Un mes después…
—Pedro Alfonso.
—Es bueno saber que aun mantienes tu nombre—Pedro sonrió mientras tomaba un botellín de agua de la heladera.
—Estoy algo apurado ¿Hay un motivo para esta llamada?
— ¿Necesito un motivo para hablar con mi hijo? —replicó su padre fingiendo estar ofendido.
—Tratándose de ti, sí lo necesitas —Pablo suspiró cansinamente.
— ¿Has visto las noticas ya?
—No—mintió rápidamente.
Había visto las noticias temprano y por eso había decidido salir a correr, antes de permanecer en su casa pensando.
—“Evidencias” En realidad es un bonito nombre—Pedro apretó el botellín de plástico, incapaz de contenerse. Oír el nombre del libro lo alteraba y no quería pensar en ello. No quería pensar que en unas horas, Paula estaría dando la presentación formal a la prensa.
La historia aún no estaba terminada, pero ya contaba con una portada, sinopsis y unos quince capítulos. La idea de darle promoción estaba planteada desde hacía un tiempo, pero por supuesto de eso se encargaría ella, no él. Javier le había ofrecido un lugar entre el público, al menos para ser de apoyo para Paula. Después de todo tratar con la prensa debe ser algo complicado. Pero Pedro no quería eso, en el último mes la había visto un total de tres veces, le había telefoneado cinco y le había mandado alrededor de cien emails. No había necesidad de forzar la situación, ella no quería verlo y él…él ya se había acostumbrado a ese trato.
—Si lo es—respondió tras un largo segundo de reflexión. No que le molestara el título, en cierta forma le alegraba que ella hubiese propuesto aquel nombre. De alguna manera eso le daba a entender que al menos se acordaba de él.
Se lo había mencionado una sola vez, cuando su relación estaba en términos amigables. Habían terminado de editarse entre ellos mismos unos párrafos bastante cargados y mientras ella se paseaba con una cuchara de helado en la boca pensando, él había decidido aparcar en el sofá.
— ¿Ya te pregunte si tienes calzones de la suerte?
—Pedro le regaló una sonrisa y asintió. Paula volvió la cuchara a su boca y continuó nadando entre las cientos de preguntas que quería soltarle. Cuando las conversaciones casuales no funcionaban para que cada uno hablara de cosas interesantes, ella proponía jugar a las veinte preguntas. Era un método fácil de conocer a alguien, sin parecer que realmente te estas inmiscuyendo en su vida. O al menos eso era lo que Paula creía—Bien… ¿Canción favorita?
—Pedro le regaló una sonrisa y asintió. Paula volvió la cuchara a su boca y continuó nadando entre las cientos de preguntas que quería soltarle. Cuando las conversaciones casuales no funcionaban para que cada uno hablara de cosas interesantes, ella proponía jugar a las veinte preguntas. Era un método fácil de conocer a alguien, sin parecer que realmente te estas inmiscuyendo en su vida. O al menos eso era lo que Paula creía—Bien… ¿Canción favorita?
Pedro se estiró completamente en el sofá, hurgando en su cerebro una buena respuesta. Esa clase de preguntas siempre venían con dificultades, uno no puede tener una sola canción favorita es casi imposible. Se lo pensó más tiempo del que ella estaba dispuesta a esperar y tras unos minutos de silencio, comenzó a oír los golpecitos de su tenis en el piso de madera.
—Estoy pensando.
—Si puede ser para este año, por favor—Él volvió a sonreír, sabía que ella no estaba realmente impaciente. Pero lo miraba con tal anhelo en su rostro que no supo si la respuesta salió naturalmente, o solo porque sus ojos lo guiaron hacia aquel puerto.
—Evidencias—murmuró sin apartar la mirada de ella. Paula frunció el ceño un instante.
—No la conozco ¿De quién es?—Pedro sabía que no iba a conocerla, era una canción que alguien como Paula jamás oiría, al menos no sin que antes la obligaran.
—Es música brasilera—Los labios de ella formaron un bonito mohín, seguramente esperando que revelara más sobre el tema.
— ¿Y de qué va?
— ¿Qué no me toca a mí hacer la pregunta?—Era mejor evitar la cuestión de explicar porque había escogido esa canción. Fue el impulso del momento, fue verla y recordar la letra, cada parte, cada estrofa. Suena estúpido que uno sienta que una canción fue escrita para alguien en algún momento y lugar específico. Pero era difícil escuchar esa canción y no pensar en Paula.
