domingo, 23 de noviembre de 2014

CAPITULO 10





La pista estaba haciéndose más pequeña o aquel hombre, simplemente había desarrollado tantos brazos como Shivá. 


Sea lo que fuese, Paula se sentía en una nube de luces estrambóticas, música que aturdía y los labios suaves de su atrevido doctor. Era demasiado bello, como para intentar poner un alto a toda esa muestra de acalorado cortejo. En algún momento de la noche, ella había ido en busca de Pedro y le había dado a sostener sus botas y su celular. 


Después de eso no volvió a verlo y no le preocupaba tampoco, a decir verdad tenia mejores cosas entre manos.


—Hermosa ¿Quieres ir a un lugar más divertido?—Ella asintió con una enorme sonrisa en sus labios. Sólo para que no quepan dudas, la hermosa de esa frase, era ella.


—Sí doctor—musito con voz aletargada.


Cuando intento avanzar, sus pies se enredaron entre sí y estúpidamente fue a caer a los brazos de algún hombre que pasaba por allí. Paula alzo la vista y comenzó a desplegar una sonrisa, para disculparse por su tontería de ebria. Sí estaba ebria o quizás solo un poco entonada, después de todo ¿Cómo se reconoce el momento en que uno pasa de alegre a descaradamente atrevido? Pues ella estaba en medio de las dos definiciones, se sentía mucho más hozada, tanto que ni siquiera había tenido reparos en besarse con el doctor a la vista de todos los invitados.


—Perdón…


—Paula, yo ya me voy—Le murmuro el extraño al oído y fue cuando ella cayó en cuenta de que ese no era un extraño. 
Era…huy estaba peor de lo pensaba ¿Cómo diantres se llamaba? — ¿Me oyes?—pregunto ese bombón de ojos azules. Ella asintió aunque lo único que podía hacer era concentrar su atención en esa mirada ¡Demonios! Sí sabía cómo se llamaba, solo necesitaba…necesitaba…


—Vamos preciosa—Ah sí, necesitaba a su doctor. Ella se liberó del chico lindo de ojos azules y se echó en los brazos de su antiguo compañero de baile/copas/besos apasionados.


—Si vamos.


—Paula—Pero alguien al parecer no estaba tan de acuerdo con el plan. Le dirigió una mirada de impaciencia, mientras él la detenía por el brazo derecho y el doctor la jalaba del izquierdo—Te llevare a tu casa.


—No te preocupes, yo me encargo—Paula le sonrió a su pareja, ignorando que el chico lindo lo atravesaba con una mirada que podría fundir metal.


—Sí, él se encarga…—corroboro hipando, mientras que con un movimiento de su muñeca se deshacía de su amarre.


El chico de ojos azules, pareció molesto por un instante y en tanto que ella se alejaba con el doctor, no le aparto la mirada de encima. Paula se encogió de hombros y se dejó llevar, lo bueno de estar ebrio es que uno nunca recuerda miradas, ni instantes. Pues de haber estado lucida, habría notado lo desilusionado que lucía Pedro en ese momento.

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