palabra. Al igual que lo hacen en las líneas hot, no que ella hubiese llamado alguna vez, solo había oído el rumor.
—Nop…—respondió más bien ahogada.
Pedro sonrió casi fugazmente y en ese instante. ¡Oh Dios! Iba a pasar, él iba a besarla. Se inclinó y aquellos milímetros prontamente se diluyeron en el tiempo, Paula aguanto la respiración mientras alguna parte racional de su cerebro, le pedía a gritos que acabara con el absurdo. Pero ella se justificaba pensando que una probadita, no le caería mal a nadie.
—Oops! ... I did it again. I played with your heart…—Ambos pegaron un estruendoso brinco al oír el llamado de Britney.
— ¿Qué es eso?—inquirió Pedro alejándose de ella con premeditada indiferencia. Paula rebusco entre sus pechos, pues no tenía otro lugar en donde ponerlo, y extrajo su escandaloso celular del interior.
—Es mi amiga—informo, aunque sabía que a él eso le daba lo mismo.
Paula le dio la espalda, para responder el llamado mientras lo oía alejarse a paso sopesado hacia la cocina.
— ¿Diga?
— ¡Paula! ¿Dónde estás? ¡Esto está que revienta! Ya te tengo apartado dos chulos, que quieren ser mordidos esta noche—Y ella que ya había estado repartiendo mordidas, al parecer la velada se iba de buena a estupenda.
—Ya voy en camino—Le respondió a Flor, en tanto que recogía su capa algo arrugada por el cuerpo que la había presionado minutos antes. A la capa, no a ella.
—Bien no te demores y ten cuidado—Paula asintió en respuesta, a pesar que la otra no podía verla.
—Sí no te preocupes, me tomare un taxi—Hubo una pequeña pausa, cuando su amiga pareció sentir la nota abrumada en su timbre.
— ¿Qué ocurre linda? ¿Estás bien?
—Si—dijo parodiando una risilla.
Pero no estaba nada bien, aun se sentida agitada y no podía refrenar aquella necesidad que nacía de su pecho, instándola a volverse sobre su hombro y buscar la mirada azul de un hombre en particular. ¿Estaría decepcionado como ella? ¿Habría seguido adelante? ¿Se habría echado para atrás? ¿Por qué ella no podía quitarse la sensación de sus manos aferrándose a su cintura?
—No te oyes bien.
—No pasa nada, luego hablamos…—Finalmente la necesidad término ganando la partida y Paula se volvió ligeramente, para encontrarlo a él observando ausentemente por la ventana—En verdad no pasa nada—Reafirmo con un deje de frustración.
¿En que había estado pensando? ¿Ella y Pedro? ¡Si ya! Justo después de tomar el té con los enanos de Blanca Nieves y jugar escondidillas con Caperucita roja.
—Bien pequeña, digamos que por ahora te creo—Y tras decir aquello Flor colgó.
Paula suspiro y Pedro observo como se ponía la capa a través del reflejo de la ventana. Ella lo miro una sola vez, antes de pegarse la vuelta y retirarse en completo silencio.
Pedro no movió un musculo, en algún momento toda la broma de ponerla nerviosa se le había ido ligeramente de las manos. Tan solo le había divertido la idea de jugar un tanto con ella, pero por un segundo realmente casi y comete una estupidez. Esta debía de ser razón suficiente para alejarse por completo de aquella mujercita. A pesar que se viera como se viera esa noche, a pesar que iría a meterse en una fiesta llena de hombres que podrían apreciarla en ese diminuto atuendo. ¿A él qué le importaba? O para el caso ¿Por qué lo fastidiaba tanto?
No supo encontrar respuesta a esas preguntas, como tampoco supo responder el porqué de que en ese instante se encontraba corriendo escaleras abajo, para detenerla de alguna forma. Y allí estaba ella, estirando la mano a la calle para detener un taxi. En ese momento un carro sin pasajeros finalmente decidió hacerle caso y Paula brinco al interior, sin notar que él estaba detrás de ella.
— ¿Qué?—inquirió la muchacha al ver que Pedro la empujaba un poco para entrar— ¿Qué demonios Pedro?
—No quiero esperar otro taxi—Le respondió sin siquiera girarse a verla.
Paula sacudió la cabeza, incapaz de seguir el razonamiento de aquel individuo.
— ¿Y a dónde vas?—Le pregunto, resignada al hecho de que deberían compartir el transporte.
—No sé ¿Tú dónde vas?
—Que infantil eres, voy a una fiesta—dijo cruzándose de brazos, para luego volverse completamente hacia la ventana y otorgarle una panorámica de su espalda.
—Entonces yo también—En ese instante el cuerpo de Paula se tensó al punto de casi partirse en dos, lo miro con los ojos a un estímulo de escaparse de sus orbitas.
— ¿Cómo… qué…?—Balbuceo incoherente, él se limitó a sonreírle de lado.
—Estoy aburrido ¿No te molesta verdad? —Ella abrió la boca pero ningún sonido escapo de sus labios, estaba paralizada.
¿Llegar con él a la fiesta de Cata? ¿Cómo iba a esconderlo de las predadoras del Club de lectura? ¡No! Esa no era la pregunta adecuada, ella no debía ponerse posesiva con Pedro. Ellos no eran nada, solo enemigos. Tenía que recordar eso, tenía que hacer que sus hormonas dejaran de entrometerse con su racionalidad. Lo mejor era descubrir que Pedro era un hombre totalmente fuera de su liga, entonces su mente dejaría de jugarle esas malas pasadas.
—No, para nada…—espeto clavando una vez más la vista en el paisaje nocturno.
No iba a importarle, no iba a pensar en él. Ella solo estaba siendo amable, al permitirle acompañarla a una fiesta. Es más esto podría considerase un método maduro e inteligente, para de una vez detenerse en sus continuos ataques de niños y trabajar como adultos realmente. Julieta estaría tan orgullosa de ella, finalmente Paula estaba plantando la bandera blanca. Podían pasar una velada entretenida, pactarían un acuerdo y trabajarían como los escritores serios que eran. Ambos lograrían poner felices a sus lectores y eso sería todo, no más Pedro, no más Alfonso, no más sentimientos tan contradictorios en su mente.
Sí, ella podría hacer eso. Por supuesto, después de ahogar sus frustraciones en una, dos o seis cervezas.
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Me encanta esta novela, es re divertida jajajajaja
ResponderEliminarMe encantaron los dos capítulos!!! ¡¡¡Cómo me he reído!!! Unos genios los dos!! Me parece que Pedro encontró su horma y viceversa jajaja
ResponderEliminarQue divertida esta novela Carme, me pasas cuando la subas por favor?
ResponderEliminarMe encantó! Después de todo decidió ir a la fiesta! q loco! son tal para cual!
ResponderEliminarBuenísimo,seguí subiendo!!!
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