lunes, 1 de diciembre de 2014

CAPITULO 27




Física y Química.


— ¿Crees que fue una victoria justa?


La idea de llenar el incómodo silencio, se había situado en su mente al mismísimo momento en que se vieron encerrados en ese ascensor. Pedro, quien se encontraba con la vista fija en los botones destellantes, volteó para darle su atención.


— ¿Qué?


— ¿Piensas que fue una victoria justa?—Él no respondió inmediatamente, volvió a deslizar la mirada por la botonera como si de allí pudiese obtener la respuesta.


—Supongo—Eso no la dejó muy conforme. Por alguna razón esperaba algo más elocuente, algo más pensando, algo bien argumentado…algo más.


— ¿Supones?—Aguijoneó dejando traslucir un poco de irritación en su timbre.


—Sí ¿Por qué?


—Por nada—Ahora ella miraba la botonera, parecía que se alternaban en ese juego de desencuentros. Pedro soltó un sonoro suspiro y Paula se vio obligada a observarlo.


— ¿Qué va mal?


—Nada.


—Aja, no me engañas ¿sabes?—La intensidad de sus ojos la hizo vacilar—Cuando te encontré en el corredor parecías estar a punto de llorar, y ahora me vienes con esto de la “victoria justa”


Paula ignoro el sarcasmo que empleó en las últimas palabras y tras morderse el labio inferior indecisa, decidió exponer su malestar. Después de todo, ellos trabajaban juntos si alguien podría entender la frustración de que su talento fuese desmerecido, ese debería ser Pedro.


—Solo que…—No podría hablar si lo miraba fijamente, era más sencillo cuando él no le ponía atención, cuando hacia parecer una piedra en la calle la cosa más importante para mirar. Pero en ese lugar no había muchas opciones, era verla a ella o a la botonera y Paula estaba hablando, por lo que sería muy obvio.


— ¿Qué?


—Estuve hablando con Julieta en el bar.


—Ah—Nada más que eso, otra vez Paula se sintió desanimada con su reacción. Si bien no le había dicho de que hablaron, Pedro no se mostró entusiasmado al respecto y eso ya la había hecho querer guardarse todas sus dudas


— ¿Y?


—No fue nada—Se encogió de hombros y miró al frente, piso tres. Este ascensor era un chiste ¿Acaso se congelaba cada vez que ellos abrían la boca?


— ¿Dijo algo sobre el premio?—Él continuó con la charla, ella iba a dejarlo, pero él continuó así que no podían culparla.


—Me dio a entender que solo había ganado porque ahora estoy asociada a ti.


— ¿Y tú le crees?—Paula lo enfrentó. Esperaba que Pedro pudiera decirle que no debía hacerle caso a su agente, qué Julieta era una víbora que soltaba veneno constantemente. No esperaba que él le preguntara aquello y no sabía que responder. ¿Le creía? ¿Realmente tenía tan poca fe en su escritura?


—No lo sé—respondió honestamente, tras sofocarse con su propio orgullo.


—Paula—Él la tomó por un brazo, haciendo que sus cuerpos quedaran perfectamente enfrentados— ¿Quieres que yo reafirme tu dignidad y te diga que ella se equivoca?—Lo primero que le vino a la mente fue sonreír y decir “¿podrías, por favor?”Pero se lo pensó con detenimiento, él no era de los que hacia esa clase de cosas y hasta ese instante había caído en cuenta de que Pedro estaba siendo sarcástico. Se liberó de su mano deliberadamente.


—No, yo no te pido eso—Su voz ligeramente tosca. Él rió.


—A veces te comportas como una niña ¿Por qué le pones tanto interés a lo que dicen los demás? Sabes quién eres y cómo llegaste hasta allí, deja de maquinarlo todo tu cabeza no lo soportara.


—Te sorprenderías de las cosas que puedo soportar—Soltó en un tono coqueto que incluso a ella sorprendió.


—Esa es una conversación mucho más interesante—Sentenció sonriéndole con arrogancia.


Paula intento no acalorarse, Pedro solo estaba siendo el idiota de siempre pero la invitación implícita en su voz, pareció soltar una bandada de mariposas en su estómago.


 Se culpaba por reaccionar como una adolescente estúpida y virgen, pero era Pedro. Si de una regresión académica se tratara, ligar con Pedro seria como si la nerd de la escuela lograra echarse un polvo con el maestro sexy y experimentado.