— ¡Anda dime de que va!—Sólo faltaba que comenzara a hacer un berrinche.
—Es sobre alguien que…—Apartó la mirada deliberadamente, después de todo, los entramados de su tetera se veían más interesantes desde ese ángulo.
— ¿Sobre alguien…?—suspiró casi sin emitir sonido. Él se había metido en ese punto de aguas turbias, mejor rescatarse antes de que llegaran los tiburones.
—Un hombre que le miente a la persona que quiere, se pasa todo el tiempo diciéndole lo contrario a lo que piensa. Dice que no la quiere, que no la ama, que no quiere estar a su lado. Pero todo es una fachada, la canción revela las partes que no se atreve a decirle.
— ¿Qué cosas?—preguntó bajando el tono de su voz, tal vez compenetrada con la historia que escondía su elección.
—Que no puede imaginar la vida sin ella y que siempre le pelea y discute, pero que no quiere decirlo enserio. Una frase dice “En esta locura de decir que no te quiero, voy negando apariencias y disfrazando evidencias…” Supongo que por eso me gusta—Ella lo miró por un largo segundo y una media sonrisa se dibujó en sus labios, asintió conforme. Pedro aflojó el semblante, nunca le dijo que esa era su interpretación, porque la canción en realidad la cantaba una mujer.
— ¿Has hablado con Paula?— Sacudió la cabeza regresando al presente, la voz de Pablo le sonó verdaderamente fuera de lugar por un corto instante. Pensó en lo que había dicho y reparó en el tono que empleaba para hablar de ella, la nombraba como si fuesen amigos de toda la vida y solo habían compartido una cena, pero él le había tomado gran afecto al parecer. ¿Y quién no lo haría? Paula es fácil de tratar, fácil de querer—Debe estar nerviosa ¿Estarás allí?
—No.
—Pedro…—En una sola palabra, estaba aquel salmo que solo un padre puede decir y hacerte sentir como la peor mierda en el mundo. Ese que reza “estas equivocándote, pero aun así eres mi hijo y te quiero”
—Pablo no empieces.
—No llame para eso, sólo quería saber ¿Cómo lo estás llevando? Supuse que te presentarías y…
— ¿Y qué? Yo no trato con la prensa, ya lo sabes. Mira…voy a ir a correr, así que—Intentó llevar la conversación a aguas tranquilas, antes de que iniciara la misma discusión de todas las semanas.
Su padre sabía sobre la pelea con Paula, aun no estaba seguro como se había dado cuenta. Pero Pablo lo había visto al regresar de Bristol y lo adivinó, supo que algo no andaba bien y hasta que no se lo dijo, no paro de preguntárselo.
—No entiendo porque eres tan testarudo, yo no soy así. Eso lo sacaste de tu madre…
—Claro, cúlpala a ella. ¿Podemos hablar después?
—Pedro deberías disculparte con esa chica, no entiendo qué demonios le ocurre a tu cabeza. Así no te eduqué y mira que nunca me has dado razones para no sentirme orgulloso, pero últimamente estás haciendo méritos.
—Papá…
—Sí lo sé, no es mi problema y ya eres grande—dijo antes de que Pedro pudiese pensar que responder—Pero no me gusta, no me gusta nada lo que veo. Y cuando eso pasa, tengo que decirlo.
—No has parado de decirlo Pablo, estoy seguro que ya cumpliste con tu buena acción.
—No seas condescendiente.
—Lo lamento—Esa era una de las pocas veces en que Pedro se disculpaba por ser mordaz, era el problema de hablar con su padre. Aun después de tanto tiempo de no vivir bajo sus reglas, parecía que obedecía a fuerza de costumbre— ¿Podemos…?
—Sí, sí…te llamo luego. Tal vez mientras corres consigas oxigenar tu cerebro o quizás despertarlo del coma.
—Muy gracioso.
—Lo sé—Admitió riendo suavemente—Adiós hijo, te quiero.
—Si yo también…—Posicionó el auricular en su base y se pasó una mano por el cabello, tratando de poner los pensamientos en orden. Soltando un amplio suspiro, rescató otra botella de agua y salió de su casa, antes de decidirse por escuchar los consejos de su padre.
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