miércoles, 3 de diciembre de 2014

CAPITULO 34



Dos más dos, no es cuatro.


A pesar que la luz del sol se colaba por los entramados de la cortina, ella sentía aquella habitación sumida en las penumbras. Aun y con todo ese panorama, no estaba asustada. Se detuvo en el centro observando todo en busca de detalles, no sabía qué específicamente. Tal vez algo que la ayudara a descubrir más de él, de su historia o de su silenciosa existencia.


El roce de una mano en la parte baja de su espalda, la abstrajo repentinamente de su tarea. Sonrió volviéndose ligeramente sobre el hombro.


—No—La detuvo él sin permitirle darse la vuelta. Su aliento hizo volar algunos cabellos que caían de su peinado, dejando a merced de sus labios la sensible piel de su nuca.


Ella susurró un suspiro entre dientes, rogándole a sus rodillas que no cedieran en ese momento, mientras él encontraba el pulso constante en su tráquea y se detenía a rendirle homenaje con su boca.


—Vaya—murmuró sin mucho sentido.


Preguntándose internamente ¿Dónde había estado ocultando esa delicadeza? ¿O cómo lograba que sus labios tuvieran tal destreza en un lugar tan reducido? Parecía como si intentara probar su resistencia, y en realidad ella estaba a nada de perder en ese juego. Su deseo más elemental, se reducía a la simple necesidad de volverse y capturar sus escurridizos labios. ¡Oh Dios! Sus antepasados cavernícolas estarían tan orgullosos de ella y su falta de control.


La mano en su cintura inicio un viaje descendente por su cadera y ella echó la cabeza hacia atrás, topándose con la pared sólida que era su cuerpo. Tan hombre, tan macho. Al demonio el recato, tenía que volverse. Pero entonces esa condenada mano volvió a la carga, ella cerró los ojos al sentirla deslizándose por debajo de la falda de su vestido. 
Mientras que como toda una aventurera, iniciaba el viaje de regreso topándose en el camino con la frontera que marcaba su ropa interior.


—Interesante—Le dijo al oído, causándole leves cosquillas.


—No te esperaba hoy—Se justificó encogiéndose de hombros, no que se avergonzara de su ropa interior, aunque debía admitir que no era la elección más sexy del mundo.


—Hmm…—Aceptó a regañadientes, para luego quitar la mano de su falda y darle la vuelta de golpe—Tendremos que solucionar eso.


— ¿Qué…?—Inquirió curiosa, pero él no le dio tiempo a pensar. La jaló en su dirección, para robarle cualquier protesta con un arrebatador beso. Ella cruzó los brazos alrededor de su cuello, poniéndose de puntillas para poder alcanzarlo con comodidad. Y muy estúpidamente confiándole a él y a sus juguetonas manos, la seguridad inocente de su parte trasera.


Sin casi notarlo, sintió como la presión que ejercía su vestido en su cuerpo iba disminuyendo gradualmente, hasta que una cálida sensación se deslizó por la parte desnuda de su espalda ¿Desnuda? Se apartó lo suficiente, para ver como su vestido sin breteles caía mansamente hasta quedar apelmazado en su cintura.


— ¡Oye!—Se quejó, recibiendo a cambio una mirada profundamente satisfecha.


Sus mejillas ardieron por un segundo entero, hasta que no pudo más que sonreír frente a su descaró. Lo tomó por su masculina barbilla, guiándolo hacia un beso que luego esquivo en el último instante. Él soltó una risilla por lo bajo, yendo a la carga nuevamente y ella volvió a rozar sus labios, escapando en el segundo que él planeaba acostumbrarse.


—Tramposa.


—Dos pueden jugar este juego—respondió, arrepintiéndose casi en el acto.


Sus ojos inquisidores viajaron por sus labios, para luego recorrer su cuello y terminar plantándose en la sima de sus senos desnudos.


—Tienes razón—susurró sin más, en tanto que se inclinaba para marcar con sus besos cada parte que antes había observado con detenimiento.


Ella se mordió el labio inferior, sintiendo como sus labios se abría paso hasta hallar su por entonces delicado pezón, los suaves y ligeros tironcitos de sus dientes mordieron la piel sensible como un vago intento de persuasión. Y así siguió por lo que pudieron ser horas, aunque ella bien sabía que no habían sido más de cinco de los más tortuosos y lentos, minutos de su vida.


—Ok, ok tu ganas…—Le dijo tratando de atraerlo hacia arriba nuevamente, por supuesto él no se dio por enterado—Venga…—murmuró ya casi como un ruego.


— ¿Cómo se dice?


— ¿Vas a jugar ahora?—espetó casi irónica. Él alzó la cabeza lo suficiente, para demostrarle que esperaba una respuesta, ella negó tratando de mantenerse firme y él respondió con un asentimiento locuaz.


