lunes, 8 de diciembre de 2014

CAPITULO 44




Palabras mas, palabras menos.


—Eso es peligroso, señorita. No debería dejar su trasero a la deriva—Paula sintió como una mano la palmeaba, antes de dar un respingo en su lugar y poner los ojos en blanco.


—Creí que cocinabas—Le espetó secamente, mientras tecleaba en su laptop a gran velocidad.


Años de mala escritura y tratar de copiar las letras de las canciones mientras el músico cantaba, la habían hecho impresionantemente rápida al momento de teclear. Siempre había sabido que si su carrera como escritora de novelas no despegaba, podría conseguir algo como una estupenda asistente o quizás incluso como secretaria. El cielo era el límite.


—Lo hago, pero si sigues bamboleando tu trasero de aquí para allá terminare por echarte en la mesa a ti—Ella lo miró por sobre el hombro, preguntándose que tan enserio hablaba. La mirada de Pedro fija en su retaguardia, le dio la respuesta que necesitaba.


—Eres un puerco ¿sabes? Creo que tienes un problema. —Regresó su atención a su laptop. Él rió desde su lugar junto a la estufa y Paula siguió meneando el trasero de un lado a otro, mientras aguardaba a que el archivo se adjuntara.


—Ya lo sé, no lo niego—Paula ahogó una risa y sacudió la cabeza, pasando de responder—Soy adicto al sexo.


—Lo eres—Concordó mas atenta a la laptop que a su cocinero. Él se acercó nuevamente presionándole el trasero con su cuerpo, mientras fingía querer alcanzar algo en el centro de la mesada. Ella lo observó enarcando una ceja, Pedro la estaba aplastando y bien…la sensación no era mala, pero debía terminar lo que hacia.


— ¿Qué? ¿Te estoy incomodando?—Le preguntó al oído, sin mostrarse para nada dispuesto a apartarse.


— ¿Qué quieres? Yo te lo alcanzo—Pedro negó posicionando una mano en sus caderas.


—Yo ya lo alcanzo, gracias. —Luego de besar su nuca, se apartó para seguir con el desayuno. —Creí que habíamos prohibido el uso de tecnología esta semana—Era cierto durante todos esos días, no habían ni siquiera encendido la televisión. Sus teléfonos estaban apagados y las computadoras las usaban solo para escribir, nada de conexión a internet. Pero en ese momento, la situación lo requería.


—Tenemos que mandarle los nuevos capítulos a todos, ya sabes como se ponen si no trabajamos. —Sólo Javier tenía el teléfono de la casa de Pablo, por lo que era el único que los telefoneaba para recordarles que tenían una fecha que cumplir y una publicación que no se podía retrasar.


En cierta forma era genial no tener que ponerle atención al universo, en cierta forma el pequeño mundo que habían creado en esos cinco días era estupendo, a decir verdad en todas las formas lo era. Y ella no tenía ni el menor anhelo de regresar a su vida cotidiana. En contra de todos los pronósticos, Pedro era una persona fácil para la convivencia. 


Uno pensaría lo contrario, por ese humor de perros que suele destilar en cada frase. Pero a decir verdad era atento, bastante fogoso y gracioso. Cuando tenían que escribir lo hacían, cuando tenían que descansar…bien, no lo hacían tanto pero él comprendía que su cuerpo necesitaba un respiro. La dejaba dormir hasta tarde, mientras él salía a correr por los alrededores. He incluso había tenido el detalle de invitarla a que lo acompañase la primera vez, pero Paula le dejó claro que su idea de ejercicio era una tarde centrada pura y exclusivamente en matar zombis en Resident Evil. 


Con eso ella traspiraba mas que suficiente y Pedro no se lo objetó, sino que sacó su PlayStation y lo conectó en la sala para que no se aburriera durante su ausencia.


Otra de las cosas geniales que tenía vivir con Pedro, era que no debía preocuparse por la comida. El condenado sabía cocinar de todo y cuando digo de todo, es de todo. El paladar de Paula se había refinado con tantos manjares a los que fue sometido y también comenzaba a detectar los gustos de los vinos, algo que él le festejó alegremente, cuando supo distinguir un Borgoña de un Cabernet.


