miércoles, 26 de noviembre de 2014
CAPITULO 15
Karma.
Es un tema por demás sabido, que cuando uno intenta que algo salga de una forma, el karma se encarga de que ocurra exactamente lo opuesto.
En ese momento lo que más deseaba Paula, era llegar a su casa tomar una larga ducha y olvidarse que el mundo existía más allá de su departamento. Pero por supuesto, aquel no era su día, ni su mes y por cómo iba encaminándose últimamente, tampoco parecía ser su año. Si por los recientes sucesos debiera guiarse, diría que ese era el año de las ratas, no importaba lo que el horóscopo chino dijese.
Estaba claro para ella que a los dragones, los habían timado y en grande.
— ¿Paula?—Tan solo fue necesario oír una sola vez a esa voz pronunciar su nombre, para ratificar que el horóscopo era tan mentira en oriente como en occidente. “Hoy será un día brillante” auguraban para ella, pero que mentira más sádica. Lo más brillante que había visto hasta el momento, era el trasero de Pedro enfundado en unos suculentos bóxers. Y Dios la proteja de estar admirando tremendas calamidades, debería sentirse asqueada y para su sorpresa, no hacía más que recordar aquella escena.
Se detuvo en seco, con las llaves a medio camino de la puerta de entrada. No quería volverse, sabía que si lo hacía se encontraría con un ceño fruncido y un rostro que pediría a leguas una explicación. Pero ¿Es que acaso podría fingir no haber oído nada?
—Ahora mismo detente ahí pequeña zorra—Confirmado, no podía.
Flor camino rápidamente por el pasillo y sin hacer mucho esperpento se detuvo a su lado, para exasperarla con los repetitivos golpecitos de su chancleta de vieja bruja, contra el piso de cerámicos.
— ¡Ay! ¡Ya para!—exclamó con los nervios caldeados. No había cosa que la fastidiara más, que ver a su amiga en plan de madre pata.
—Ya quiero una explicación—Paula la mira enarcando una ceja con suspicacia, Florencia le dio un golpe con el periódico que llevaba en la mano, exactamente la razón por la cual la había atrapado en medio del pasillo.
Se sobó la frente con una mueca en los labios, había estado tan cerca de llegar sin ser vista, pero el destino se las traía mal con ella.
—Me duele la cabeza y no estoy con ganas de hablar—A Flor esa respuesta no le agrado en lo más mínimo, le arrebato las llaves y abrió la puerta por sí misma, instándola con un empujón a entrar—Oye cálmate…
—No me vengas con que me calme, a estas horas Rubén debe estar haciéndose una descarga matutina contigo—Paula no pudo evitar fruncir hasta el espíritu con esa idea.
Rubén era el encargado del edificio, hacia exactamente dos meses había instalado cámaras en los pasillos. Dícese para cuidar mejor de los inquilinos, pero lo que en realidad hacia era vigilar mejor a las inquilinas. Era un tipejo asqueroso, el típico que no pierde oportunidad en detallar cada centímetro del cuerpo de una mujer. No importaba si esta fuese bonita o no, lo único que era importante para Rubén eran las curvas que se ocultaban bajo cada vestido. Todas sabían que el hombre empleaba cada hora del día en intentar dirimir el color de las bragas de tal o cual muchacha. Puerco Rubén o manos rápidas Rubén, así lo habían bautizado ¿Cómo se había olvidado de él?
Afortunadamente Flor estaba pensando por ambas, de otra manera Paula habría sido la protagonista principal en las fantasías erótica de su portero. Eso ya sobrepasaba su límite, su cabeza no estaba para analizar tales cuestiones, se sentía abatida, no, esa no era la palabra correcta. Ella se sentía como una…una…bueno, ¿Para qué dar vueltas? Como una puta.
Una grandísima, consumada y encima falta de paga, puta. Porque Pedro ni le había pagado. No es que ella acostumbrara a intercambiar dinero por favores sexuales, pero ya que ni iba a recordarlo unos billetes no le caerían del todo mal.