Sin avisos de por medio volvió a meter la mano debajo de su falda y en menos de un segundo, trazó el camino más directo hacia la persuasión de una mujer, o más precisamente de esta mujer. Se detuvo de sus hombros, al sentir que sus rodillas se daban por vencidas en la tarea de mantenerla en pie. Ella quiso protestar pero las palabras murieron en su boca, al sentir los dedos que apartaban la última barrera de ropa y lentamente comenzaban a danzar con suaves roces contra su clítoris. Sacudió la cabeza tratando de mantener un muy comprometedor gemido dentro de su garganta, no se lo iba a pedir por favor. Él volvió a aceptar su negativa, penetrando en su intimidad sin ninguna clase de consideración. Estaba más que dispuesto a quebrantar su resolución. Su cuerpo decidió ceder a su demanda, traicionándola al momento en que comenzó a buscar moverse al ritmo que él le marcaba. Maldito desgraciado.


— ¿Cómo se dice?—Le repitió en un susurro al oído, con una nota de diversión en la voz que difícilmente podía pasarse por alto. Ella inspiró profundamente, recordándose que dos podían jugar ese juego. Le guiñó un ojo descaradamente, antes de bajar la mano con la misma determinación e introducirla por la pretina de su pantalón, topándose con unos bóxers en el camino a los que ignoró con mucho tacto. Él soltó un leve gruñido entre dientes y ella inició un baile de caricias que lo dejó literalmente mudo.


— ¿Cómo se dice, qué?—Preguntó notando que en los últimos minutos, él no había vuelto a mover la mano— ¿Eh?
Su respiración acelerada golpeaba su oído, mientras ella se acercaba más para intentar dirimir lo que le decía. Se colocó tan cerca como pudo y entonces como un pequeño canalla, él le mordió el lóbulo de la oreja haciéndola respingar en el lugar. Aprovechándose de su instante de distracción, la tomó por la muñeca sacándola del interior de sus pantalones. La pequeña sonrisa parecía reflejarse en su mirada, algo que sabía ambos estaban compartiendo.


—Se dice: no más juego— Tomándola por el cuello, la fundió a sus labios en tanto que con su mano libre, la despojaba rápidamente de la parte de vestido que aun intentaba mantenerse sobre su cuerpo. Sus pechos desnudos rozaron la tela áspera de su camisa y ella gimió con la inesperada caricia, sintiendo la repentina necesidad de dejarlo en igualdad de condiciones. Él rió suavemente al notar como sus entusiastas dedos, iban deslizándose por entre los cientos de botones ¿Cuántos podría tener? Para ella y su escasa paciencia, comenzaban a lucir como un frente de batalla que presentaban las mejores armas.


— ¿Quieres ayuda?—Le preguntó burlón, mientras se repartía en la tarea de hundir la lengua en su boca y callarlo, o quitarle la condenada camisa.


—Púdrete—replicó logrando finalmente liberal el ultimo botón de su ojal. Esa no era ni la primera, ni la última camisa que desabotonaba. Mira si se iba a dejar vencer.


Y hasta allí llego su capacidad de raciocinio, cuando su mirada se topó con su premio oculto, ya no le cupo dudas. Él le haría un gran favor al mundo, si a partir de ese día dejaba de usar ropa. Nunca se cansaría de ver ese torso desnudo, y no era egoísta incluso le permitiría a las otras desgraciadas mujeres que lo vieran si les apetecía. Pues ella tenía algo que las otras no, ella tenía la exclusiva de tocarlo cuando quisiera y donde quisiera. Después de todo, la justicia divina existía.


Mientras se encargaba de descubrir cada respuesta inconsciente hacia sus caricias, lo sentía exhalar profundamente o tensar los músculos del abdomen cuando la timidez de sus manos se escapaba más allá de su cintura. Él volvió a aferrarla por las muñecas, pero en esa ocasión pegó sus brazos a cada lado de su cuerpo reduciendo sus movimientos. Sonrió sabiéndose vencedor, empujándola deliberadamente hacia atrás hasta que sus piernas golpearon el lateral de la cama. Ella se dejó caer suavemente sobre el colchón y él la acompañó segundos después.


Estando debajo de su cuerpo, fue consciente de que ya no habría marcha atrás. No que así lo quisiera, no que no disfrutara en esa posición. Quizás inconscientemente eso había estado esperando todo ese tiempo, desde la primera vez que se habían visto, incluso cuando las cosas no habían funcionado del todo bien. Sabía que el aquí y ahora solo importaba, que el pasado que ambos pudieran estar reteniendo se había quedado del otro lado de la puerta.Lo besó, o quizás él la besó. Ya no había diferencias entre un cuerpo y otro, ya no había distancias. Su mente se había puesto en piloto automático, repentinamente solo se valía de sus sentidos. Manos, caricias, besos, roces, susurros, todo parecía ser procesado por su alma. Lo tenía entre sus piernas, podía sentirlo fuerte y tenso contra su femineidad. 