Pedro le acercó una fresa a los labios y ella mordió una esquina azucarada, para luego guiñarle un ojo en agradecimiento.


—Esta deliciosa—Le espetó, mientras tragaba.


Desayunar frutas frescas, era una de las tantas cosas a las que comenzaba a acostumbrarse. Pedro era bastante orgánico, le gustaba comer saludable y en abundancia. Ella no tenia problema con lo segundo, aunque lo de incorporar frutas en el desayuno era algo que ciertamente chocaba con su usual ingesta de café y bollos de pan. Pero no se quejaría al respecto, gracias a la extraña dieta de su colega escritor ella estaba comenzando a descubrirse curvas que antes juraría, no estaban tan delineadas.


—Una semana mas aquí y te recomendare como nutriólogo—Él le frunció el ceño al mirarla, Paula no comprendió mucho el gesto pero tampoco le dio importancia.


—Estas perdiendo peso—Le dijo, como si eso ella no lo hubiese notado. Es decir ¡Dah! Era lo más genial de todo el asunto de estar allí, bueno claro…después del sexo.


—De ahí el comentario, bobo.


—No comes casi nada—Eso no era del todo mentira, si bien Pedro se esmeraba en cocinarle, Paula se encontraba siempre interrumpiendo cada comida para besarlo o para dejarse besar. Ninguno podía evitarlo o deseaba hacerlo, ambos estaban más dispuestos a probarse mutuamente que a la comida. Y a decir verdad, tanto ejercicio hace que los músculos se solidifiquen.


— ¿Y culpa de quien es eso?


— ¿Me culpas a mi?


—Ciertamente, no me estoy culpando a mí. —replicó haciendo énfasis en su tono burlón—Yo no soy la que dice “vamos a quedarnos en la cama, hasta mas tarde” cuando ya son las tres de la tarde.


—Tampoco te opones mucho al plan…—Dejó ir una carcajada ¿Para qué mentirse? Ella tampoco se oponía a eso, le gustaba poder responderle que sí y permanecer acurrucada a su lado hasta que la noche los encontraba tal y como habían amanecido, haciendo el amor. Era una sensación demasiado placentera, como para desestimarla.


—Perfecto, como te veo tan indignado con todo el tema. Prometo no volver a retenerte o dejarte retenerme en tu cama.


—No nos vayamos a los extremos. —Ella cerró la casilla de mails de Pedro y se dispuso a abrir la suya propia, pero sabía que su compañero estaba rondando cerca.


—Nada de revisar mails, Paula. —Apretó la tapa de la laptop desde el otro lado de la mesada, mas no la cerró por completo—Recuerda el trato.


—No estoy viendo los mails— masculló molesta, y sigilosamente echó una miradita a la pantalla. Mientras él sacudía la cabeza y se entretenía poniendo la mesa, ella ingresó a sus sitios favoritos. La mayoría eran foros de discusión sobre libros y escritores, allí había encontrado la encuesta sobre Charlotte y James, hace tanto tiempo ya. —Sólo quiero ver algo…


—Cinco minutos, el desayuno casi esta listo—Paula asintió ausente, escaneando los temas del foro a gran velocidad.


Todo era mas o menos lo mismo que una semana atrás, aun seguían los mismos debates, aun seguían comentando los mismo libros. Pero algo más llamó su atención, un tema abierto cuyas visitas eran alarmantemente constantes y estaba dedicado a ellos. No a Charlotte y a James, sino a Pedro y ella. Era obvio que los fanáticos darían su opinión al respecto, después de todo internet daba la libertad de que cualquiera hablara de lo que se le diera la gana. Pero eso no era lo que esperaba, no esperaba una charla en donde discutieran la relación de ellos como si fuesen meros personajes de una novela romántica. ¡Incluso había fotos! Y cuando Paula, vio la foto que habían escogido para destacar de ella en la discusión, casi se cae de culo.


