miércoles, 26 de noviembre de 2014
CAPITULO 16
Las palabras asesinato, accidente y escritora, se repetían en su mente con una tentadora insistencia. En todo el camino a ese apartamento, había planeado más de mil maneras de hacerla pagar por su atrevimiento. ¡Su auto! Si algo le ocurría a su Lexus Dios la salve, Pedro no tendría consideraciones.
No estaba exagerando, ese era el primer auto que había comprado con dinero ganado por el sudor de su frente. Era su automóvil, su pequeño, su orgullo, lo quería más que a su padre, más que su perro (si tuviese uno) más que…Bueno, lo quería con un demonio. Ella no tenía derecho a sacarlo de su cómodo garaje, ella no tenía derecho a tocar su tapicería de cuero semi—anilina, su tablero de alta gama provisto de la más fina tecnología para la navegación. Y su motor… aquel motor calibrado a su gusto, ese que podía pasar de cero a cien en no más de diez segundos.
—Dios mi pobre auto…—musito clavando la vista en el taxímetro que avanzaba a cuenta gotas.
Pedro quería llorar, su Lexus estaba en manos de una mujer. Moriría mil veces, antes de ponerlos en las garras de una impertinente y poco intuitiva mujer. Ese auto no estaba hecho para ser conducido por alguien del sexo femenino, ese Lexus expedía testosterona, era un tributo a la masculinidad. ¡Era insultante que ella lo hubiese tomado!
Podría haberlo castrado y hubiese obtenido el mismo efecto, sin su auto Pedro se sentía incompleto. No menos hombre, pero si…incompleto.
— ¿Quiere apurarse? —Le urgió al taxista, éste lo observo por el retrovisor. Ah…su auto también tiene uno de esos.
—Voy tan rápido como puedo—masculló el hombre sin hacerle mucho caso.
Pedro se removió incomodo en el asiento, cada minuto que pasaba aumentaba las posibilidades de que su pequeño sufriese un accidente. Cerró los ojos, ni siquiera se atrevía a concebir esa idea, afortunadamente el taxista lo obligo a salir de su letanía con lo que él llamaría a partir de ese día, la nueva palabra mágica.
—Llegamos.
Estaba cansada, Flor tenía razón debía dormir. Con unas buenas horas de sueño, ella limpiaría su mente y ya…
— ¿¡Paula!?—Pegó un brinco en su asiento al sentir ese llamado. No era su amiga, al menos que estuviese manifestando a su hombre interior— ¡Paula! ¡Abre la puerta!
Fue tan confiada como para obedecer sin poner pegas, a pesar de lo cabreada que se oía la voz que le reclamaba del otro lado. Pero ¿Por qué? ¿Por qué fue tan dócilmente? Pues era igual que preguntarle a una vaca, porque entraba en un matadero. El efecto de la simple y a veces mortal, inocencia.
— ¿Qué…?—No llego a formular el resto de su pregunta, él entró en su apartamento como un torbellino, casi tumbándola en el proceso.
Cuando ella logro conectar su mente con el presente, vislumbro a Pedro de pie en medio de su vestíbulo, con las manos presionadas en fuertes puños y la respiración completamente acelerada. Por un segundo tuvo la impresión de estar viendo a un tigre enjaulado y hambriento, es mas era como si no lo hubiesen alimentado por meses con el simple propósito de cabrearlo más.Paula dio un paso atrás, él estaba demasiado molesto para su gusto. Y no era nada parecido a la molestia que había tenido esa vez que lo reporto desaparecido, esto parecía mucho peor.
— ¿Pedro…?
— ¿¡Dónde está!?—La interrumpió alzando el volumen de su voz, hasta volverla amenazadoramente aterradora— ¡Dónde está!—repitió. Ella se encogió en su misma ¿respondía o llamaba a la policía?
— ¿¡Qué!?—exclamó a su vez, ya decidida a que si firmaba su sentencia mejor entregarse en cuerpo y alma. Pedro presiono los ojos en finas líneas y de haber sido capaz, la habría fusilado con la mirada, luego resucitado y luego vuelto a fusilar.
— ¡No te hagas las estúpida!—masculló colérico, ella abrió los ojos como plato incapaz de argumentar palabra ¿Le había dicho estúpida? ¡Ja! Hablando de ironías — ¡Mi auto! ¿Dónde está mi auto? ¡Si le hiciste algo…!—Y mientras le soltaba toda esa retahíla de gritos, se encargaba de avanzar hacia ella apuntándola con su dedo acusadoramente— ¡Te juro que no vas a ver otro día!
— ¡Oye!—Lo cortó, sintiéndose verdaderamente amenazada en ese punto. ¿Era su impresión o acababa de darle un ultimátum?
— ¡Cierra la boca!
