martes, 9 de diciembre de 2014

CAPITULO 45





Pedro tomó el auricular, maldiciendo internamente a Javier y pensando las palabras que le soltaría cuando lo tuviera cara a cara.


—Eres muy inoportuno—Le dijo, apenas tuvo la fuerza para hablar y no pensar en el manjar que se estaba perdiendo en su cocina.


— ¿Pedro?—Pero la persona del otro lado de la línea, no era quien esperaba oír—Hey ¿Estas ahí?


—Sí, sí…—respondió algo confuso—Disculpa, pensé que eras Javier ¿Qué pasa Martin?


—Bueno, tienes que saber que me costó un buen conseguir tu teléfono. ¡Qué mierda, fue como pedir audiencia con el Papa!—La idea era exactamente esa, aislarse de todo y de todos. Lo que lo llevaba a preguntarse ¿Cómo es que Martin tenia el teléfono de la casa de su padre?—Luego de que le expliqué a Javier lo importante que es esto, accedió a darme un numero para contactarte.


—Bien, de acuerdo ¿Qué ocurre?


—Tengo algo para ti—Martin, le pidió que anotara algo y a falta de lugares decidió por garabatear lo que le dictaba en su muñeca.


— ¿Qué se supone que es esto?


—Un número de teléfono—Asintió aun sin comprender la razón de que ahora lo llevara escrito en la piel. —Pero no cualquier número de teléfono, sino el número del celular con el que se sacaron las fotos que aparecieron en la revista.


Entonces, las piezas comenzaron a encajar en su lugar. 


Pedro miró lo que había escrito con renovado interés y una parte ya algo dormida en su mente, se activo ante ese nuevo hallazgo. Martin, lo había conseguido. Había encontrado a la persona que lo había vendido, a esa persona que había echado a perder su anonimato.


—Eres un genio.


—Lo sé. —No había necesidad de decir más—Fue complicado ¿sabes? El que sacó las fotos, se encargo de limpiar su rastro. Aunque cometió un pequeño error…


— ¿Qué cosa?


—Pues, envió las fotos a una casilla de mail. Desde allí las imprimieron y luego las faxearon hacia un número privado de la revista. La conexión se había cortado con eso de enviarlas por fax, pero aun así…—Era todo lo que Pedro necesitaba oír, nunca dudaba de los métodos de Martin. Aunque a veces fuesen más que dudosos.


—Amigo te debo una. —Él le dijo la mejor manera de pagarle y luego colgó.


Pedro pensó en todo el trabajo que se había tomado aquella persona para joderle la carrera, ciertamente debía darle crédito por intentar burlarlo. Pero estaba tan cabreado que ni siquiera iba a fingir, no estar deseando tener su cuello entre sus manos. Bien, tal vez no tenia su cuello pero si su numero y en ese momento sabría exactamente quien lo había vendido.


Se acercó a la puerta de vaivén de la cocina y espió el interior, encontrando a Paula agitando su jugo dentro de la copa como si estuviese apunto de catarlo. Sonrió casi por inercia frente a esa imagen.


Luego regresó su atención al teléfono y marcó el número sin más demoras, al primer timbrazo nadie contesto, tampoco al segundo, ni al tercero. Fue en el cuarto que finalmente, sintió vida del otro lado.


—Diga…—respondió una voz somnolienta, arrastrando las palabras mas de la cuenta. Él se quedó un segundo en silencio, dejando que la voz se colara a su mente deseando de alguna forma poder determinar ¿Por qué le era tan familiar?— ¿Quién habla?—Insistieron del otro lado, frente a su enmudecimiento.


Entonces no le cupo duda, sabía exactamente con quien hablaba y sus ojos viajaron inexorablemente hacia Paula sentada aun en su silla, ella le sonrió al verlo allí observándola. Pero Pedro no le devolvió el gesto, pues repentinamente se vio asaltado por un antiguo y bastante antipático recuerdo. «No te preocupes por nada, yo tengo todo bajo control» Y la voz de Paula, hizo eco en su memoria que revivía aquella frase como una burla. Esa que ella había soltado un día después de que todo el circo se desatara, esa que ella decía al teléfono mientras intentaba calmar la insistencia de…


—Leo.

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