—Santa mierda…—murmuró por lo bajo, sin creerse que esa fotografía estuviese en un foro tan conocido y “supuestamente” respetable. Allí no habían respetado nada, la habían puesto como la “cuasimodo” de esa historia. ¡Y bien! Tal vez no era la mas atractiva del mundo, pero poner esa foto junto a una de Pedro en la que él se veía oh—mi—dios—cómeme, era completamente injusto. O sea tenia mejores y ciertamente los comentarios, dejados por los fanáticos —que para ser honestos el 90% eran mujeres—eran crueles y completamente infundados.


La pregunta principal la planteaba una tal Lady_Alfonso, en donde desdeñosamente pedía la opinión del resto de los foreros diciendo: ¿Esta “mujer” es para este hombre?


La ironía de que colocara el término mujer entre comillas, obviamente a Paula no se le pasó por alto. Varias de las respuestas expresaban rotundamente que NO. Y en muchas otras planteaban la cuestión de que Pedro, era demasiado todo para alguien como Paula. Era como si ella se hubiese propuesto la titánica tarea de conquistar a Hércules, pues a decir verdad hacían lucir una relación entre ellos tan imposible, como si Paula hubiese sido tan atrevida de ir declarársele a un semi Dios.


Sabía que no debía dejarse llevar por sus palabras, la mayoría era de mujeres que estaban locas por Pedro incluso antes de saber como lucia. Ahora que tenían fotos que atestiguaban su maldita belleza, ellas estaban con las hormonas revolucionadas. Después de todo, la combinación de adictivamente apuesto e inteligente, era tan rara como la combinación del agua con el aceite. Y las comprendía, ella también se había quedado muda al verlo. Al descubrir que Pedro y Sir Alfonso eran el mismo tipo, pero eso no significaba que fuese alguien digno de la canonización. 


Tenía muchos mas defectos de los que ellas creían, los cuales una simple fotografía jamás lograrían capturar. Bien, defectos más de personalidad que de cualquier otro tipo, pero defectos al fin. Y ella estaba indignada, porque incluso había comentarios de sus propias fanáticas en donde rechazaban de lleno la relación.


Lo que podía lograr un cuerpo bien esculpido y unos ojos azules electrizantes.


—Desayuno—La llamó, el hombre de la discordia.


Paula bufó en su lugar, renuente a apartar la mirada de esas fotografías, incapaz de no releer esas palabras, luchando por sacarse los innumerables “NO” de su cabeza.


—Paula, vamos—Fue hasta su lado y la abrazó por la espalda, descansando la barbilla sobre su hombro.


Su aroma inundo cada fibra de su cuerpo, Pedro en toda su gloria la apretaba firmemente contra su pecho y parte de la frustración por lo leído, murió. Pero no todo se había disipado, no podía evitar pensar que quizás él sí estaba fuera de su liga.


— ¿Qué pasa?—Él besó su cuello, hociqueando cerca de su oído, mordiendo el lóbulo de su oreja y causándole cosquillas con su incipiente barba. Ella se encogió de hombros, en cierta forma apartándolo inconscientemente— ¿Vas a decirme?


— ¿Por qué eres así?—Seguramente eso lo desconcertó, pues detuvo el camino que recorrían sus labios y dejó ir un quedo suspiro junto a su clavícula.


—No entiendo.


—Eres demasiado lindo.


—No sé porque, pero presiento que eso no fue un cumplido. —Lo era, o al menos esa había sido su intención. Remarcar una obviedad, pues Pedro era apuesto según los estándares de belleza. Cualquier mujer que lo viera opinaría lo mismo, él era guapo. Y ella, no lo era. ¿Pero acaso eso importaba? — ¿A qué viene esto?


—Nada—Realmente no importaba, lo que la gente dijera ¿verdad? Ella podía no ser hermosa, pero tenía otras cualidades y al parecer Pedro disfrutaba de esas cualidades. No había razón para ponerse a ahondar en temas estúpidos. La belleza exterior, no tenía nada que ver con lo que se posee internamente. Aunque eso sonara como una frase dicha y hecha por feos.


— ¿Qué estas viendo?—Él se adelantó llevando la laptop lejos de sus manos. Paula reaccionó a tiempo de intentar quitársela, pero Pedro había aprovechado su estado de letargo mental para burlarla. — ¿Qué carajos?