Miro la botonera ¿Enserio? ¿Piso cinco? Sentía que llevaba horas en ese lugar. ¿Hacía tanto calor? ¿O solo ella era la que se estaba incendiando? Era su culpa, no podía ponerse a pensar en echarse un polvo con Pedro estando en un ascensor los dos solos. Eso sería peligroso hasta para la Madre Teresa de Calcuta. Sacudió la cabeza, el piso seis parecía estar a años luz de distancia.


—Lo que sea—Terminó por murmurar, nada muy comprometedor, nada muy revelador. En verdad solo eran palabras vacías de alguien que se encuentra intimidado.


—Paula…— ¿Por qué lo decía de ese modo? ¿Por qué siempre que pronunciaba su nombre parecía un hombre apunto de tener un orgasmo? Bueno quizás exageraba, quizás su mente extraña y retorcida la hacía oír cosas. Quizás, solo quizás la voz de Pedro siempre tenía la misma entonación.


— ¿Qué?


—Estás rara— ¡Gran descubrimiento Sherlock! Lo pensó, pero no fue capaz de decírselo— ¿Qué ocurre? —Ella retrocedió cuando él avanzó,logrando que su espalda golpease el espejo lateral. Pedro frunció el ceño, pero parecía más bien sumergido en un razonamiento difícil que enfadado.


—Nada…—Él asintió para luego, casualmente, colocar una mano en el vidrio junto a su cabeza.


—No me engañas—susurró inclinándose ligeramente para mirarla a los ojos.


No se tocaban no se rozaban siquiera las ropas, pero el calor de su cuerpo la estaba quemando a distancia.


Pedro…—Pero cuando ella quiso hablar, él decidió deslizar su dedo índice sobre sus labios. Paula paso saliva, bueno…lo poco que tenía, pues su boca repentinamente parecía estar como un desierto y Paula era el único oasis en kilómetros.


—No creo que pueda…—Ella no le encontró ningún sentido a sus palabras, pero él no la miraba a los ojos, se mantenía con la vista fija en su boca.


— ¿Qué?


—Mantenerme lejos de ti—Mierda, mierda, mierda.


«¡Tin! A todos los pasajeros, se les recuerda que el piso seis está recibiendo visitas en este preciso instante». Nada como eso salió de un altavoz pero debió haber salido, pues ninguno de los dos se dio por enterado del asunto. Las puertas del ascensor una vez más se cerraron y comenzaron el descenso.


— ¿Por…q…?— ¡Ok, pausa! Todos a sus puestos. 
Segunda toma, escena del ascensor ¡Acción! — ¿Por qué? —Logró murmurar finalmente, aunque ya ni sabía con qué propósito preguntaba.


Pedro sonrió de medio lado sabía que la tenía atrapada, aun así evitó sus ojos, Paula se pondría nerviosa si hacia contacto visual.


— ¿Por qué, qué?—Se evadió, mientras enrollaba uno de sus bucles con su índice. Ella quizás contuvo el aliento, tal vez fue solo idea suya. No se molestó por verificarlo, sus rostros se habían acercado en el último segundo… un poco por su propio impulso, un poco por la ayuda de ella.


Pedro…—Su voz vacilante. Él situó el bucle justo en un lateral de su cuello, allí el chocolate que era su cabello se fundía con la piel suave y clara de Paula— ¿Qué haces? —Disfrutando la sensación de sentir su respiración golpeando su mejilla ¿Sería buena respuesta esa? Tal vez demasiado.


—Te miro—Era verdad lo hacía, estaba alimentando sus fantasías con tan solo mirarla. Ella no quería que pasara esa línea, lo sabía y eso lo molestaba de maneras insospechadas.


— ¿Por qué me miras? Yo no te gus…—Pedro la observó a los ojos entonces, instándola a terminar esa frase. Paula cerró la boca, como una niña a la que han reprendido.


—Dices muchas tonterías.


—Dijiste que lo olvidaríamos.


—Al demonio—Volvió a jugar con su bucle, ya no era de ella, Pedro acababa de reclamarlo como propio. Paula lo tomó por la muñeca, obligándolo a detener los movimientos de su mano.


—Basta Pedro—No había convicción en sus palabras


—No quieres decirlo en verdad—La apuró, acercándose a sus labios con total confianza. Y ella no lo decepcionó, pues no movió un musculo.


—Sí, sí quiero—Él rió mientras sacudía la cabeza en una leve negación, Paula alzó la barbilla demostrándole que tenía la situación contralada o al menos queriendo aparentar eso.


—No quieres—susurró depositando un beso en la comisura de sus labios, ella jadeó casi imperceptiblemente. Pedro sonrió frente a su involuntaria respuesta y descendió lentamente rozando su mejilla, acariciando su barbilla y soplando un tibio beso en su tráquea.