— ¡Florencia quiero morir!—gimió en un exabrupto, mientras se cubría el rostro con las manos en un intento vano de ocultar su desfachatez.
—Shh… shh… ¿Qué paso? —Sintió como su amiga la envolvía en un ligero abrazo.
Flor podía estar molesta con ella, pero aun así le prestaba su hombro. Tendría que recordar aquello, pues definitivamente iba a recompensarla por su amistad.
—Hice algo malo…—Confesó, manteniendo la frente pegada al hombro de su amiga.
— ¿Qué? ¿Qué hiciste?—Paula no respondió, estaba demasiado avergonzada como para admitirlo. ¡Por Dios! Era el segundo hombre con el que se acostaba en toda su vida y ni siquiera podía precisar un instante. ¿Cómo había dejado que eso ocurriera? Ella se jactaba de ser una persona sensata, de nunca cometer imprudencias de ese tamaño y ahora estaba allí, intentando mantenerse en una sola pieza— ¿Paula?
—Me acosté con Pedro…—Por un momento no hubo más que silencio, ella se separó lentamente de los brazos de su amiga.
El rostro de Florencia no decía nada, por primera vez aquellos ojos verdes estaban fijos en una expresión vacía.
—Oh…—susurro finalmente, sin añadir ni quitarle peso a su confesión. Paula puso los ojos en blanco ¿Oh? ¿Qué demonios significaba eso? ¿Lo aprobaba? ¿Lo desaprobaba? —Ya me decía yo que allí había algo raro.
— ¿Qué?
—Bueno…—Flor la miro con un amago de sonrisa—Lo llevaste a la fiesta de Cata.
— ¿Y eso qué?
—No lo sé, había algo en tu forma de mirarlo.
— ¡No! ¡No! Nada de forma de mirarlo, no me gusta, Flor… ¡Pedro no es nada para mí!
— ¿Y porque te acostaste con él?—La censuró, haciendo que ella soltara un silbido entre dientes. Una pequeña parte de su cerebro, quizás las más pequeña y relegada, pensaba que sabía la respuesta a eso. Porque estando o no ebria, ella había ido con él voluntariamente. No estaba segura que había ocurrido en el intermedio, pero no iba a negar que el detalle de haber despertado entre sus brazos, no hubiera sido una sensación placentera.
¡No! ¿Qué estaba pensando? ¿Placentera? Claro que no, no podía volver a ver a ese hombre. ¿Qué le diría si se lo cruzaba? Ni siquiera se atrevía a mirarlo a los ojos. ¡Por Dios del cielo! ¡Él la había visto desnuda! Eso ya era motivo suficiente para cortar cualquier relación, sea de amistad, laboral o lo que fuere.
— ¿Qué voy a hacer?—inquirió con algo de dramatismo.
—Lo primero que harás es tranquilizarte, sí te acostaste con él ¿Y qué? Los hombres y las mujeres llevan en ese asunto desde el inicio de la humanidad, créeme no eres la primera…
Ella no supo si reír o llorar por aquella afirmación, fue hasta uno de los sofás de su salita y se dejó caer sonoramente contra la falsa imitación de cuero.
—Bueno…quizás tengas razón. Digo, después de todo para él también tiene que ser una situación embarazosa—Flor encogió un hombro no muy de acuerdo con sus palabras y fue cuando Paula cayó en cuenta de la estupidez que estaba diciendo.
¿De aquí a cuando los hombres se sentían avergonzados de un revolcón? Estaban hablando de Pedro después de todo, no de Mahatma Gandhi.
—Lo sé, para él esto no significara nada y yo soy la idiota que le da demasiada importancia.
—Paula…—Comenzó su amiga, pero ella la detuvo con un ademan.
—No, es verdad. Es la estupidez femenina, hacemos de una gota de agua, una inundación y de un intercambio de fluidos, una relación…—Ella sabía muy bien de lo que hablaba, había expuesto ese mismo asunto en varias de sus historias.