Pedro, dámela. —Pidió colisionando con su espalda, cuando él se dio la vuelta con sus ojos fijos en la pantalla—Por favor…—Rogó esta vez, sabiendo que en la lucha cuerpo a cuerpo, ella no saldría victoriosa. Pedro finalmente la miró y con cuidado, dejó la laptop en la mesada. Su gesto era ilegible, su rostro lucia calmo aun así eso nunca era síntoma de tranquilidad.


— ¿Por qué lees esas estupideces?—Preguntó haciendo alusión al foro, Paula sacudió la cabeza sin saber que responder y sintiéndose bastante estúpida, por dejarse influenciar por opiniones ajenas. — ¿Paula?


—Tú no entiendes, tú eres…—Lo señaló—Así. —dijo limpia y llanamente, como si con eso explicara algo.


— ¿Soy cómo?


— ¿Realmente quieres que lo diga? Tú lo sabes. —Pedro frunció el ceño, ahora claramente se veía que estaba molesto.


—En realidad no lo sé ¿Qué soy?—Ella bajó la vista al piso, dejando implícita su respuesta. Pedro avanzó, hasta que su respiración golpeó su mejilla y Paula supo que estaba mas que molesto, pues su pecho a escasos centímetros de su rostro subía y bajaba como si intentara contener algo allí con mucho esmero. —No es lo que soy yo, Paula…la cuestión es que tú no sabes lo que eres. —Confusa alzó la vista hasta sus ojos azules, mierda, hasta cabreado él lograba que ella se perdiera en ese mar.


—Yo sé muy bien lo que soy—Replicó indignada, mirando de soslayo la foto en el computador—Soy esa, la fea…la rata de biblioteca, la que tiene cuerpo de niño de diez años…—Sabia que usar sus propias palabras en su contra era un golpe bajo, pero ese no era el problema en sí.


Todo el mundo tenia la misma idea de ella, al verla nadie conjeturaba otra definición y Pedro había hecho ese prejuicio tiempo atrás. ¿Para qué negarlo? Ella no lo negaba, sabia bien quien era y como la veía el resto del mundo, incluso como la veía él antes de llegar a conocerla mas detalladamente.


—Sabes que…


—Lo sé Pedro, sé que solo intentabas ser malicioso para sacarme de tu camino. Pero mi vida siempre fue así, la gente siempre pensó eso de mí. Y no los culpo, yo no me esfuerzo por desmentir esa imagen—Admitió, recordando los atuendos que llevaba a la escuela siendo mas joven, todos parecían haber sido sacados de una colecta de los años sesenta.


Esa era su forma de burlarse de las tendencias, sabia que ser distinta no era algo malo. Y muchas veces disfrutaba siendo excéntrica, pero en ese momento le habría agradado que aquella foto de su adolescencia jamás hubiese llegado a internet. Pues repentinamente junto a Pedro, le dio una terrible vergüenza eso de haber querido festejar su diferencia.


—Sí te ves algo ridícula—Lo fulminó con la mirada, eso no era lo que deseaba escuchar—Pareces payaso de rodeo—En ese momento él no soportó mas la risa y dejó escapar una leve carcajada.


—Eres un imbécil.


— ¡Oh Paula, vamos!—La atrapó entre sus increíbles y fuertes brazos, imposibilitándole darle el golpe que se estaba buscando. —Todos hicimos tonterías siendo jóvenes, tú te vestías como payaso…—Una nueva risa, arruinó la seriedad con la que intentaba expresar aquello. —Espera, tengo que verlo una vez más. —La soltó queriendo alcanzar la laptop pero Paula en un acto desesperado, le arrojó lo que más a mano tenia, o sea una manzana del centro de mesa. —Auch.


—Ya déjalo, Alfonso —Él hizo eso de poner sus ojos como cachorrito apaleado y la parte más femenina de Paula, gimió con apetito. Maldito hombre manipulador. —Es demasiado, esa foto nunca debió ver la luz.


—Es una parte de ti que desconocía—Argumentó, volviéndola a coger por la cintura. — ¿Crees que puedes ponerte tu disfraz de payaso…?—Paula le dio un golpe en la cabeza, para que callara. Pedro se sobó soltándola un microsegundo y volviéndola a atrapar contra su cuerpo—No te preocupes, en realidad no me gustan los payasos. Todo ese maquillaje blanco, me hace pensar en un paciente terminal.