La necesidad de él se trasladaba a ella, lo único que quería entonces era tenerlo dentro suyo, hacerlo suyo, ser de él. Lo quería todo y se lo hizo saber, gimiendo dentro de su boca y llevando sus caderas tan cerca como podía, buscando tocarlo tan íntimamente que no tuviera mas opciones que poseerla.


Ella acarició su rostro guiándolo a sus labios, probándolo, buscando robarle algo más que un simple beso. Algo. Él la miró el tiempo suficiente para sonreírle, mientras que con un calculado movimiento de caderas se introducía en su cuerpo, soltando a la vez un gruñido de satisfacción. Ella hundió el rostro en el hueco de su cuello, mordiéndolo allí donde su aroma masculino parecía concentrarse, tratando de menguar los placenteros sonidos que escapaban de su garganta sin autorización. Y él comenzó a moverse suavemente, saliendo y entrando de ella como temiendo hacerle algún daño. Sus labios se encontraron en algún instante, no había nada delicado en su furioso beso. A ella no le molestó mostrar el mismo apetito, apetito de él… en tanto que sus embestidas cobraban mayor fuerza y velocidad, marcándola a fuego con cada caricia que se entreveraba en medio del placer. 


Finalmente se dejó vencer por un gemido que no pudo contener otro segundo, disfrutando la sensación de los músculos de su espalda tensándose bajo sus manos.


Él tomó un ritmo acompasado entre sus piernas y ella le hincó las uñas sin darse cuenta, al sentir como un ligero hormigueo comenzaba a concentrarse en el centro de su anatomía. Lo abrazó sintiéndose perder tras cada acometida, incluso le parecía imposible determinar donde acababan sus sensaciones e iniciaban las de él. Tan solo podía pensar en seguir respirando, a pesar de que el aire llevaba tiempo sin tocar sus pulmones, a pesar de que sus labios parecían estar robándole hasta el último suspiro. Ella solo podía corresponder a sus movimientos, arquear sus caderas en búsqueda de esa fricción que ambos estaban creando. Y gemir ¡oh Dios! No podía ser ella la que soltaba esos gritos.


Pero lo era y le importaba tan poco ese hecho, él espantó aquel errático pensamiento con una última embestida. Apretó los ojos con fuerza y el pequeño hormigueo de antes ascendió desde su entrepierna, a cada terminación nerviosa, logrando que la sensación de plenitud la avasallara. Él soltó un gruñido junto a su garganta, dejándose ir con la fuerza de su propio orgasmo y ella le deposito un beso en la sien logrando llamar su atención por un instante. La miró enarcando una ceja, curioso y al ver que ninguno decía nada, se acercó hasta reposar la boca sobre la suya con sutileza. 


No hicieron mucho más que respirar agitadamente uno contra el otro, aguardando porque la realidad de aquel día decidiera hacer acto de presencia. O quizás, esperando a que la necesidad volviera a la carga y por cómo iban las cosas allí abajo, ella no creía que faltara mucho tiempo para eso…




— ¿Qué haces?—Paula soltó un gritito ahogado, apretando la libreta contra su pecho.



—Nada…—Mintió con poca convicción. Pedro sacudió la toalla que tenía en la mano contra su cabello, alborotando los mechones húmedos en el proceso. Luego se acercó hasta la cama y le pidió la libreta. —No—Le respondió ocultándola debajo de las sabanas.


—Déjame ver.


—No es de tu incumbencia.


—Si lo estás escribiendo en mi casa, es de mi incumbencia—Ella entrecerró los ojos pensando aquello, le parecía ligeramente comprensible aun así…


— ¡Hey!—Él le apartó las sabanas de un jalón y en la emergencia de no encontrarse tan desnuda bajo su escrutinio, dejo la libreta descuidada para tirar la almohada delante de su pecho. Por supuesto que Pedro aprovecho ese pequeño traspié. — ¡Devuélvemela!


—Calla—Le dijo, colocando desinteresadamente sobre sus labios uno de sus dedos. Ella no lo mordió por respeto al escritor que era, pues sabía que no sería el mismo sin su índice.


Pedro…—rezongó, viendo como él deslizaba su mirada por la letra precariamente garabateada.


—Esto sí que es meterse en la piel del personaje—murmuró en algún instante, logrando que ella se pusiera roja de coraje.


—Es solo un borrador—Aclaró, haciendo que la observara por encima de la libreta con un curioso brillo en los ojos. 


Paula sonrió con renuencia, mientras Pedro lanzaba la libreta a un lado de la cama y se inclinaba hasta cubrir su cuerpo con el peso del suyo.


