domingo, 23 de noviembre de 2014

CAPITULO 9




Príncipe de ojos azules.





No podía quejarse, la fiesta era estupenda. Buena música, abundante bebida y un hombre que la traía fuertemente aferrada de la cintura. Parecía que nada podía echarle a perder esa velada, nada, exceptuando cierto castaño de ojos azules que no dejaba de tirarle miraditas de reproche.


Paula se apretó con más fuerza al cuello del doctor con el que bailaba, el tipo la había invitado ni bien había arribado al lugar y desde entonces no se separaba de su lado. Ella temía pensar que ocurriría cuando le tocara ir al baño, pero como eso no había pasado aun, lo dejaba de lado.


Pero por más que intentara dejar a su cuerpo disfrutar de aquella danza tan inusual, por más que quisiera solo oír y mirar los dulces ojos verdes de su doctor. No podía, no podía dejar de espiar sobre su hombro, hacia aquel punto que ocupaba Pedro. Envestido en su atuendo casual, una camisa blanca de lino y esos malditos y ajustados jeans, era el centro de atención. ¡Por supuesto! ¿Quién no voltearía a mirar al único hombre que no llevaba disfraz?


— ¿Dónde estás?—Le pregunto repentinamente el doctor, sacándola de su ensimismamiento.


Paula sonrió a tiempo que devolvía el rostro en su dirección, si debía responderle con la verdad, tendría que admitir que estaba viendo como Cata se aferraba al brazo de Pedro como una completa zorra. ¡Sí, zorra! ¿Por qué de todos los hombres allí presente, ella tuvo que echarle los tejos a Pedro? No era tan guapo, bueno venga pequeña mentira. Sí era guapo, pero había otros.


El doctor, cuyo nombre había olvidado preguntar, también era atractivo. Y parecía interesado en ella, entonces ¿Por qué le costaba tanto concentrarse? Necesitaba sacarse de la mente a Alfonso, nada pasaba con él. Es más, Pedro pensaba que ella tenía cuerpo de un niño de diez años, era obvio que allí no cabía ni la menor posibilidad.


— ¡Oye!— La llamo su compañero de baile, seguramente cansado de que ella estuviese brincando en la luna—Ven…


—Y sin esperar a que confirmara o negara, él la arrastro de la mano hasta la larga mesa que jugaba de barra de bebidas. Le entrego un vasito plástico de contenido dudoso. 


Paula lo olfateo y él tan solo le sonrió, alentándola a dar el primer sorbo.


— ¿Qué es?—inquirió sin confiarse por completo. El alcohol y ella no eran buenos camaradas, la última vez que había bebido había sido para su graduación. No supo cómo ocurrieron los sucesos aquella noche, lo único que recordaba era haber despertado con un terrible dolor de cabeza y abrazada al perro de su hermanita. 


Definitivamente, no había sido su mejor experiencia. Pero ahora era una adulta, no cometería la misma tontería, un trago no le hacía mal a nadie.


—Es la cura para tu pesar—dijo él en respuesta. Y ella tomo esa sugerencia como las palabras de un verdadero doctor, después de todo no podía ir en contra de lo que dictaba la medicina.


—A tu salud—brindo Paula, alzando el vasito en dirección a su acompañante y mientras se empinaba la bebida de un solo sorbo, por el borde del vaso logro captar la mirada iracunda de un escritor de segunda. Ella le enseño el dedo en un gesto muy infantil y él se limitó a volver el rostro, para responderle algo a su zorra…es decir, a Cata.

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