— ¿Le temes a los payasos?


—Imagínate toparte con uno en una calle oscura, mientras nadie mas que tú y el viento causan el eco de un sonido casi muerto. —Él fingió estremecerse y Paula sonrió—La perspectiva, es escalofriante.


—Tranquilízate, Poe. Obviamente el terror no es tu género. 
Pedro asintió, inclinándose lo suficiente para depositar un único beso en sus labios.


—Tal vez tengas razón, aun así no quiero que entres en esos sitios ¿De acuerdo?—La liberó pero solo para darle la vuelta y empujarla hasta la mesa.


— ¿Me estas queriendo prohibir algo?


—Más bien seria como un requerimiento forzoso—Él y sus redefiniciones, la tenían hasta las cejas. Pedro podría escribir un diccionario con los sentidos que adquirían las palabras, cuando él las decía.


—Y un cuerno—Con una carcajada la dejó de pie junto a la mesa y se dirigió a la estufa para tomar una bandeja de las más deliciosas y adictivas, galletas recién horneadas. —No me molesta la foto—Él lo miró por sobre el hombro, con un gesto que le dio a entender que no le creía—Bueno, vale…tal vez un poco. Pero es que…lo hacen sonar como si estuviese cometiendo algún delito.


— ¿Delito?—Con una espátula comenzó a deslizar las galletas desde la bandeja a un plato de vidrio, ella aun de pie solo lo miraba hacer su gracia. Él jamás moriría de hambre en una isla desierta, antes se cocinaría la mano y la salaria con la misma agua del mar. Su lindo, Boy Scout.


—Ya sabes, como si…—Se silenció, pensando lo ridículo de toda la situación. Aun así ¿Dónde estaba ese voz que debía decirle “hora de que dejes de hablar”? Pues no tenia idea, aparentemente ella y su conciencia llevaban enemistadas desde tiempo memorables. —Como si fuese imposible que tengamos una relación, como si atreverme a siquiera considerarlo fuese algo grosero en el mundo femenino.


—Es bueno que no tengamos una entonces. —respondió en tanto que metía una nueva bandeja al horno y tiraba la manopla a un lado.


Paula se quedó muda en ese instante, procesando sin procesar las palabras que había dicho con tanta naturalidad. 


Era verdad, no tenían una relación. No tenían nada y ella había sido la estúpida que había malinterpretado aquel paraíso. Pedro no albergaba la posibilidad de hacer de aquella semana, algo duradero. Ambos necesitaban desaparecer hasta que la prensa se calmara, el hecho de que su padre hubiese tenido que salir de la ciudad no había sido más que una simple y pertinente coincidencia.


Se tragó su indignación, casi sintiendo que pasaba un hierro hirviendo por su garganta, aun así procuró que su rabia o dolor…—ya no sabia qué—se reflejara en su voz.


—Exacto—Tal vez no lo logró, porque él dejó lo que estaba haciendo y la escrutó con gesto curioso— ¿Quieres jugo? Yo lo traigo—Necesitaba sentirse ocupada y no devolverle la mirada, Pedro leía a las personas del mismo modo en que leía un libro. Y si la veía en ese momento, notaria cuanto la habían afectado sus palabras.


¿Por qué mierda pensó que seria distinto? ¡Oh sí! La invitó a su casa ¿Y eso qué? Los hombres y las mujeres hacían eso siempre, era algo natural, era parte del cortejo. Pedro quería llevársela a la cama, nunca le dijo algo distinto así que ¿Por qué se sorprendía? ¿O por qué esperaba que sus motivaciones fuesen distintas?


La jarra se movió levemente entre sus manos y ella se dio cuenta que era su pulso el que temblaba. No supo comprender el por qué, aunque luchó por entenderlo. Algo allí no cuadraba, ella no cuadraba. El estúpido sentimiento de derrota no cuadraba, la sencillez de una confesión sin afecto por parte de Pedro no cuadraba. Y aun así arrastró los pies hasta la mesa, dejando la temblorosa jarra en el centro como si su corazón no estuviese gritando de rabia en su pecho. Rabia, decepción ¿Qué más daba? Lo que para ella era algo, para él no lo era. ¿Eran necesarias más explicaciones?