—Así que…un borrador ¿eh?—Preguntó en tanto que sus manos se metían por debajo de las sabanas para intentar alcanzar su cintura, ella se contoneó tratando de escapar y él aprisionó el otro costado, para dejarla atrapada en su propia capullo de mantas. — ¿Sera que necesitas más inspiración?—Inquirió a escasos centímetros de sus labios, Paula cerró los ojos dispuesta a dejarse inspirar pero él se hizo a un lado justo cuando pensaba ceder.


— ¿No te gustó?—Él se encogió de hombros.


—Creo que olvidaste algunas partes…—Se acercó hasta su oído y ella le presto toda su atención, para luego oír cómo le susurraba algunas escenas que harían sonrojar hasta el más atrevido de los libertinos.


— ¡Pedro!—exclamó golpeándolo en el brazo, él se apartó riendo—Yo…—Comenzó y se detuvo abruptamente, para corregirse—…digo, ella no haría esas cosas ¿Cómo crees?


—Me parece que debo refrescarte la memoria—Paula enarcó una ceja y se cruzó de brazos, logrando que su atención fuera directamente hacia sus pechos medios cubiertos por las sabanas y medios a la vista de su compañero de cuarto. Puso los ojos en blanco.


—Puerco—Pedro no apartó la mirada de ese punto, aunque si le dio la razón con un elocuente asentimiento— ¿Realmente no te gustó?—inquirió una vez más, pero procurando obtener una respuesta honesta en esa ocasión. Pedro la observó.


—No usaste nombres.


—Lo sé ¿Qué parte de borrador no entiendes? —La mirada que le obsequió, la disuadió de estar burlándose.


—Me gusta, aunque sigo pensando que omitiste detalles—Él se dejó caer a su lado, para luego comenzar a dibujar perezosos círculos sobre la sabana que precariamente tapaba su desnudez.


—No omití detalles—Se quejó tratando de ignorar hacia qué sector se dirigían esos, no tan inocentes círculos. Pedro descanso la cabeza sobre su hombro y ella lo miró de reojo.


—De acuerdo, no omitiste nada…solo la segunda vez antes de que te durmieras o la tercera luego de que despertaras.


—Bien, tampoco pretendías que hiciera la réplica del Cama Sutra mientras te duchabas. —Él soltó una risa, acercándose para besar la comisura de sus labios. Paula se volvió por completo y en esa ocasión no hubo intentos de escapes por parte de ninguno, Pedro la tumbó al incorporarse y ella se dejó investigar por su lengua, mientras que en el proceso se daba sus propias libertades.


—Tal vez…—reflexionó, dejándola respirar un momento—Podríamos utilizar eso para el libro, solo ponemos nombres y…—Volvió a besarla lentamente—…quizás algún que otro detalle que no nos deje en evidencia.


— ¿Tienes miedo de que el mundo sepa cómo te portas en la cama?—Él sonrió negando con la cabeza.


—No es por mi pequeña, pero prefiero que los detalles de tu cuerpo solo sean conocidos por estas manos—Se desenredó las sabanas para mostrarle las manos—Y por estos ojos.


—Entiendo—Aceptó tirando las mantas a un lado, para dejarlo entrar allí con ella. — ¿Ya estas limpio?


—Mucho.


—De acuerdo ¿Dormimos?—Pedro bajó la vista por su cuerpo y luego la dirigió a sus ojos.


—Quizás en un rato—Volvió a echarles las mantas encimas, haciendo que todo volviera a oscurecerse. Paula soltó una carcajada, mientras ambos se ponían a hacer un poco de trabajo de campo. Todo sea por el bien del libro.


—Esto es enteramente profesional ¿no?—Él emergió para poder responderle.


—Completamente—Aseguró con convicción—Dame una noche más y seré un profesional, haciéndote gritar mi nombre.


Ella rió contra sus labios, pero cuando sus manos comenzaron a hacer lo suyo se olvidó de la broma o del profesionalismo. ¿A quién quería engañar? Ella hasta se había olvidado de su nombre, lo único que recordaba era que allí debía estar, no las razones o las causas que la pusieron en ese lugar. Sólo la necesidad de nunca abandonarlo.

5 comentarios:

  1. Espectaculares los 4 caps!!!!!!!!!!!!! Al fin dejaron de pelear jajajaja

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  2. Me encantaron los caps!!!!!!!!! Al fin están juntos!!! Espero q todo siga bien.. jaja espero los prox caps bsoo @GraciasxTodoPYP

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  3. wo espectaculares los capítulos!!!

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  4. Muy buenos los 4 capítulos!!! Por fin están juntos!!! aunq eso no quiere decir q dejen de pelear! ;)

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  5. guauuuuu !! por finnnnnnnnnnnnnnn .. geniales los 4 capitulos !!!

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