Ped…—Seguramente pretendía decir su nombre, pero él estaba demasiado entretenido como para responder.


Su piel se sentía tan dulce como lo había supuesto, fresca, tentadora, con un ligero rastro de una fragancia a rosas. 


Olía y sabía cómo Paula, y él no podía despegar los labios de su cuello. Quería buscar, investigar, degustar, catar. Todo, pero en su mente sabía que estaban en un ascensor sin rumbo fijo. En cualquier momento alguien lo reclamaría en algún piso y ellos serían atrapados infraganti, o mejor dicho él porque su compañera no parecía participar del asunto. A no ser por unos leves murmullos que dejaba escapar por entre sus sonrosados labios, no había mucho más. Y allí estaba él absorto en la visión que le regalaba Paula, con los ojos cerrados y la boca curvada en una sonrisa de deseo.


La tomó por el cuello y rompió aquella barrera invisible que los separaba, ella lo acogió de buen grado. Ya lo había hecho antes y esa vez tampoco se negó a darle entrada en su boca, lo esperaba tanto como él. Dejo caer una de sus manos en su cadera y la atrajo tan rudamente que uno esperaría alguna queja por la otra parte, pero ella respondió pegándose a su cuerpo y ahogando un gemido en su boca. Pedro mordió su labio juguetonamente y ella hizo lo propio, logrando que él maldijera para liberarse.


— ¡Oye!—Le reprendió tocándose la boca, para verificar que no sangrara.


—Tú empezaste.


—Tienes razón—Concedió apretándola allí donde su mano descansaba—Y yo lo terminare—Se volvió lo suficiente para golpear el número seis en la botonera y regreso su atención nuevamente a su víctima—Solo espera seis pisos—Ella desvió la vista a los números que lentamente ascendían y frunció ligeramente el seño— ¿Qué? —Preguntó al notar el cambio en su semblante, si bien seguían juntos Paula había bajado las manos que antes tenía posadas sobre sus hombros.


—Esto no está bien.


— ¿Otra vez con eso?


—No lo digas como si pensaras lo contario—Lo reprendió apartando la mirada.


—Vamos Paula—Pedro la tomó por la barbilla obligándola a enfrentarlo, ella lo hizo de mala gana— ¿Cuál es el problema? Somos adultos, sabemos lo que hacemos y lo que ambos queremos.


—Yo no digo lo contario, es solo que…


— ¿Solo qué? —La apremió, pero ella se contuvo de decir más—Sentimos una atracción mutua ¿Estás de acuerdo hasta ahí?


—Sí—murmuró con un hilo de voz.


— ¿No tiene que haber atracción para que dos cuerpos se junten?—Paula negó casi sin fuerza, él no pudo evitar soltar un bufido impaciente.


—Para que dos personas se junten, debe haber más que una ley de Física de por medio.


—No hablas enserio—Ella lo observó con el desafío escrito en sus ojos.


—En mi mundo así funciona—La mano de Pedro abandonó su cintura y una expresión ilegible se situó en su rostro.


— ¿Así qué… así va a ser?—Ella aun podía sentir su aliento, golpeando sus húmedos labios tras cada silaba pronunciada. Pero ya no había anhelo en su voz, solo una distante frialdad que le recordó todas sus antiguas disputas.


—No quiero discutir por esto Pedro— Él se alejó chasqueando la lengua y ella comprendió la ironía de lo que había dicho, por supuesto ¿Por qué no tomo esa decisión antes de besarlo? —Hay muchas mujeres en este hotel, dispuestas a acompañarte.


Su mirada relampagueó con ira hasta chocar con sus ojos. 


Por alguna razón Paula fue consiente demasiado tarde, de lo que acababa de decirle. Y en un intento por retractarse lo miro con la boca abierta, lista para hilvanar una oración. 


Pero la expresión que irradiaban sus ojos azules, la silenciaron.


— ¿Es eso lo qué quieres?—Le espetó alejándose completamente de su lado— ¿Qué me busque otra? 


—«¡No!» Pero sus palabras rara vez logran reflejar, lo que sus pensamientos reclaman constantemente. Por lo que en el caos que era su cabeza, solo pudo murmurar un decadente: —Si…


Él asintió sin decir nada y cuando las puertas se abrieron nuevamente, dio un paso al costado para permitirle escapar. Paula se movió sin saber a donde la guiaban sus pies, estando fuera se volvió esperando que también saliera, pero Pedro no lo hizo. Sus miradas se encontraron un instante, pero la de él no expresaba emoción alguna. Ni enfado, ni odio, ni deseo o afecto, solo había vacío y la promesa muda de que esto lo lamentaría.