— ¿Paula qué ocurre?—Ella se volvió en un respingo, Pedro aun la miraba con esa curiosidad de niño que investiga todo y lo descubre a causa de su perseverancia. En cualquier otro momento, habría festejado el hecho de que él se moviera de ese modo por la vida, en ese precisamente no podía odiar mas aquella personalidad inquisidora.


—Nada ¿Qué hay en el menú?—Preguntó tratando de guiar la conversación a otros rumbos.


—Dime que te molesta.


—Ya te dije que nada—Pedro no le creyó.


—Paula…


—Déjame en paz, Pedro. ¿Vamos a desayunar o no?—Él fue hasta la mesa pero no ocupó su asiento, sino que se detuvo a su lado tomándola por la barbilla para que lo mirara.


— ¿Te fastidia que diga que no tenemos una relación?—No respondió—De acuerdo entonces, eres mi novia.


—No tienes que decir cosas así y lo sabes, de todas formas me acostare contigo. —Le espetó molesta, no sabia si por su debilidad al admitir que lo haría con él de cualquier modo o porque Pedro pensara que poniéndole una etiqueta al asunto, la dejaría feliz.


— ¿Por qué tienes que pelear por todo? Te estoy diciendo un hecho…


—No, Pedro. Estas diciendo lo que crees que quiero oír.


— ¿Y no es así?—La miró fijamente, ella apartó el rostro de su mano.


—No, no es así—Mintió, porque oírlo decir que era su novia era lo que realmente esperaba.


Pero no de ese modo, no como un método para callarla o complacer su fantasía de niña. Esa que es igual a que el muchacho guapo y rico se te confesara en un tarde soleada, mientras los pajaritos entonan una canción sin letra pero que aun así parece ser una que reconoces de toda la vida. 


Ese tipo de cosas no pasaban en la vida real y ciertamente no esperaba que Pedro, fuese aquel muchacho ¿o si? No, definitivamente él no era. Internet y los fanáticos los sabían, Pedro lo sabía, solo ella era la que se negaba a ver la realidad de ese asunto.


—Maldición, niña estúpida—Entonces sin previo aviso, la atrajo de un jalón hasta su cuerpo y la besó sin darle tiempo a coger aire. —Tú eres mi novia y no se dice más.


Pedro…—A la primera le costó un poco reponerse de ese beso, plantó las manos en su pecho y se apartó lo suficiente para pensar claro.


—Dije que no se dice más—La sentó o mejor dicho la dejó caer en su silla—Ahora a comer.


Pedro.


—Come, Paula—Él tomó sus cubiertos y comenzó a pinchar la fruta, casi como si intentara apuñalarlas. Ella miró su plato, las frutas y al hombre en cuestión. El apetito se le había marchitado en ese leve intercambio y el ceño fruncido con el que Pedro atacaba su desayuno, le daba entender que él tampoco sentía entusiasmo por estar allí sentado.


Pedro— repitió por tercera vez, él engulló un gran trago de jugo antes de mirarla.


— ¿Qué?


—No quiero ser tu novia.


—No te estoy dando opciones. —Y una vez más apuñalo la fruta, ella cruzó un brazo por encima de la mesa apartándole el plato.


—Deja eso ¿quieres?


— ¿Por qué no podemos desayunar de una puta vez?


—No quiero ser tu novia. —En esa ocasión, su ceño se profundizo aun más, si es que eso era posible.


—Ya te dije que no te estoy preguntando…


Pedro, no puedes obligar a alguien a salir contigo y muchos menos “requerírselo forzosamente”—dijo haciendo alusión a sus propias palabras. —Sé porque me dices eso y te equivocas…yo…no quiero nada así…—La mentira se hizo evidente, cuando su propia lengua la traicionó. Aun así lo miró con firmeza.


—Mientes—Mierda, él también lo había notado.


—Tal vez—Admitió, pues no tenía sentido darle vueltas a ese asunto—De todos modos, alguien que quiere estar con otra persona no se lo pide de esa manera.