— ¡Ni creas que puedes venir a mi casa a decirme que hacer! ¡O…o a amenazarme! Eres un engreído, cavernícola…
— ¡Sigue! Dame una maldita razón…—Espeto entre dientes, ella se silenció. No le gustaba lo que veía reflejado en sus ojos, él estaba verdaderamente molesto, incluso más…estaba…Bien, no sabía cómo definirlo pues nunca antes lo había visto de ese modo.
Paula respiro profundamente, los gritos no iban a servir de nada. Uno de los dos debía actuar con sensatez y por supuesto que Pedro, no sería el elegido.
—Tu auto está bien…—Instantáneamente al hombre le volvió el color, ella tuvo que contenerse para no rodar los ojos. ¿En serio? ¿Por un estúpido auto? —Nada de esto hubiese ocurrido si te dignaras a actuar como un ser humano normal…
— ¡Ni creas que vas a culparme a mí! Si no te he puesto una denuncia, fue porque no quería iniciar una persecución. ¡Maldita mujer estúpida!—A Paula se le atoro el aire en los pulmones ¿Dos veces? ¿Iba a dejarlo llamarla estúpida dos veces en una misma discusión? Sacudió la cabeza con frustración, tendría que haberle dicho que su auto estaba esperándolo panza arriba en un barranco. ¡Arr! Ese hombre la exasperaba.
— ¡Tú eres un idiota! ¡No me grites!
— ¿Qué no te grite?—exclamó con un tono por demás sarcástico — ¡Agradece que no te retuerzo el pescuezo! ¡Si te vuelves acercar a mí o mi auto…!—No concluyó pero ella no lo necesitaba tampoco, sus emociones se habían caldeado a tal punto que ya no se distinguía quién era el acusado y quién el acusador.
— ¿Y quién demonios te quiere cerca? ¡Vete tú y llévate ese asqueroso cacharro! ¡No vuelvas a poner un pie en mi casa!
— ¡Por supuesto que me voy! ¡Ni creas que me hace alguna gracia ver tu horrible rostro!
—¡¡Idiota!!—escupió con ira, pero para entonces Pedro ya había abandonado el lugar. Paula sentía el corazón bombeándole a mil por hora, la frustración que sentía en ese momento intentaba manifestarse en forma de lágrimas y ni siquiera comprendía porque. Ella ya sabía que él no la soportaba, pero ¿Por qué le dolía tanto cuando se lo decía sin tapujos? Tan solo había tomado prestado su auto, no planeaba robárselo y sabiendo que era costoso, lo condujo con todo el cuidado del mundo.
Él no tenía razones para gritarle aquellas cosas, no después de que ella se lo hubiese pedido de buena fe. No cuando había despertado abrazada a su cuerpo ¿Cómo podía haber cambiado tanto en solo un par de horas? En ese instante si se sentía capacitada para ser llamada estúpida, porque en algún momento mientras observaba la puerta y se debatía internamente, las lágrimas rompieron su resistencia.
— ¡Te odio!—Y lo decía muy enserio, ella era una chica de llanto fácil ¿Para qué iba mentirse? Lloraba con películas, con libros y de tanto en tanto lo hacía en la soledad de su cuarto. Pero nunca, nunca había llorado por un hombre… a no ser por su padre. Que Pedro fuese capaz de lastimarla con tanta letalidad, debía significar algo, pero estaba demasiado cansada como para analizarlo. Y su condenado teléfono no tenía mejor idea que interrumpirla.
— ¡Diga! —Sí, la persona del otro lado no tenía la culpa de nada. Pero nadie puede controlar la ira, esta se dirige sola y en ese momento la receptora había sido nada más y nada menos que Julieta.
Sus palabras fueron simples y rápidas, al parecer había notado que el horno no estaba para bollos. Paula tirada en su cama aun le daba vueltas a sus palabras «Nuevo capítulo…editores…siete días» Podría haberle dicho al finalizar “morirás” y el mensaje habría sido igualmente difícil de digerir. En teoría tenía que ponerse en contacto con Pedro y plantear un esquema para el siguiente capítulo.
Pero Pedro había sido bastante claro con sus palabras “no te acerques a mi” ¿Acaso esa era su manera de decir que renunciaba? Si así lo fuese ¿Por qué se sentía responsable? Ellos no trabajan bien juntos de todos modos y era cuestión de tiempo para que las cosas estallaran. Sí el dilema del auto lo había desencadenado, pero de no haber sido ella, habría sido él.Paula estaba segura de eso, aun así no podía borrarse de la mente esa nube de incertidumbre.
Lo había molestado a tal punto que lo había hecho renunciar, debería sentirse feliz pero no lo hacía. Porque aun estando de malas e incluso con una evidente renuencia, ellos parecían estar comenzando a ponerse de acuerdo en el proyecto. Eso era todo, tal vez él no lo decía en serio, seguramente si ella le telefoneaba acordarían un día para encontrarse y seguir con la historia. Habían peleado antes y eso no había logrado que ninguno se bajara de la competencia.
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