Pero bien… en sus libros, sus heroínas eran mujeres que nunca se dejaban amedrentar por el sexo opuesto. Ellas llevaban las riendas, ellas decidían el camino de sus vidas y su juicio nunca se veía afectado, por las joyitas que colgaban de la cintura de un idiota. Una cosa era escribir sobre eso y otra muy diferente llevarlo a la práctica. Paula sabía que estaba exagerando, sabía que Pedro ni siquiera estaba pensando en ella o si lo estaba haciendo, solo seria de un modo superficial. Entonces ¿Por qué seguía dando tantas vueltas al asunto? Tenía que superarlo, para él no habría repercusiones y ella estaba decidida que en su caso fuese lo mismo. Sin lamentaciones, había tenido sexo. ¡Festéjalo! Se dijo internamente, logrando por un segundo alcanzar su nirvana.
— ¿Usaron protección verdad?—Y su globo de auto superación reventó, hasta volverse una mísera burbujita en el espacio.
Clavó su mirada en Flor y ésta la apremió a responder alzando sus cejas, expectante. Paula se congelo, no, eso sería poco. Paula murió unos diez segundos.
Repentinamente las lágrimas inundaron sus ojos y toda la paz que había logrado juntar se escapó pavorosa por la ventana, allí se suicidaba su orgullo.
—No lo sé…—Gimoteo abrazándose a su amiga, en busca de apoyo o de una respuesta celestial— ¡Flor! ¿Qué hago? ¡No sé qué paso! ¡Soy de lo peor!
—Shh…cielo ¡Calma!—Su amiga le acariciaba la cabeza sin romper su abrazo, pero Paula no escuchaba razones.
—Si…yo…yo… ¡No!...no puedo…—Se apartó para mirarla fijamente— ¡No voy a tener un hijo de ese hombre! —Le advirtió como si de ella dependiera que eso ocurriese o no—Seria una terrible madre, a la primera oportunidad me olvidaría el niño en el mercado…—Flor sonrió muy a su pesar.
—Tranquila niña, tranquila. Estas diciendo tonterías, tú serás una excelente madre…
— ¿Con el aval de quién? ¿La mía? —insto irónica.
—Paula…estas sacando conclusiones apresuradas, tal vez Pedro si recordó usar protección, lo único que debes hacer es preguntarle.
— ¡No! No voy a volver a hablarle—Se puso de pie abruptamente, sin darle tiempo a su amiga de reaccionar—Ya mismo llamare a Julieta, cancelare todo. No voy a acercarme a él nuevamente, será mi propia orden de restricción…
— ¡Por Dios Paula! ¿Perderás tu trabajo por una tontería como esta?
— ¿Tontería?—exclamó sin poder creérselo—No es una tontería, ese hombre es insufrible en estado normal, te imaginas como se pondrá ahora que sabe cómo soy…
—En la cama—Frunció el ceño, no había completado la frase adrede.
—Es todo, a la mierda el libro y los fanáticos, después de todo ¿Qué tanto cuesta desprenderse del sueño de toda tu vida? —Flor sacudió la cabeza y fue hasta su lado para quitarle el tubo del teléfono, de sus agarrotados dedos.
—Si te precipitas, cometerás un error. No es solo un trabajo para ti, no dejes que un hombre te quite todo lo que has logrado—Ella la miro con resignación.
—Entonces ¿Qué hago?
—Lo que vas a hacer es darte una larga ducha, quitarte esa ropa y enfundarte en tu pijama más bonito y suave. Luego te meterás a la cama y dormirás hasta que yo vuelva del trabajo…comeremos helado, miraremos Titanic y lloraremos con la muerte de Jack ¿Te parece un buen plan?
—Suena bien—susurro sorbiendo la nariz.
—Bueno, en marcha—Flor la encamino al baño y ella se dejó guiar como si estuviese en modo automático.
No seguiría preocupándose, su amiga tenía razón estaba especulando con cosas que simplemente podían no pasar.
Bueno, lo sabría con seguridad en nueve meses
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