— ¿Qué manera?—La incredulidad se traslucía en su tono.


—Pues todo molesto, como si fuese un fastidio para ti tener que darme algo a cambio de…—Iba a decir, noches de sexo pero eso hubiese sido hipócrita, puesto que él estaba cubierto en ese sentido.


La mano que presionó sus dedos, la hizo volver al hilo de su conversación. Los ojos de Pedro parecían soltar chispas y ella fue consiente que alguien que deseaba un noviazgo, no miraba de ese modo al objeto de su “adoración” o lo que sea, que sientan las personas enamoradas.


—Estás equivocada—masculló con la voz en un suave murmullo.


— ¿Ah sí? Solo falta que me muerdas, para terminar de parecer un perro rabioso. —Repentinamente Pedro se puso de pie, empujando su silla hacia atrás y obligándola a pararse también. La acercó pegando sus labios a su oído.


—No estoy molesto por decir que eres mi novia, estoy molesto por tener que aclarártelo a ti. —Si bien susurraba, aquellas palabras podrían haber sido gritadas y causarían el mismo efecto en su cuerpo— ¿Crees qué esto es usual en mi? ¿Crees que si no me importaras te traería a la casa de mi padre? ¿O qué me pasaría toda una semana, buscando las mejores formas de tenerte a mi lado sin parecer un psicópata? —Se apartó un milímetro para mirarla con reproche—No puedo entender, cómo se te ocurre pensar que te tendría aquí por un capricho pasajero. Incluso estoy intentando idear una excusa, para hacer que mi padre se quede en Francia un mes…—Ella se mordió el labio, sin saber que decir—Le pagué unas lindas vacaciones, para no tenerlo aquí fastidiando. Y le pagaría más tiempo si me lo pides…


Pedro


—Paula, te dije que lo haría bien. Dame un poco de crédito— Asintió poniéndose de puntillas, para rozar delicadamente sus labios con un tímido beso de disculpa.


En alguna parte muy relegada de su mente, alguien aplaudió feliz por lo que había oído.Paula estuvo casi segura que era su conciencia, haciéndola saber que por primera vez estaba obrando correctamente. Pedro enlazó sus manos alrededor de su cintura, logrando que sus pies se despegaran del suelo. Sus bocas de ser posible, se fundieran mas una con otra y el ligero gruñido que reverbero en la garganta de su hombre, la hizo saber que estaba de acuerdo con su respuesta.


Se apartó.


— ¿Así que…eres mi novio?


—Maldición, debo estar totalmente fuera de mi…—Volvió a mortificarla con un escandaloso beso—Pero…soy tu novio.


—Me gusta como suena eso. —Él como toda respuesta le pasó la lengua por el lóbulo de la oreja, al parecer le agradaba jugar por esos lados. Sin poder evitarlo, soltó un leve gemido.


—A mi me gusta como suena eso—Rieron al mismo tiempo que sus bocas volvían a encontrarse. —Jamás terminaremos una comida de este modo. —Se lamento, sin mostrarse dispuesto a terminar esa pequeña sesión e incluso, llevando sus manos al frente de su pecho donde la delicada camisa que cubría su desnudez prontamente era retirada de su labor.


—Mis kilos de más, agradecen eso—Pedro puso los ojos en blanco.


—No tienes kilos de mas, tonta. —Le aprisionó el trasero, para darle énfasis a sus palabras—Tienes lo justo para llenar mis manos.


—Eres grotesco.


—Te vuelvo loca.


—No es cierto.


—Sí lo es.


—Nop—Pedro se tragó su replica y la hizo sonreír al apretarla contra la dureza de su masculinidad.


—Bueno, tu si me vuelves loco. —Estaba apunto de lanzarla sobre la mesa y hacerle el amor allí mismo, cuando el teléfono sonó en alguna parte de la casa. —Demonios…


—No vayas.


— ¿Y si es Javier?—Paula hizo un puchero, Javier se molestaba si no respondían y luego les tiraba todo un discurso sobre responsabilidad, que a ninguno le apetecía oír. —Vuelvo en un parpadeo…—La soltó y al instante ella sintió la ausencia de su calor. —Come algo, mientras.

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