Las puertas se cerraron entonces llevándoselo lejos de ella, matando la oportunidad de que en su noche de victoria hubiese algo real por lo que sentirse una ganadora.







Posó el vaso vacío boca abajo, esperando de alguna forma anunciar que su bebida se había acabado. No es como si alguien le estuviese poniendo atención, el cantinero parecía incapaz de mantenerse en pie mucho menos de llenar su copa. Senil, era una palabra demasiado pobre como para describir a ese hombre. De alguna forma sentía que estaba sentado en una barra, tratando de emborracharse frente a su abuelo. Tal vez Jerry era un estratega, quizás lo habían colocado justo en ese bar para que fuese imposible que alguien se embriagara. Uno simplemente no podía intentar rebelarse frente a ese hombre, era incluso risible la teoría de deprimirse con la imagen que irradiaba el apacible anciano.


—Debería ser ilegal que un hombre guapo, beba solo—Pedro apartó la vista del infinito y algo molesto por la interrupción, observó a su interlocutora. Julieta sonrió, una acción que parecía estar tatuada en los labios de esa mujer.


—Algo está verdaderamente mal en este país, al parecer—Ella pestaño rápidamente, tal vez sin congeniar su argumento. A decir verdad, ni siquiera él sabía lo que había intentado decir.


—Ha sido una bonita velada—No estaba de acuerdo, pero decírselo no entraba en sus planes. No es como si quisiera explicarle algo o para el caso, extender aquella conversación


— ¿No te parece?


—Seguro— Golpeó una vez más el vaso contra la barra, pero Jerry parecía estar lo suficientemente absorto en el crucigrama del The Guardian como para ponerle atención.


—Ese hombre es un pésimo cantinero—Sentenció Julieta, tomando asiento en el taburete a su lado—Al parecer pretende que cada bebida, tenga el mismo tiempo de añejamiento que él antes de servirla—Pedro sonrió con aspereza, ella a veces era dura pero tenía un sentido del humor agudo—Por eso traigo mi propia botella de Ron a estos eventos.


— ¿Ah sí?—Ella se colocó de lado cruzando sus largas piernas, a sabiendas de lo que el movimiento hacia en la falda de su vestido. Pedro enarcó una ceja y no pudo evitar del todo, deslizar su mirada por las delicadas partes de piel al descubierto. Julieta notó donde estaba su atención y coquetamente soltó una risilla musical. Pretendiendo algo de pudor, estiro sin estirar realmente, la indomable y poco colaboradora falda. Él sonrió ante el gesto y no podía decir que no le gustara del todo su actitud indiscreta.


—Fue un día tan largo, estaba planeando relajar la mente con un trago o dos en mi cuarto—Pedro no necesitaba oír más, con tan solo mirar a esa mujer supo lo que subyacía tras esa confesión susurrada.


No era estúpido, conocía las formas en que ella siempre le sonreía, lo miraba o le hablaba. Sabía que con un poco de estímulo, podría conseguir una invitación a su cuarto, un trago, un beso y quién sabe que más. Pero ¿Quería eso? 


¿Mirar a Julieta con ojos distintos se podría considerar despecho? Estaba molesto con Paula, no iba a negarlo. 


Pero no iba a analizarlo por mucho tiempo, una mujer se va y otra llega a tomar su lugar. Tan simple como eso, no valía la pena confundir más las cosas. Él era un hombre y estaba solo, no necesitaba el permiso de nadie, pero ella le había dicho que se buscara otra. Así que…


Julieta rozó con su índice la esquina de su vaso y con deliberada lentitud, dejo caer su mano por el borde hasta alcanzar la suya que aún se mantenía aferrada al inocente objeto. Lo miró de soslayo, él tenía la vista fija en su cincelado, femenino y atractivo perfil.


Era una mujer que sabía lo que quería e iba por ello. La clase de dama que conocía sus encantos y se valía correctamente de todos sus artilugios delicados. Esa clase que no malinterpreta una situación, e incluso de esas que orquestan la escena propicia para la seducción. No había frases ocultas,ni sentimientos que explicar, solo la simple y casi vulgar química entre dos sujetos.


—En mi habitación tengo un Champagne—Ella le guiño un ojo conforme con su respuesta espontánea.


—Suena incluso mejor que el Ron—Julieta se puso de pie, aguardando porque él la siguiera. Pedro abandono el vaso y se despidió del distraído Jerry.


Se dirigieron al ascensor en silencio, no había más que decirse. Todo sería profundamente discutido, en el interior del 38B.








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